Hoteles de lujo, limusinas y jets privados: así vivía un obispo acusado de abuso sexual y malversación en EEUU
Han salido a la luz nuevos detalles de la lujosa vida que llevaba Michael Bransfield, exobispo de la diócesis de Wheeling-Charleston, en Virginia Occidental, quien está acusado de abuso sexual y malversación financiera.
Según reseña The Washington Post, el exobispo de 76 años realizó viajes en jets privados y limusinas a nombre de la iglesia para trasladarse a una peregrinación que organizó en la capital y por la cual pidió a sus feligreses pagar hasta 190 dólares.
Después de esto, que tuvo lugar en septiembre de 2017, y fue definitivo para su posterior separación sin honores de la institución católica, se supo que Bransfield había gastado millones de dólares de su diócesis en viajes dentro de Estados Unidos y al extranjero.
Una investigación del Post reveló que a lo largo de sus 13 años como líder de la Diócesis de Wheeling-Charleston, el religioso hizo casi 150 viajes en jets privados y unos 200 en limusina. También se alojó en hoteles exclusivos en Washington, Roma, París, Londres y el Caribe.
En 2018, Bransfield se quedó una semana en el penthouse de un hotel de Palm Beach, Florida, a un costo de 9,336 dólares. Contrató a un chofer para que lo llevara por un día a la capital por 1383 y gastó 12,386 en un avión para trasladarse a la costa de Jersey a una reunión con el embajador del Papa Francisco.
No fue hasta julio de este año que Bransfield fue expulsado por malversación del presupuesto de su diócesis. Una investigación interna de la iglesia también encontró que el obispo acosó sexualmente a jóvenes sacerdotes y seminaristas.
El informe de investigación, obtenido por el Post, reveló que en total gastó 2.4 millones de dólares de fondos de la iglesia en viajes y dio otros 350,000 en regalos en efectivo a otros clérigos.
Sin arrepentimiento
En declaraciones a la prensa, Bransfield alegó que sus “vacaciones” eran un merecido descanso de sus responsabilidades religiosas y culpó a sus ayudantes por seleccionar alojamientos de lujo, incluido el ático en Palm Beach.
Dijo también que la mayoría de sus viajes estuvieron relacionados con su papel como presidente de la Fundación Papal, una entidad sin fines de lucro que recauda dinero de católicos ricos para iniciativas del Vaticano.
Bransfield y sus ayudantes ya se encuentran deslindados de la iglesia, pero el exobispo podría enfrentar consecuencias financieras. El sucesor de Bransfield, Mark Brennan, ha lanzado una auditoría interna “para determinar qué gastos, si los hubo, de Bransfield estaban relacionados con los negocios de la Iglesia”.
“Si Bransfield no coopera, el obispo Brennan ha declarado que tiene la intención de ejercer su autoridad unilateral para recuperar fondos que podemos determinar que se utilizaron principalmente para beneficio personal”, declaró la diócesis en un comunicado.
Bransfield dijo al Post que se había acostumbrado al estilo de vida “cómodo” que llevó durante 25 años trabajando en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington, la iglesia católica más grande de América del Norte.
En Virginia Occidental, el religioso gastó 4.6 millones en renovaciones de la residencia de su iglesia, casi 140,000 en restaurantes, 62,000 en joyas y otros miles en alcohol, según el informe desglosado de la investigación.
Para su último año en el puesto, el uso de aviones privados y limusinas se había convertido en rutina, incluso cuando la diócesis recortó fondos para casi dos docenas de parroquias y escuelas parroquiales.
En ese mismo periodo, voló en un jet de lujo alquilado al menos 19 veces a un costo de más de 142,000 dólares, una cifra que se suma al millón que gastó en este medio de transporte durante todo su mandato.
Acusaciones de abuso sexual
El exobispo también se hacía acompañar en los viajes de sacerdotes más jóvenes, algunos de los cuales revelaron después que sufrieron tocamientos inapropiados y otras situaciones de acoso.
De acuerdo con la investigación, Bransfield también gastó más de 61,000 dólares en una joyería que bendijo. Allí compraba alfileres, gemelos y pañuelos de seda para amigos y colegas.
Tomaba vacaciones de invierno a expensas de la diócesis, y no solo a Florida, sino a las Islas Caimán, San Martín y San Bartolomé en el Caribe.
Como organización benéfica exenta de impuestos, la iglesia tiene prohibido gastar en lujos o servicios que beneficien indebidamente a un individuo.
En entrevista reciente con el Post, el exobispo dijo que fue en agosto del año pasado, después de las denuncias de acoso y mal manejo financiero en su contra, cuando se dio cuenta de que su trabajo estaba en peligro.
“Fue el peor día de mi vida”, aseguró Bransfield, que fue convocado en ese momento a la nunciatura en Washington.
Ese día, en lugar de conducir por la carretera interestatal 95, alquiló un avión privado desde Atlantic City y de ahí se subió a una limusina hasta la oficina diplomática del Vaticano en Washington. Luego, tomó el avión de regreso a la costa de Jersey.