La "Endiablada" honra a la Candelaria en un pueblo español

ALMONACID DEL MARQUESADO, España (AP) — Durante dos días, en un pequeño pueblo español, el demonio deja de ser el enemigo número uno para algunos devotos católicos.

Desde el medievo, los 400 habitantes de Almonacid del Marquesado celebran la "Endiablada" cada 2 y 3 de febrero en honor a la Virgen de la Candelaria y San Blas.

Los miembros de la hermandad religiosa de la localidad, integrada solo por hombres, se visten de lo que consideran son personajes endiablados, con coloridos overoles y sombreros rojos tipo mitra. Casi todos los hombres del pueblo, desde los niños hasta los ancianos, participan en las procesiones por sus tortuosas calles.

Todos portan pesados cencerros de cobre alrededor de la cintura, que hacen sonar sin descanso, y algunos corren y brincan para hacer el mayor ruido posible. Cada integrante de la hermandad también lleva su propio bastón de madera, que heredó o labró, algunos con imágenes de algún diablo.

La procesión de la Candelaria, que se celebra el 2 de febrero, representa cuando, según la tradición cristiana, la Virgen María presentó al Niño Jesús a las autoridades del templo 40 días después de la Navidad. Se cree que ese protocolo podría haberle provocado algo de vergüenza, por lo que el repicar de los cencerros sería una forma de desviar la atención del público.

En este día, la hermandad también visita también el cementerio local para honrar a sus miembros fallecidos en el último año.

Por la mañana, la hermandad desfila hacia la iglesia del pueblo, donde el clamor de los cencerros se convierte en un ruido ensordecedor dentro de sus viejos muros de piedra.

Aniceto Rodrigo, de 80 años, preside las celebraciones. Es el Diablo Mayor por ser el que ha participado en más ediciones consecutivas de la fiesta.

Aunque las procesiones son similares, las dos celebraciones tienen orígenes distintos.

La procesión del 3 de febrero conmemora la festividad de San Blas. Según una leyenda local, los pastores de la localidad encontraron una estatua del santo y ganaron una competencia con un pueblo cercano para quedarse con la imagen, haciendo sonar los cencerros de sus animales para celebrar el triunfo.

Mientras algunas mujeres del pueblo se unen a los espectadores llegados de otras localidades para disfrutar de la procesiones, otras están ocupadas cocinando "rosquillas", un dulce tradicional.

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El periodista de AP Joseph Wilson en Barcelona contribuyó a este despacho.