La lección de las personas suicidas que puede salvar vidas en un mundo en medio de una pandemia

Alia E. Dastagir

Jess Stohlmann-Rainey llora todos los días. Y no es precisamente cuando la asaltan las ideas suicidas.

El lunes lloró porque se despertó con dolor en la cadera, vio a un chihuahua tuerto y un video de murciélagos nadando. Lloró de agradecimiento por tener a su esposo Jon. Lloró pensando en las personas que ama y se han suicidado, así como por todas aquellas que lo han deseado, pero no lo han hecho.

Jess lloró porque tuvo una pesadilla en la cual, en un giro de la eugenesia moderna, dejaban morir a cualquier persona que tuviera antecedentes psiquiátricos y enfermara de COVID-19. Otro día lloró cuando un camión refrigerado se detuvo en un hospital de Denver y se preguntó si contenía cadáveres.

Durante la pandemia, Jess, quien tiene 34 años, ha intentado suicidarse dos veces y sufre ideas suicidas crónicas, a veces lucha por evitar la desesperación. Trabajar por un mundo mejor es lo único que la motiva a permanecer en él. Pero ahora siente que ese ideal se encuentra dolorosamente fuera de su alcance.

Jess y su amiga Dese'Rae L. Stage se tatuaron la palabra “triste”. Ambas trabajan en la prevención del suicidio y son sobrevivientes de intentos de suicidio.
Jess y su amiga Dese'Rae L. Stage se tatuaron la palabra “triste”. Ambas trabajan en la prevención del suicidio y son sobrevivientes de intentos de suicidio.

La pandemia ha afectado a todos, pero se ha cebado fundamentalmente con los millones de estadounidenses que piensan seriamente en el suicido. En algunas partes del país se han disparado las llamadas a las líneas directas de prevención del suicidio. En marzo, cuando se dio la orden de quedarse en casa, la Línea de Crisis por Texto experimentó un aumento del 26 % en el volumen de mensajes de texto respecto al mes anterior.

Se conoce que los eventos estresantes de la vida y las crisis recientes o inminentes contribuyen al suicidio, según informaron los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en 2018.

Muchos profesionales de la salud mental no pueden realizar sesiones en persona y no todos los pacientes pueden acceder a la terapia virtual, aunque esta opción esté disponible. Las personas con ideas suicidas crónicas están compartiendo en las redes sociales cómo el miedo, la incertidumbre y el aislamiento están alimentando sus pensamientos sobre la muerte.

“Prácticamente de la noche a la mañana la mitad de las personas que conozco perdieron a sus terapeutas”, dijo Jess, quien es directora de desarrollo de programas en Rocky Mountain Crisis Partners en Denver. “Si confías exclusivamente en eso para salir adelante, la situación de la gente empeorará muy rápido”.

Existe cierta evidencia de que los suicidios aumentaron en Estados Unidos durante la pandemia de influenza de 1918-19 y entre las personas mayores en Hong Kong durante la epidemia de SARS de 2003, según The Lancet.

“Estamos a punto de enfrentarnos a todo tipo de desafíos particularmente difíciles para las personas, pero en esta ocasión vendrán todos al unísono”, advirtió Jess. “Aumento de la pobreza y la falta de vivienda, más dificultades para acceder a la atención médica... Básicamente en estos momentos se nos vienen encima todos los factores de riesgo social para cualquier cosa. Sin una red de apoyo, no sé cómo la gente sobrevivirá”.

Vínculos que salvan vidas

La pandemia ha sacado a la luz lo que muchas personas suicidas saben y que otras personas han dado por sentado: los vínculos humanos salvan vidas.

Jess está viva, en parte, porque su vida está enhebrada por los demás. Su hermana, sus amigos, sus compañeros sobrevivientes, personas que la aman, escuchan, validan y la ayudan a llevar un peso que a veces puede ser aterrador, sin sentirse aterrorizados. No la juzgan ni le reprochan sus peores momentos. Ellos simplemente saben por qué llora.

Esta es la red de apoyo de Jess. Así es como ella y sus compañeros, personas que también han luchado contra el suicidio, sobreviven:

Alguien con una “visión más completa”: la hermana

En septiembre, Jess lloró porque su hermana Jenny estaba de visita y se sentía muy feliz de que estuviera allí. También lloró cuando Jenny se fue.

Fue la última vez que se vieron antes de que estallara la crisis. No saben cuándo podrán volver a verse.

“La extraño”, confesó Jenny.

Casi todas las semanas hablan por teléfono y mantienen largas conversaciones. A veces se envían mensajes de texto, pero lo más habitual es que estén en Instagram compartiendo memes de animales.

Jess no comparte con Jenny sus ideas suicidas más profundas. Jenny es la persona que busca para hablar sobre todo lo demás. Ella la conoce por completo. Quizá es quien mejor la conoce.

Jenny fue testigo de algunos de los peores años de la vida de Jess. Jess comenzó a escuchar distintas voces en el instituto, esas voces le decían que si las cosas se complicaban demasiado había una salida. Finalmente le diagnosticaron esquizofrenia, un trastorno que conlleva un mayor riesgo de suicidio.

“Cuando eran pequeñas estaban muy unidas”, dijo su madre Sue Stohlmann. “En los años de la crisis todo fue muy inestable. En parte porque eran adolescentes, pero también porque no entendía lo que les pasaba”.
“Cuando eran pequeñas estaban muy unidas”, dijo su madre Sue Stohlmann. “En los años de la crisis todo fue muy inestable. En parte porque eran adolescentes, pero también porque no entendía lo que les pasaba”.

“Mientras crecía se volvió distante de diferentes maneras, eso representó un desafío para mí como hermana en una casa donde todos nos queríamos”, contó Jenny.

Jenny recuerda las heridas en el cuerpo de Jess: los cortes y las quemaduras autoinfligidos. También recuerda el momento en que intentó suicidarse en la escuela y la hospitalización posterior.

Jess hizo dos intentos de suicidio graves en el instituto.

“En ese periodo se produjo una especie de cercanía con la muerte, esa experiencia fue más convincente que estar viva”, contó.

Jenny quería ayudar a su hermana, pero en aquel periodo no sabía cómo. Años después de que Jess se fuera, cuando Jenny cursaba el último año del instituto, experimentó su propia crisis: le preocupaba su hermana, en la casa tenían problemas económicos, se había implicado demasiado con la escuela y un compañero de estudios se había suicidado en septiembre.

“Amarla no significa que no tenga derecho a la privacidad”, dijo Jenny, a la izquierda en la foto. “Creo que ella ha tenido una experiencia diferente en el mundo a la que he tenido yo. Nunca podré entenderlo completamente... En los últimos cinco años me he sentido mucho más implicada en nuestra relación, sobre todo después de que dejé de sentir miedo”.

El último día de las vacaciones de Acción de Gracias Jenny intentó suicidarse.

“Todo el mundo a mi alrededor estaba en crisis y me dije: ‘Vaya, la vida es realmente muy difícil’”, contó. “Durante mucho tiempo ni siquiera lo consideré un intento de suicidio. Realmente no quería morir, solo estaba intentando averiguar si quería vivir”.

Un estudio de 2016 publicado en la American Sociological Review mostró que las características de las comunidades pueden contribuir a los suicidios de los adolescentes.

A Jess y Jenny no solo las une una historia compartida, sino también una experiencia común de suicidio que es, para cada persona, algo profundamente íntimo. Cuando Jess intentó suicidarse, quería terminar con su vida y desde entonces ha pensado en morir muchas veces. Jenny no estaba segura de lo que quería, pero el intento de suicidio le dejó claro que la muerte no era la solución.

Como adultas, se han esforzado para desentrañar esas diferencias y superar el dolor, el resentimiento y la desconfianza. En una de las visitas de Jenny a Jess en la universidad, Jess le dio un poema.

Jess le escribió a Jenny este poema cuando estaba en la universidad.
Jess le escribió a Jenny este poema cuando estaba en la universidad.

“Sé que ella también depende de mí”, decía. “Somos hermanas. Después de todo”.

“Recuerdo haber pensado en el poema como un símbolo de lo que nos unía más allá de haber nacido en la misma familia... de la empatía que sentía por mí”, dijo Jenny.

Durante estos tiempos inciertos, Jenny sabe que no puede quitarle el dolor a Jess, por lo que ni siquiera lo intenta. En cambio, ella simplemente la escucha.

“Ella es alguien que me entiende”, dijo Jess. “Es probable que tenga la imagen más completa de mí. Siempre quiero llamarla y hablar sobre mi vida. Y siempre quiero saber qué le pasa a ella... Confío en ella implícitamente”.

“Somos abiertas mutuamente, pero no soy la persona a quien llama en medio de una crisis”, dijo Jenny, a la derecha en la foto. “Creo que ella prefiere que sea así. Creo que para ella es útil poder hablar sobre otras esferas de su vida”.
“Somos abiertas mutuamente, pero no soy la persona a quien llama en medio de una crisis”, dijo Jenny, a la derecha en la foto. “Creo que ella prefiere que sea así. Creo que para ella es útil poder hablar sobre otras esferas de su vida”.

Alguien a quien llamas cuando estás en crisis: un alma gemela en la distancia

Jess lloró porque el abuelo de su amiga murió durante la pandemia.

Dese'Rae L. Stage, una sobreviviente de un intento de suicidio que fundó el sitio Live Through This, tuvo que despedirse de su “Poppy” en FaceTime.

Durante la pandemia, Des se ha entristecido por la muerte de su abuelo, ha temido por la salud de su madre, que sufre una enfermedad respiratoria, y de su hermano, que trabaja en un restaurante, y ha perdido a su terapeuta. Todo ocurrió mientras estaba en cuarentena en su casa de Filadelfia junto a su esposa y sus dos hijos menores de tres años.

A veces el estrés y la incertidumbre pueden llegar a ser abrumadores.

“Pasé gran parte de mi vida con ganas de morir y ahora quiero vivir. Bueno, a veces quiero morir, pero la mayoría de las veces quiero vivir”, apuntó. “Lo que más miedo me da es no tener control sobre lo que ocurre, la posibilidad de morir y dejar este mundo que finalmente he podido construir y amo tanto”.

Pero Jess y Des se tienen la una a la otra. Se conocieron gracias a su trabajo en la prevención del suicidio y desde entonces han forjado una amistad que les permite hablar abiertamente, con frecuencia y generalmente de manera irreverente sobre sus pensamientos suicidas. Pasan horas hablando sobre la muerte sin sentir que sea un tema decepcionante y comparten la indignación por la forma en que las personas patologizan su dolor en lugar de preguntarse por qué no siempre vale la pena vivir en el mundo.

La intratabilidad del suicidio ha hecho que algunas personas crean que es un problema que no se puede entender o resolver. Las cifras que los CDC publicaron en enero muestran que 48 344 personas murieron por suicidio en 2018. Desde 1999, la tasa de suicidios ha aumentado un 35 %. Pero muchas personas suicidas dicen que a pesar de todo lo que se desconoce sobre el suicidio, es evidente que los vínculos salvan vidas.

Un intercambio de mensajes de texto entre Jess y Des cuando Jess tenía ideas suicidas.
Un intercambio de mensajes de texto entre Jess y Des cuando Jess tenía ideas suicidas.

En los primeros días, cuando el virus mostraba de lo que era capaz, Jess, Des y muchos de sus amigos suicidas entendieron que se necesitarían más que nunca.

“Siempre hemos necesitado a otras personas”, reconoció Stage. “Simplemente no habíamos tenido que hacer un esfuerzo tan concertado en el pasado... La gente finalmente está viendo de manera más consciente cuán importante es mantenerse conectado”.

Las personas suicidas que no cuentan con el apoyo de otras personas o que no pueden acceder a esa red durante el distanciamiento social pueden establecer conexiones online. Internet es el hogar de todos, desde grupos de apoyo formales hasta “horas sociales” suicidas improvisadas.

Des dijo que Internet ha sido clave para su supervivencia. Los vínculos que forjó online hacen que esté particularmente preparada para enfrentar la pandemia.

“Esto ha sido como mi Superbowl”, dijo Stage. “He estado practicando para esto toda mi vida. He estado en Internet desde los 14 años y he buscado vínculos todo el tiempo”.

La relación entre Jess y Des es posible, en gran parte, gracias a Internet. Viven en diferentes puntos del país, por lo que pasar el rato significa reunirse en Zoom tres o cuatro veces por semana. También presentan una serie de Facebook Live llamada Suicide 'n' Stuff.

“Hicimos un concurso ridículo desde el principio en el que el premio era un frasco de las lágrimas de Jess y una lista de las cosas por las que lloró durante una semana”, dijo Des. “Ella es una persona muy sensible, es muy sensible al mundo y a lo que está sucediendo”.

Cuando Jess está en crisis, llama a Des. En una semana mala, los miles de mensajes de texto que se intercambian superan los miles de kilómetros que existen entre ellas.

La directiva anticipada psiquiátrica de Jess Stohlmann-Rainey. Una parte está oculta para proteger la información privada.
La directiva anticipada psiquiátrica de Jess Stohlmann-Rainey. Una parte está oculta para proteger la información privada.

Des también conoce el límite de Jess que nunca debe cruzarse. Después de varias experiencias traumáticas con la hospitalización involuntaria, Jess no debe ser hospitalizada sin su consentimiento bajo ninguna circunstancia.

La investigación muestra que las visitas a emergencias y las hospitalizaciones involuntarias que se activan cuando alguien cree que una persona corre un riesgo inminente de suicidarse pueden aumentar el riesgo de suicidio de esa persona.

“Jess ha sido muy clara. No me hospitalicen o me mataré”, afirmó Des. “Si la crisis llegara a cierto punto, conozco a las personas de su red de apoyo inmediata que están cerca de ella y puedo localizarlas para decirles: ‘Vale, ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo la mantenemos a salvo?’”.

Alguien a tu lado: una amiga del trabajo, que es mucho más

Jess lloraba a menudo al pensar en la muerte de su perro Marty. Luego lloró en abril cuando murió.

Tras sufrir varios derrames, Jess envió un mensaje de texto grupal. Algunos amigos dijeron que irían con ella a sacrificarlo, pero ella solo aceptó una oferta de ayuda.

Su amiga Carly Larson le envió un mensaje privado: “¿Necesitas que te lleve?”.

“Sí”, le respondió.

Además de su esposo Jon, Carly es la otra persona que conforma la red de apoyo de Jess más cercana. Jess y Carly son vecinas y trabajan juntas en Rocky Mountain Crisis Partners. Jess no puede esconderse de Carly, quien también tiene ideas suicidas crónicas, pero ella dice que no tiene necesidad de hacerlo.

“Dejaría literalmente cualquier cosa para hacer cualquier cosa por mí en cualquier momento”, afrimó Jess. “Nunca me sentiría mal ni me avergonzaría pedirle algo”.

Carly sabe lo que es sentirse como una carga. Es hija de una madre soltera que luchó contra la adicción a las drogas y aprendió a valerse por sí misma desde una edad temprana.

“A los seis años supe que nunca debí haber nacido. Sabía que mi madre no quería tener un hijo”, dijo. “De ahí provienen mis ideas suicidas”.

“Creo que hay momentos en los que ser directo es realmente útil y luego hay momentos en los que simplemente dices: ‘Vamos a ver esta película ridícula’. Te vas a emborrachar con las dos copas que bebes. Simplemente nos divertiremos por una noche”, dijo Carly, a la derecha en la foto.
“Creo que hay momentos en los que ser directo es realmente útil y luego hay momentos en los que simplemente dices: ‘Vamos a ver esta película ridícula’. Te vas a emborrachar con las dos copas que bebes. Simplemente nos divertiremos por una noche”, dijo Carly, a la derecha en la foto.

Durante mucho tiempo, Carly dijo que el mensaje que recibió fue que experimentar ideas suicidas no era una respuesta razonable al dolor que estaba sufriendo.

“Cuando alguien tiene ideas suicidas, se aísla mucho, no solemos hablar de lo que nos pasa”, dijo. “La gente está realmente asustada, avergonzada y esconde que son suicidas. Lo que realmente me gusta es que en nuestro grupo de amigos todo eso está normalizado”.

Durante la pandemia, Carly ha dicho que se ha sentido extrañamente bien. Casi en estado zen.

“Fue básicamente como si este gran problema que no puedo solucionar hubiera absorbido todos mis pequeños problemas”, dijo. “Me ha empujado al momento presente y no me preocupan otras cosas porque, ¿quién sabe lo que pasará?”

“Fue un apoyo emocional para mí”, contó Jess, que aparece en la foto con Marty y su esposo Jon. “Cuando estaba pasando un mal momento, él se arrastraba sobre mí y me lamía la cara, algo que ni siquiera me gusta, pero me gustaba cuando lo hacía”.
“Fue un apoyo emocional para mí”, contó Jess, que aparece en la foto con Marty y su esposo Jon. “Cuando estaba pasando un mal momento, él se arrastraba sobre mí y me lamía la cara, algo que ni siquiera me gusta, pero me gustaba cuando lo hacía”.

La crisis del coronavirus ha generado desafíos para muchas personas suicidas que van más allá de las necesidades emocionales. El grupo local de amigos de Jess y Carly, compuesto principalmente por personas que tienen o han tenido ideas suicidas, hablan por Internet sobre cómo aglutinar recursos en medio del cierre.

Hablan sobre quién tiene efectivo, quién tiene un automóvil, quién tiene el inicio de sesión de Netflix. La supervivencia es más que un estado mental, implica satisfacer las necesidades básicas de refugio, alimentación, seguridad y autonomía.

“En mi caso, me digo: ‘Muy bien. Tengo muchos materiales de primeros auxilios. Tengo mucha comida enlatada’”, dijo Carly. “Y soy famosa por tener el congelador siempre lleno. Tengo 20 tipos diferentes de sopa casera en mi congelador. No te preocupes, tendremos comida durante un buen tiempo”.

Alguien que comparte valores: una compañera de activismo

El mes pasado, Jess lloró porque en Denver, donde vive, muchas personas sin hogar no tienen un lugar seguro donde refugiarse en el que no se expongan a un gran riesgo de infección.

Cuando Jess constata el costo del virus, sobre todo entre los más vulnerables, sus pensamientos suicidas se vuelven más intensos y se acumulan. Ella los comparte con su amiga Leah Harris.

Jess y Leah, una activista en salud mental, se conocieron a través de su trabajo para prevenir el suicidio. Aunque ambas han sobrevivido a múltiples intentos suicidas, dicen que su amistad se basa menos en las experiencias compartidas y más en los valores comunes. Creen que parte de la responsabilidad de estar vivo significa trabajar por un mundo que funcione para todos.

“Leah es mi mentora/amiga/madre judía”, dijo Jess. “En una conversación puede enseñarme cómo desenvolverme en espacios que son hostiles para nosotros, reír conmigo sobre lo absurdo de la paranoia en un mundo donde nos ha ganado el miedo y comportarse como una madre para decirme si ese día he comido lo suficiente. Ella es mi ancla a tierra y me acepta al 100 % como soy, sin lugar a dudas”.

“Siento que es alguien con quien puedo contar siempre para saber qué es lo correcto”, dijo Jess.

La pandemia ha sido una pesadilla para Leah. Ha estado haciendo algunos informes independientes sobre las muertes por Covid en pabellones de psicología. Leah ha sido hospitalizada, por lo que ese trabajo toca heridas personales.

Las sensaciones de pánico y terror a veces la abruman, y a menudo en los momentos más inconvenientes. Hace poco dio una conferencia magistral con Jess sobre la supremacía blanca en la conferencia anual de la Asociación Americana de Suicidología y dice que un miedo intenso la inundó justo antes de empezar la sesión.

Sus amigos se están enfermando y ha perdido a sus seres queridos por el virus. Ella sufre por todo eso.

“Me despierto a diario con una sensación de temor y premonición”, confesó.

El mes pasado, Leah hizo un llamamiento en Facebook para ver si alguien quería sumarse a una sesión de Netflix para ver “Crip Camp”, un documental sobre el activismo en la discapacidad. Es una película acorde a la pandemia, que ha impactado desproporcionadamente a las poblaciones vulnerables, incluidos los discapacitados, los trabajadores de bajos ingresos y las minorías raciales.

Jess se apuntó, algo que a Leah no le sorprendió.

“Es raro encontrar una amiga que te guste como persona y que también comprenda las causas que impulsan y definen tu vida”, dijo Leah. “Para nosotras, la división entre lo personal y lo político no existe”.

Cuando Jess se siente abrumada, Leah valida su sensación de que están sucediendo cosas malas. Cuando se vuelve apocalíptica, Leah la ayuda a distinguir la angustia de la paranoia. No le ofrece esos mantras sobre la positividad o la esperanza que tanto abundan. Le recuerda a Jess que trabajar por un mundo mejor siempre es importante, incluso cuando tienes que entrecerrar los ojos para poder verlo.

“Leah ha estado trabajando como activista desde siempre, y está acostumbrada a perder, pero sigue luchando”, dijo Jess. “Ella me inspira”.

El futuro

Después de casi seis meses de crisis de coronavirus, abundan las incógnitas sobre la pandemia. Pero Jess tiene algunas certezas: decidir sobre tu destino no es negociable. Se mantiene abierta sobre su vida, sus pensamientos oscuros y las voces que escucha, aunque eso perturbe a las personas.

“Me siento agradecida porque sin decir nada, sabíamos que necesitábamos estrechar ese vínculo en este momento para ayudarnos mutuamente a superar los problemas”, dijo Jess. Jess, a la derecha, junto a, desde la izquierda, Leah Harris, la esposa de Des, Felicidad García, y Des. Los niños, Gus y Theo, son de Des y Fel.
“Me siento agradecida porque sin decir nada, sabíamos que necesitábamos estrechar ese vínculo en este momento para ayudarnos mutuamente a superar los problemas”, dijo Jess. Jess, a la derecha, junto a, desde la izquierda, Leah Harris, la esposa de Des, Felicidad García, y Des. Los niños, Gus y Theo, son de Des y Fel.

“Siento que ahora estoy viviendo de manera más auténtica que nunca”, dijo. “Eso me impide desear morir, porque realmente puedo ser quien soy. La idea de escapar de esa manera es mucho menos seductora de lo que solía ser”.

Las personas que aman a Jess y a las que ella ama esperan que se quede. Su familia, en especial, que estuvo allí desde el inicio, durante los años de crisis y anarquía, ahora disfruta de esa relativa calma. Jess ha creado una vida que vale la pena vivir, una hazaña imposible de lograr sola.

“Si quieres tener una vida que te haga querer quedarte, que te haga querer vivir, necesitas a otras personas”, dijo su hermana Jenny. “Todo el mundo lo hace”.

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Si tú o alguien que conoces está considerando quitarse la vida, contacta inmediatamente con tu Línea Nacional de Prevención al Suicidio:
México: (55) 5259-8121, o visita http://www.saptel.org.mx/
EEUU: 1-800-273-TALK (8255), o visita suicidepreventionlifeline.org
Argentina: tel:135 (línea gratuita) (011)5275-1135 o visita https://www.casbuenosaires.org.ar/

Este artículo fue publicado originalmente en Yahoo por USA Today