Tuvo que seguir con el embarazo de un bebé que no iba a sobrevivir y ahora pide cambiar la ley del aborto

Fueron 15 semanas de sufrimiento y angustia. Finalmente, en mayo de 2013 Asleigh Topley se puso de parto y el corazón de su bebé se paró. Ella y su marido ya sabían que iba a pasar esto, la única pregunta que flotaba en el aire era si se podía haber evitado. En otros países de Europa sí, pero no en Irlanda del Norte.

Para conocer los orígenes de la historia hay que remontarse casi 3 meses antes. Asleigh era una mujer de 27 años embarazada de su primer hijo, pero una ecografía el 14 de febrero acabó con las ilusiones de la pareja. Las extremidades del bebé no estaban creciendo como debían y era imposible que el feto sobreviviera fuera del útero. Prolongar el embarazo simplemente era alargar la agonía del nonato.

Asleigh Topley y su marido (Asleigh Topley).
Asleigh Topley y su marido (Asleigh Topley).

En Reino Unido la mujer puede interrumpir el embarazo por una “anormalidad fetal fatal”, pero en Irlanda del Norte está prohibido el aborto a no ser que la vida de la madre esté en peligro o que suponga un riesgo grave para su salud mental o física, tal y como cuenta BBC Mundo.

La sentencia era clara; Asleigh debía mantener su embarazo con normalidad hasta el momento del parto o hasta que el bebé muriera en el útero por causas naturales.

“No me podía creer que quisieran hacernos pasar por esa tortura de saber que un bebé, nuestro bebé no iba a sobrevivir, pero aún así yo iba a tener que seguir embarazada durante un periodo incierto de tiempo”, relata Asleigh a la BBC.

La pareja pasó momentos muy duros. A menudo la gente les preguntaba cosas sobre el futuro del bebé y ellos se veían obligados a simular que todo estaba bien, aunque eran plenamente conscientes de que el feto nunca iba a llegar a vivir.

“Sentí un alivio enorme por llegar al final después de 15 semanas levantándome cada día pensando si ese sería el último”, confiesa.

La pequeña Katy finalmente murió en el parto y ahora, 3 años después, Asleigh ha decidido contar su historia para poner el foco en la ley norilandesa y evitar que otras personas tengan que pasar por lo que ella pasó.

Tiene una hija de un año llamada Robyn, que ha ayudado mucho a la familia a recuperarse de lo que ocurrió, pero no olvida que durante 15 semanas tuvo que llevar en su interior a alguien que no tenía ninguna esperanza de supervivencia. Y la pregunta que lanza a sus políticos es interesante: ¿hay otra forma de hacer las cosas en casos como el mío?