Broma de mal gusto e información falsa: las justificaciones de Trump para seguir en campaña el mismo día de la masacre de Pittsburgh

El que habría sido el ataque contra judíos más grave de la historia de Estados Unidos no fue motivo suficiente para que el presidente Donald Trump suspendiera, en señal de luto y respeto, sus mítines proselitistas en apoyo a sus políticas y a candidatos republicanos con miras a las elecciones del próximo 6 de noviembre.

Ciertamente, no estaba obligado legalmente a detener sus actividades, pero la muerte de 11 personas, asesinadas dentro de una sinagoga en Pittsburgh por un tirador que explícitamente ha proclamado su odio antisemita, es una razón desoladora y poderosa que ameritaría –por razones humanas, morales e incluso políticas a gran escala– hacer una pausa como gesto de solidaridad hacia las víctimas y sus familias, como un repudio a los crímenes de odio y como un llamado a la serenidad y la unión de los estadounidenses.

El presidente Donald Trump habló en una convención de jóvenes granjeros en Indiana unas horas después de la masacre en una sinagoga de Pittsburgh, donde 11 personas fueron asesinadas. (Getty Images)
El presidente Donald Trump habló en una convención de jóvenes granjeros en Indiana unas horas después de la masacre en una sinagoga de Pittsburgh, donde 11 personas fueron asesinadas. (Getty Images)

Trump optó, en cambio, por continuar sus mítines partidistas, cargados de retórica polarizante, y para justificarlo esgrimió razones que son en unos casos debatibles y en otros abiertamente falsas. Y asistió, en consecuencia, a los encuentros planeados para el pasado sábado, unas pocas horas después del brutal atentado en la Sinagoga Árbol de la Vida: un mitin en el sur de Illinois en apoyo a un candidato republicano al Congreso y una intervención en la convención de una organización nacional de jóvenes granjeros en Indianápolis.

Al explicar por qué decidió no cancelar esas participaciones, Trump dijo el fin de semana que al principio “estaba diciendo que tal vez debería cancelar esto y esto [sus apariciones de ese día]” pero que el hacerlo habría sido una suerte de logro extra del asesino: “no podemos hacer importantes a esta gente malvada, enferma y demente. Y cuando empezamos a cambiar nuestras vidas y nuestras agendas… no podemos permitir a gente como esta que se vuelva importante”, dijo Trump, de acuerdo a CNN.

Habrá quien encuentre plausible el razonamiento de Trump, pero otros dirán que el suspender sus actividades tenía más bien que ver con hacer importantes a las víctimas y sus familias, y a la sociedad consternada con el atentado.

Con todo, Trump esgrimió equívocos para tratar de redondear sus justificaciones. Por ejemplo, dijo que la Bolsa de Valores de Nueva York reabrió al día siguiente del atentado del 11 de septiembre de 2001 y que quien entonces estaba al frente de esa entidad logró restablecerla con esa rapidez tras superar enormes dificultades, indicó Bloomberg. Tal situación es falsa, pues la Bolsa de Nueva York cerró tras los ataques y no reabrió sus operaciones bursátiles hasta el 17 de septiembre.

Como añadió CNN, además de que trabajadores de la Bolsa de Nueva York murieron o fueron heridos tras el atentado a las Torres Gemelas, buena parte de la infraestructura eléctrica y de comunicación necesaria para sus transacciones fue dañada o destruida.

Trump en efecto condenó el ataque a la Sinagoga Árbol de la Vida al señalar con pertinencia que “este malvado ataque antisemita es un asalto contra todos nosotros, un asalto contra la humanidad. Se requerirá de todos nosotros trabajando juntos para extraer del mundo el odioso veneno del antisemitismo”.

Un memorial a las 11 personas judías asesinadas por un tirador dentro de la Sinagoga Árbol de la Vida en Pittsburgh. (Getty Images)
Un memorial a las 11 personas judías asesinadas por un tirador dentro de la Sinagoga Árbol de la Vida en Pittsburgh. (Getty Images)

Pero en cierto modo él mismo saboteó su comunicación al respecto cuando, según reportó The Huffington Post, Trump bromeó que quizá habría debido cancelar su participación en la citada conferencia en Indianápolis, horas después de la masacre en Pittsburgh, por un problema de su peinado.

Trump contó que cuando estaba, poco antes, dando una conferencia de prensa sobre el atentado, quedó empapado a causa del viento y la lluvia. Por eso, dijo, su peinado lucía diferente. “Al menos ustedes saben que [el pelo] es mío… Y me dije, quizá debería cancelar esta presentación porque tengo un mal día”, dijo Trump.

Haya sido humor negro, insensibilidad, inconsciencia u otra cosa, el aludir a que, por un problema de peinado Trump podría haber cancelado un evento (y no por el asesinato de 11 personas) lució impropio y le suscitó severos reproches en las redes sociales.

Al final, el saldo de toda esta situación tiene tonos amargos. Trump ciertamente condenó el atentado pero muchos consideraron que al continuar con sus actividades y retóricas usuales el presidente mostró que la difusión de sus políticas y acciones tiene un peso mayor en la balanza que conceder un momento simbólico de pausa al país en recuerdo de las víctimas.

En su discurso del sábado pasado en Indianápolis, por ejemplo, Trump fustigó a China, criticó las contribuciones de Estados Unidos a la ONU, exaltó su política de “Estados Unidos primero” y los acuerdos comerciales que ha emprendido, celebró la salida del país del Acuerdo Climático de París y fustigó a rivales políticos como la senadora Elizabeth Warren.

Y aunque repudió el atentado en Pittsburgh y el antisemitismo, muchos habrían esperado del presidente que, al menos en las horas siguientes a la masacre, asumiera una actitud de recogimiento y reflexión y realizara un análisis público sobre el contexto general en el que se registran con perturbadora frecuencia ataques de odio e intolerancia como el ataque contra la Sinagoga Árbol de la Vida o el envío de paquetes bomba a personalidades políticas opositoras, por solo mencionar dos casos recientes.

Sería un nuevo ejemplo de las dificultades de Trump para asumir, y quizá para comprender, el rol presidencial de “Comforter-in-Chief”.

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