La vida estrambótica de un espía que trabajó para tres ejércitos y enseñó a disparar a un presidente

William Sebold, a German born naturalized and loyal American citizen coerced into the Duquesne gang by the Gestapo, is shown walking with Frederick Duquesne, May 29, 1940. The picture was taken secretly by F.B.I. agents. (AP Photo)
Imagen tomada por el F.B.I. el 29 de mayo de 1940 de Frederick Duquesne y William Sebold, pertenecientes a una red de espionaje que trabajaba para la Gestapo en Estados Unidos. (AP Photo)

La biografía de Frederick Duquesne parece un guion cinematográfico.

En su estrambótica vida fue instructor de tiro y compañero de caza del presidente del presidente estadounidense Theodore Roosevelt, fue el cabecilla de la mayor red de espionaje de la historia de Estados Unidos y se dice que fue el artífice del hundimiento de un barco de la flota británica donde murió el oficial del ejército Lord Kitchener, recordado por la creación de campos de concentración de colonos holandeses en Sudáfrica.

También fue un cotizado periodista neoyorquino, publicista de una empresa propiedad de la familia Kennedy, y un sin número de oficios en los que usó al menos 40 nombres ficticios. Los historiadores dicen que una de sus grandes habilidades fue escapar de las autoridades cada vez que era detenido.

Una pregunta obligada es por qué este personaje es tan poco conocido y comentado en los relatos históricos. Los especialistas afirman que aunque muchos de sus relatos tienen aspectos veraces, es imposible trazar la línea entre la ficción y la realidad. Al parecer fue un embaucador extraordinario que manipulaba los hechos a su conveniencia o mentía de una manera tan convincente que sus fantasías eran tomadas como verdaderas.

Pero también es cierto que algunos hechos son irrefutables: fue uno de los espías más astutos y versátiles que se haya conocido.

El niño entre las balas

Frederick Duquesne nació el 21 de septiembre de 1877, en Londres del Este, en la provincia del Cabo, Sudáfrica. Sus padres Abraham y Mina eran Bóeres, descendientes de los primeros colonos de origen holandés que se afincaron en el Cabo de Buena Esperanza a partir de 1662.

El pequeño Frederick creció sin carencias porque su padre era cazador y amasó una pequeña fortuna vendiendo panales, colmillos y cuernos.

Antique African Photograph: Cape Town, South Africa, 1893. Source: Original edition from my own archives. Copyright has expired on this artwork. Digitally restored.
Fotografía restaurada digitalmente de Ciudad del Cabo en 1893 (Getty Images)

Aunque la versión de Frederick era muy diferente. Decía que cuando nació sus padres eran perseguidos junto a otros blancos por un grupo de africanos negros y que escuchó disparos desde que llegó al mundo.

A los 17 años fue enviado a estudiar la universidad en Londres y luego asistió a la Academia Real Militar en Bruselas, a la que tuvo acceso por ser el sobrino de uno de los héroes de la Primera Guerra Bóer, el Comandante General de la República Sudafricana, Piet Joubert. Esos años formativos en Europa fueron claves en el aprendizaje de varios idiomas y en el desarrollo de su personalidad encantadora y sofisticada.

Según Frederick, pasó ese tiempo secuestrado por una tribu bantú y que se salvó enamorando a la hija del jefe de la comunidad.

Lo que sí es cierto es que los Duquesne vivieron en Sudáfrica en años de una tensión racial continua entre los Bóeres y las tribus que habían poblado esas tierras desde tiempos ancestrales. Frederick dijo haber matado a un zulú para proteger a su madre cuando era solo un niño y que participó en un sangriento enfrentamiento entre los Bóeres y los Bantú cuando tenía 12 años.

Nace un espía

Duquesne regresó a Sudáfrica cuando comenzaron las hostilidades entre Gran Bretaña y los Bóeres en 1899. El imperio británico no estaba dispuesto a permitir que los colonos se adueñaran de territorios inexplorados y ricos en tierra cultivable y minerales.

Para noviembre de 1899, Duquesne ascendió al rango de capitán de artillería luego de resultar herido en el célebre Cerco a Ladysmith, operación militar en la que el ejército británico estuvo sitiado durante 119 días por los colonos afrikáners.

En los meses siguientes fue herido y capturado en varias ocasiones y en todas logró escapar. En una de sus capturas fue enviado a una cárcel en Lisboa, de donde se escabulló con la ayuda de la hija de uno de los guardias.

Pasa por Cádiz y París hasta llegar a Bruselas, donde se encuentra con el representante de los Bóeres en Bélgica. Y allí es donde comienza su vida como espía. El papel de Duquesne sería declararse desertor de la causa afrikáner y enlistarse como soldado del ejército británico aunque su intención sería infiltrarse para obtener información.

Los británicos cayeron en la trampa de Duquesne. Su conocimiento de la geografía, el idioma y las tácticas militares de los Bóeres resultarían de inmensa utilidad para la causa real y lo enviaron de vuelta al campo de batalla.

En marzo de 1901 regresó a su país natal con la orden de luchar contra sus compatriotas.

Pero al desembarcar se enfrentó con una situación desoladora. Miles de mujeres y niños deambulaban sin hogar o morían en campos de concentración creados por los británicos. La granja de sus padres había sido quemada, junto a otras tantas, como parte de la "política de la tierra arrasada" ordenada por el comandante Lord Herbert Kitchener, que consistía en destruir las viviendas, el ganado, las siembras o cualquier equipo que pudiera servir a los enemigos.

Un sirviente que sobrevivió el ataque contó a Duquesne que su tío ciego había sido colgado y mutilado, su madre y su hermana habían sido violadas por soldados británicos. Su hermana había sido fusilada mientras que su madre había sido enviada a uno de los campamentos de prisioneros.

Duquesne encontró a su madre gracias a que vestía el uniforme británico. Pero era demasiado tarde. Se encontraba moribunda con un bebé de siete meses a su lado. En su lecho de muerte prometió a su madre no descansar jamás hasta hacer pagar a los ingleses por el daño hecho a su familia.

Inmediatamente planificó su primera venganza. Reclutó a 20 hombres para realizar un enorme ataque explosivo en diferentes instalaciones militares británicas, como puertos, almacenes, edificios municipales que abarcaban toda la ciudad. Y para tratar de engañar a sus rivales, Duquesne asistió la misma noche del planeado ataque a una cena vestido con su uniforme militar británico.

Algo había fallado porque a la salida fue arrestado por conspiración y espionaje. Y no se trató de un error sino que uno de sus hombres lo delató. Todos fueron condenados a la pena de muerte por traición y fueron ejecutados excepto Duquesne, quien evadió la muerte al prometer a un general que descifraría los códigos militares de los Bóeres.

Permaneció un tiempo encarcelado en el Castillo de la Buena Esperanza y luego fue enviado a un campamento de prisioneros de guerra en la Isla de Bermuda. Allí se hizo pasar por un estadounidense y logró escapar en junio de 1902.

Ciudadano americano

En una increíble trasformación, Duquesne se estableció en Nueva York como periodista del New York Herald. Trabajó como corresponsal en la Guerra entre Rusia y Japón en 1904, en la Rebelión de Riff en 1909, en los enfrentamientos entre españoles y marroquíes en Melilla.

También logró reinventarse como instructor de tiro al punto de convertirse en el entrenador personal tiro y en guía de cacería en África del presidente Theodore Roosevelt en 1910.

Esa notoriedad le sirvió para vender historias sensacionalistas para diarios y revistas y hasta intentó cabildear en el Congreso de Estados Unidos para importar especies de animales africanos, como el traslado de hipopótamos africanos para ser criados en granjas ganaderas. Según Duquesne, los hipopótamos eran animales dóciles y su carne era deliciosa pero su testimonio no fue convincente y la iniciativa fue desestimada por los legisladores.

En 1910, Duquesne se casó con Alice Wortley, una chica a quien había conocido durante en Bermuda y poco después adquirió la nacionalidad estadounidense.

Saboteador a sueldo

La pareja inició una expedición por Suramérica con la excusa de hacer una película. Cuando estaban en Brasil estalló la Primera Guerra Mundial. Cómo los ingleses luchaban con los aliados, Duquesne se inclinó por el bando alemán y contactó con el embajador germano en Río de Janeiro para ofrecer sus servicios como espía y saboteador.

Usando el alias de Frederick Fredericks se hizo pasar como investigador científico y habría hundido barcos británicos al esconder bombas dentro supuestas muestras de minerales.

Las autoridades lograron apresar a un cómplice en uno de los ataques explosivos, que finalmente delató a Duquesne, quien fue arrestado en Nueva York en 1917.

Las autoridades británicas solicitaron su extradición acusándolo de asesinato, falsificación de documentos y conspiración contra la Corona.

Una serie de eventos lo salvaron una vez más de la prisión o la muerte. Fingió quedar completamente paralizado durante dos años, al punto de engañar a todos sus médicos tratantes del hospital BelleVue de Nueva York. Su magistral actuación funcionó hasta el día en que ejecutó una elaborada fuga que incluyó disfrazarse de mujer, cortar rejas de las ventanas, trepar altas paredes, saltar por alambres de púas.

Logró pasar desapercibido durante 20 años, en los que vivió con nombres ficticios trabajando como periodista independiente. Durante ese período colaboró con el escritor Clement Wood en su fantasiosa biografía y hasta se convirtió en el publicista de Joseph Kennedy, padre de John F. Kennedy, quien años más tarde sería electo presidente.

Todo marchaba bien para Duquesne hasta que su identidad fue revelada al FBI en 1932 por una novia.

Los británicos volvieron a pedir su extradición, pero Duquesne se ganó la simpatía de los fiscales estadounidenses hasta que los tribunales desestimaron la solicitud.

Complicidad nazi

En vez de permanecer de bajo perfil como periodista y publicista al finalizar el juicio, Duquesne decidió continuar con su venganza contra los británicos. En 1934 fue reclutado por la "Orden de los 77", una organización simpatizante del Tercer Reich que consideraba que los judíos eran enemigos en Estados Unidos.

Tres años después se convirtió en espía de los Nazi en territorio estadounidense. Su trabajo sería coordinar una red de espionaje como parte de la estrategia militar de Adolfo Hitler.

Duquesne fue delatado y en 1941 fue acusado de ser el cabecilla de la mayor red de espionaje en la historia de Estados Unidos. Durante el juicio, Duquesne juró que nunca dañaría a su patria adoptiva y aseguró que sus acciones fueron motivados para vengar lo ocurrido a su familia en Sudáfrica a comienzos del siglo.

Frederick Duquesne in office of Harry Sawyer, June 25, 1941 one of a set of five photographs of spy Fritz Duquesne, seated, talking to Harry Sawyer, FBI interviewer. (Photo by: Photo12/Universal Images Group via Getty Images)
Frederick Duquesne in office of Harry Sawyer, June 25, 1941 one of a set of five photographs of spy Fritz Duquesne, seated, talking to Harry Sawyer, FBI interviewer. (Photo by: Photo12/Universal Images Group via Getty Images)

Esta vez Duquesne fue sentenciado a 18 años de cárcel en la Penitenciaría Federal de Leavenworth, en Kansas.

Fue liberado por problemas de salud en 1954 y murió sin un centavo de un accidente cerebrovascular en un hospital de beneficencia de Nueva York a los 78 años.