Unos ladrones robaron tu convertidor catalítico… y terminó aquí

Los componentes de un convertidor catalítico, cuyos metales raros convierten a estos dispositivos en un artículo codiciado por los ladrones, en un depósito de chatarra en Belgrade, Montana, el 31 de octubre de 2023. (Janie Osborne/The New York Times).
Los componentes de un convertidor catalítico, cuyos metales raros convierten a estos dispositivos en un artículo codiciado por los ladrones, en un depósito de chatarra en Belgrade, Montana, el 31 de octubre de 2023. (Janie Osborne/The New York Times).

COLUMBUS, Montana — Una mañana de septiembre, la descarga de roca pulverizada de un camión provocó un sonoro estallido dentro de la planta metalúrgica Stillwater Mining al norte del parque nacional de Yellowstone.

Este mineral obtenido por extracción contiene platino, paladio y rodio, tres de los metales más raros y caros del planeta (además de ser componentes vitales en los millones de convertidores catalíticos que reducen las emisiones contaminantes de los vehículos accionados con gasolina).

Al otro extremo de la planta había otro lote de metal, pero este no se había extraído de ninguna mina, sino de convertidores catalíticos usados que se molieron hasta convertirlos en polvo para reciclarlos. En otros pasos del proceso, el metal nuevo y el viejo se mezclan en condiciones de calor intenso y luego se envían a una refinería.

El reciclaje de convertidores catalíticos es menos costoso que la extracción del mineral. Por desgracia, involucra un riesgo, como descubrió Stillwater después de pagar más de 170 millones de dólares por convertidores usados, muchos de ellos robados, según se afirmó en una acusación formal presentada esta primavera en Long Island, Nueva York, en la que se implicaba a la mina. Stillwater no fue acusada y negó estar al tanto de que los dispositivos eran robados.

Esta acusación formal se debe a una epidemia de robos de convertidores catalíticos valuada en miles de millones de dólares que no solo ha dejado vehículos en condiciones inutilizables, sino que también ha provocado decenas de tiroteos, secuestros de camiones y otros tipos de violencia. En general, es difícil conseguir dispositivos de remplazo y su costo puede ascender a los 1000 dólares o incluso más.

A pesar de la atención pública que han generado los robos, no se tiene mucha información acerca del paradero del metal robado, de las partes beneficiadas ni de los motivos por los que ha resultado tan difícil detener los robos.

La planta metalúrgica de Stillwater Mining en Columbus, Montana, el 4 de octubre de 2023. (Janie Osborne/The New York Times).
La planta metalúrgica de Stillwater Mining en Columbus, Montana, el 4 de octubre de 2023. (Janie Osborne/The New York Times).

Una revisión de registros de empresas y publicaciones en las redes sociales, así como entrevistas con más de 80 funcionarios de tres continentes que tienen lazos con la industria, mostraron que los dispositivos robados pasan por las manos de intermediarios, fundidores y refinerías en Estados Unidos y en el extranjero. A lo largo del camino, se crea confusión sobre su procedencia, por lo que los beneficiarios de los robos pueden negar todo conocimiento del delito y hay pocos incentivos para detenerlos.

Durante su procesamiento, el metal se mezcla con suministros legítimos de minas y depósitos de chatarra, según descubrió The New York Times, y después se les vende principalmente a empresas dedicadas a la fabricación de convertidores catalíticos para la industria automotriz, así como a empresas farmacéuticas que lo utilizan en fármacos contra el cáncer y de otro tipo, a contratistas militares para la producción de armamento y a bancos para sus oficinas de venta de metales preciosos, entre otros.

Para este punto, es casi imposible distinguir qué es legal y qué no.

Los bancos ofrecen financiamiento a corto plazo para procesar los metales, además de que hay otras instituciones de préstamo con pocas regulaciones, a las que en algunos casos se designa la “banca paralela”, que ofrecen sus servicios cuando los grandes bancos se niegan a hacerlo, señaló en una entrevista Mark Williams, antiguo investigador del Banco de la Reserva Federal.

Cuantificar los robos es difícil, por lo que las estimaciones varían muchísimo. Se cree que alrededor del seis por ciento de los 12 millones de convertidores catalíticos reciclados cada año son robados, mientras que el resto proviene de depósitos de chatarra y otras fuentes legítimas, según Howard Nusbaum, administrador del grupo sin fines de lucro National Salvage Vehicle Reporting Program, que trabaja muy de cerca con la policía.

Que el porcentaje sea bajo no es gran consuelo para los propietarios de alrededor de 600.000 automóviles cuyos dispositivos, llamados en ocasiones “cats” o “autocats”, fueron robados el año pasado. El apetito comercial por los tres metales, designados metales del grupo del platino (MGP), ha sido insaciable.

En una acusación formal el año pasado en la que estuvo involucrado un taller automotriz de Nueva Jersey, se indicó que el negocio le vendía convertidores robados a una coconspiradora no identificada ni acusada, a la que las personas enteradas de la acusación identificaron como Dowa Metals and Mining America, fundidora de propiedad japonesa que se describe como la “puerta al mundo del reciclaje de MGP para América del Norte y del Sur”.

Un portavoz de Dowa indicó en un comunicado que la empresa “no ha tenido ninguna conducta inapropiada y cualquier acusación en sentido contrario es falsa”.

Una industria artesanal de facilitadores se ha desarrollado en torno a este mercado. Para ayudar a los ladrones a decidir dónde y cuándo atacar, el taller de Nueva Jersey les vendió acceso a aplicaciones que transmitían precios actualizados al minuto de los metales, además del valor estimado del convertidor catalítico de distintos vehículos.

Los ladrones han echado sus redes en un área muy amplia. Un camión de entregas de las panaderías Bimbo fue blanco de un ataque en New Castle, Delaware, al igual que un camión de helados Mr. Ding-A-Ling en Latham, Nueva York, y 36 autobuses escolares en un solo fin de semana en una comunidad de Connecticut. Amy Foote, cantante de ópera en el área de la bahía de San Francisco, comentó que 11 de los dispositivos fueron robados de su Prius Toyota. Se refirió al automóvil como una “máquina expendedora de convertidores catalíticos”.

El origen del frenesí por los sucios revestimientos de metal de la parte inferior de los autos se ha ubicado en una franja árida de tierra rocosa en el llamado Cinturón de Platino en Sudáfrica.

Por más de 100 años, el oro fue el soberano supremo en ese país, pero en 2005 se presentó un conjunto de situaciones, provocadas en parte por la industria automotriz, que destronaron al oro y lo remplazaron con los MGP.

En los años sesenta, ante la creciente inquietud en Estados Unidos por el empeoramiento de la calidad del aire, los ambientalistas señalaron que había millones de automóviles cuyos escapes lanzaban gases tóxicos a la atmósfera. En muchas de las principales ciudades estadounidenses había una capa de esmog.

En respuesta, el Congreso aprobó la Ley de Aire Limpio de 1970, entre cuyas disposiciones se encontraba una que les exigía a los vehículos fabricados después de 1975 reducir drásticamente los contaminantes. Los fabricantes de automóviles se opusieron, con el argumento de que el proyecto no era posible tecnológicamente.

Pero investigadores de la procesadora de metales Engelhard Corp., establecida en Nueva Jersey, descubrieron que los metales del grupo del platino eran capaces de catalizar, o convertir, los hidrocarburos sin consumir, el monóxido de carbono y los óxidos de nitrógeno en formas menos nocivas. Para ser efectivos, los catalizadores debían ser durables, tener un punto de fusión elevado y resistir la corrosión.

Engelhard bañó un panel calado de cerámica con una capa delgada de MGP y lo colocó dentro de un contenedor de metal a través del cual pasaba el escape del motor.

“Sigue siendo una de las mayores intervenciones tecnológicas de la historia para proteger el medioambiente”, afirmó Ken Cook, presidente de la organización de defensa ambiental Environmental Working Group.

Un beneficio adicional es que los metales preciosos son reciclables. Un solo convertidor contiene apenas una pequeña cantidad, pero con los millones de automóviles que circulan nuestras calles, algunas personas consideraron que reciclar todo ese metal raro solo de los depósitos de chatarra constituía una oportunidad desperdiciada.

Así que una floreciente red clandestina de ladrones echó raíces.

Sigue a los metales

En un día frío de marzo de 2022, DG Auto envió una alerta telefónica urgente: “El paladio supera los 2900 dólares y alcanza su mayor precio desde junio de 2021”. La empresa subrayó que los precios promedio se habían elevado un 15 por ciento la semana anterior, por lo que sugirió descargar su aplicación “para verificar que obtengan el mejor precio por su convertidor”.

DG Auto también se mostró interesado en las noticias internacionales. “El precio de los metales se mantiene cambiante ante la flexibilización de los confinamientos en China”, les informó la empresa a través de un texto a sus clientes. “Shanghái reabre poco a poco y no es probable el confinamiento en Pekín”.

En un parque industrial en Freehold, Nueva Jersey, a menos de un kilómetro de una estación estatal de inspección vehicular, DG Auto se convirtió en uno de los mayores compradores y vendedores de convertidores catalíticos robados del país, según las autoridades.

Los clientes que pagaban 29 dólares al mes por su “paquete platino” podían enviar fotografías de los dispositivos para obtener estimaciones, además de otros servicios.

En la acusación del año pasado, un gran jurado federal indicó que DG Auto le había vendido convertidores robados a la coconspiradora no acusada, identificada para el Times como Dowa Metals and Mining America.

El mes pasado, tres personas se declararon culpables por su participación en una conspiración nacional con el propósito de enviarle 600 millones de dólares en convertidores catalíticos robados de California a DG Auto. Cinco de los acusados se declararon no culpables.

Las noticias en Estados Unidos por lo regular citan información sobre demandas de la Oficina Nacional de Delitos contra Seguros, que registró 64.000 robos de convertidores catalíticos el año pasado. Pero ese número no incluye robos denunciados a la policía ni dispositivos robados de vehículos no asegurados; ni siquiera incluye todas las reclamaciones de seguros, según el grupo The National Salvage Vehicle Reporting Program.

“Muchas personas no presentan reclamaciones porque el deducible es de 500 dólares”, explicó Nusbaum, administrador del grupo, quien añadió que muchas aseguradoras no clasifican este delito en una categoría independiente. Su organización calcula que hay más del décuplo de los robos contabilizados por el grupo de aseguradoras al año.

El presidente de la oficina de seguros, David Glawe, reconoció en un comunicado que sus datos más recientes son “solo un cálculo aproximado de un delito que no se denuncia en todos los casos”.

c.2023 The New York Times Company