Las empresas estadounidenses siguen prefiriendo a México, pese a Trump

Trabajadores cumplen tareas en la línea de producción de autopartes de la fábrica Bosch en San Luis Potosí, México
Trabajadores cumplen tareas en la línea de producción de autopartes de la fábrica Bosch en San Luis Potosí, México, el 11 de enero de 2017 (AFP | PEDRO PARDO)

Después de que Donald Trump ganara en las elecciones de noviembre de 2016, la tendencia de las empresas estadounidenses a instalarse en el territorio de su vecino inmediato, al sur de la frontera, se redujo considerablemente.

Compañías como Ford Motor (F) y Carrier, que fueron observadas de cerca por el magnate neoyorkino recién electo, terminaron cancelando sus planes de llevarse empleos al sur del Río Grande.

Pero resulta que, a menos de tres meses de la toma de posesión del mandatario republicano, el flujo de empleos con destino al sur empieza a repuntar nuevamente. Este mes, Illinois Tool Works cerrará una planta de autopartes en Mazon, Illinois, para mudarse a Ciudad Juárez.

Por su parte, Triumph Group ha comenzado a reducir su fuerza laboral en Spokane, Washington, donde fabrican componentes de fibras compuestas para los aviones de Boeing (BA), pues piensa conducir su producción hacia Zacatecas y Baja California; al tiempo que TE Connectivity Ltd. cerrará una planta de sensores de presión en Pennsauken, New Jersey, para abrir una similar en Hermosillo.

Si bien el inquilino de la Casa Blanca no ha dejado de pronunciar su consigna de “America First”, y cuando el futuro del Tratado de libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) sigue siendo incierto, “hay optimismo moderado y esperanza de que en Washington va a prevalecer la cordura”, dijo a Bloomberg Ross Baldwin, director ejecutivo de Tacna Services Inc., cuyo negocio es facilitar la reubicación de empresas.

<em>Fábrica mexicana. Foto de AFP</em>
Fábrica mexicana. Foto de AFP

Baldwin ha observado varios indicios. Tras haberse quedado prácticamente sin clientes en noviembre pasado, ahora su empresa ya trabaja con dos clientes que quieren instalarse en México.

La compañía Tacna, con sede en San Diego, maneja unos 4.500 trabajadores en México, donde los salarios en las fábricas son aproximadamente una quinta parte de lo que se paga en Estados Unidos. Esta sería una explicación al hecho de que el empleo de manufactura en México aumentó un 3,2% en enero con relación a un año antes, mientras caía un 0,3% en Estados Unidos.

De manera que será muy difícil para Trump revertir la marea macroeconómica, simplemente ejerciendo presión, y a pesar de que esta semana haya celebrado una inversión de Ford en Michigan insistiendo en una palabra: ¡Empleos! ¡Empleos!

Porque su proyecto de inversión de 1.200 millones de dólares solo serviría para crear o retener unos 130 puestos de trabajo. Esto pone de manifiesto lo que señala un reciente estudio de investigadores del MIT y la Universidad de Boston: la automatización del trabajo en algunos sectores es lo que está destruyendo los empleos.

Aunque Ford canceló en noviembre un plan para abrir una planta de 1.600 millones de dólares en el vecino del sur (con lo cual se ganó los elogios de Donald Trump), en realidad la compañía sigue empleando a más de 7.000 trabajadores en ese país.

Una tendencia global

Los planes de Trump de renegociar el TLCAN, así como su idea de introducir aranceles punitivos a la importación, no eliminan la necesidad de producir en países donde los costos son más bajos, señala Alan Russell, director ejecutivo de Tecma Group, una firma de El Paso que da el servicio de abrir y operar fábricas en México.

Como mismo las compañías europeas aprovechan a la República Checa por sus bajos salarios, y las potencias asiáticas hacen lo mismo con Vietnam, Estados Unidos necesita a México para seguir siendo competitivo en productos que requieren mano de obra intensiva, enfatizó Russell.

“No es cuestión de robarle empleos a Estados Unidos, sino de salvar a las empresas”, puntualizó.

Fue Russell quien ayudó a Firstronic LLC a abrir una planta en Ciudad Juárez en 2014 para producir tableros de circuitos para clientes como Audi y Tesla (TSLA). Equipados con batas de laboratorio color marrón y correas de hule en los zapatos para prevenir la electricidad estática, los operadores de esta compañía ganan un promedio de unos 10 dólares al día manejando máquinas computarizadas que insertan y sueldan capacitores y resistencias.

Mientras tanto, en Spokane, la empresa Triumph Group despidió a casi 80 trabajadores en enero pasado, y prevé hacer lo mismo con otros 30 en agosto próximo, pues proyecta llevarse su producción a plantas en México, según Steve Warren, funcionario de la Asociación Internacional de Maquinistas y Trabajadores de la Industria Aeroespacial.

“Están siendo presionados a proveer componentes al menor costo posible”, dijo.

Necesidad empresarial

Aprovechar la mano de obra barata a veces no es solo cuestión de reducir costos, sino de acelerar el crecimiento. Compradores grandes, como Kongsberg Automotive y Dura Automotive Systems, prefieren tratar con unos cuantos proveedores globales que con un sinnúmero de compañías locales.

“Si solo produjéramos en Estados Unidos, perderíamos la gran mayoría de las oportunidades de contrato”, recordó Sammut.

Muchas empresas no han descartado una renegociación del TLCAN o las políticas que están siendo consideradas en Washington que podrían resultar costosas. El plan republicano para imponer un gravamen de ajuste del 20% en la frontera ha causado consternación, especialmente entre las compañías minoristas como Wal-Mart (WMT), que importan gran parte de sus mercancías.

El impuesto sería aplicado a la venta de bienes importados para reducir el déficit comercial de Estados Unidos, que llegó a $734.000 millones en 2016.

En la sesión conjunta del Congreso hace un mes, Trump repitió su frase de que hará “mucho, mucho más difícil a las empresas irse del país”.

Pero los reveses que ha sufrido recientemente —los vetos para visitantes que fueron bloqueados por las cortes, y un proyecto de ley de salud frustrado por su propio partido— ponen de manifiesto las limitaciones del poder presidencial, así como la dificultad que podría enfrentar para castigar a las empresas o renegociar el TLCAN.