Escribe un libro sobre el asesinato de su hermana y la critican por no hablar más del asesino

Cristina Rivera-Garza durante la premiación. (INBAL/El Universal)
Cristina Rivera-Garza durante la premiación. (INBAL/El Universal)

Cristina Rivera Garza recibió el Premio Xavier Villaurrutia por su novela El invencible verano de Liliana, en el que que relata la historia de su hermana, Liliana Rivera Garza, víctima de feminicidio en 1990. Durante la conferencia de premiación, un comentario de Felipe Garrido, escritor y académico, causó indignación primero en el salón de Bellas Artes y, luego, en redes sociales. Garrido se quejó de que Ángel, el feminicida, fuera un personaje intencionalmente opacado en la historia.

"Su historia, sus motivos, la manera en que pueda pretender justificar su crimen ocupan un lugar muy secundario en la novela. Comprendo la repulsión de Cristina por el asesino de su hermana, pero como lector me intriga ese personaje", dijo Garrido en su intervención. También mencionó que, para él, han existido diversas obras que dan importancia a los feminicidas. "De La Biblia en adelante hay una multitud de obras de arte literarias, cinematográficas y televisivas que exploran los motivos, las formas de actuar y las justificaciones de los feminicidas. Está claro que los crímenes nos fascinan".

La respuesta de Cristina fue contundente y mereció los aplausos de los asistentes: "Tenemos que verlas siempre a ellas, no a sus asesinos. A ellos los vemos en todos lados, ellos tienen demasiada prensa. Tenemos que conocer sus nombres y conocer los lugares de donde vivieron". A esa posturas se adhirieron diversas personalidades del ámbito cultural y periodístico del país.

El comportamiento de Garrido es síntoma del virus que se esparció todo el sistema cultural mexicano durante siglos. Acostumbrados al monopolio de la verdad y la cultura, los académicos de la 'vieja escuela' creen tener el derecho universal de decirle a todo mundo cómo se deben hacer las cosas. Para ellos, no importa que una mujer haya tenido el valor intelectual y emocional de escribir un libro sobre una experiencia tan dolorosa como el feminicidio de una hermana.

No faltaron las defensas a Felipe Garrido. Todo es tan predecible cuando algunos "despiertos" se empeñan en defender posturas machistas. La historia, en principio de cuentas, le pertenece a su autora. Y a todas las personas que puedan identificarse con ella. Y eso, en un país con 10 mujeres asesinadas al día, es muy probable. Lo increíble, más bien, es que el terror cotidiano siga pareciendo menos importante para personas como Garrido, que todavía viven en una época en la que las pedantes ponderaciones personales disfrazadas de academicismo pueden poner en tela de juicio el valor creativo de una autora simplemente porque no escribió lo que a él, un erudito en la materia, le hubiera gustado leer.

¿Sabrán Garrido y sus defensores que la obra de Cristina tuvo un impacto directo en el caso de su hermana? De acuerdo con la escritora, el caso estuvo estancado durante más de veinte años, pero gracias al libro pudo conocer información sobre el exnovio de su hermana, Ángel. Rivera-Garza abrió un canal de comunicación a través de un correo electrónico. Ahí le llegó información de una "fuente creíble", según recogió The New York Times en una entrevista de marzo pasado. Cristina encontró algunos datos que todavía esperan validación de las autoridades mexicanas: que el feminicida de su hermana se radicó en el sur de California con un nombre falso y murió en el 2020.

“Tuve que esperar a que como comunidad y sociedad produjéramos un lenguaje que pudiera contar esta historia desde el punto de vista de mi hermana”, contó Cristina Rivera-Garza al NYT en 2021.

La ficción, como se puede ver, sirve para mucho más que "fascinar" a los jerarcas culturales del país. Y más cuando se trata de ficción basada en la realidad. Porque el sustento de la historia y sus aspectos fundamentales parten de un hecho que fue real y que hoy en día, penosamente, puede verse replicado en tantas historias. No hay canon capaz de apagar la llama de la indignación reflejada en la literatura. Cristina Rivera Garza ha puesto un ejemplo en sus letras y, luego, en la brillante apología que hizo de su obra.

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