La elección de un clérigo chií radical en Irak pone a prueba a Irán

Moqtada al-Sadr en una reunión con representantes de otros países musulmanes, en Najaf, Irak, 18 may, 2018. REUTERS/Alaa al-Marjani

Por Michael Georgy y John Davison

BAGDAD, 15 mayo (Reuters) - Irán, presionado ya por la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear, se enfrenta ahora a una nueva prueba: cómo tratar con el clérigo chií Moqtada al-Sadr, un oponente formidable que venció sorpresivamente a los aliados de Teherán en las elecciones parlamentarias de Irak.

Pero si Teherán extrema su posición y fuerza una coalición dominada por sus aliados, que deje al margen a Sadr, corre el riesgo de perder influencia y provocar un conflicto entre los chiíes apoyados por Irán y los leales al clérigo.

El populista Sadr arrasó en las elecciones parlamentarias de Irak aprovechando el creciente resentimiento popular contra Irán y lo que algunos votantes dicen que es una élite política corrupta que no ha ayudado a los pobres. [nL2N1SL0VN]

Pero es poco probable que Irán renuncie a su influencia en Irak, su aliado más importante en Oriente Medio, y presionará para que haya una coalición que preserve sus intereses.

"Irán hará todo lo que esté a su alcance para mantenerse fuerte en Irak y ejercer presión", dijo el analista iraquí independiente Wathiq al-Hashimi. "Es una situación muy crítica".

Antes de las elecciones, Irán dijo públicamente que no permitiría un gobierno del bloque de Sadr, una variopinta alianza de chiíes, comunistas y otros grupos seculares.

A su vez, Sadr ha dejado claro que no está dispuesto a comprometerse con Irán formando una coalición con sus principales aliados: Hadi al-Amiri, líder del grupo paramilitar Badr y tal vez el hombre más poderoso en Irak, y el exprimer ministro Nuri al-Maliki.

Después de que se anunciaron los resultados de las elecciones, Sadr dijo que solo cooperaría con el primer ministro Haider al-Abadi, los kurdos y los suníes.

POLÍTICA IRAQUÍ

Irán ha manipulado la política iraquí a su favor en el pasado, sobre todo después de la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 que derrocó a su enemigo, el dictador suní Saddam Hussein.

En las elecciones de 2010, el grupo del vicepresidente Ayad Allawi obtuvo el mayor número de escaños, pero con un margen estrecho, lo que le impidió convertirse en primer ministro. Algo de lo que culpó a Teherán, que gestionó la llegada de Maliki al poder.

Teherán exageró su influencia aquella vez. Los críticos dijeron que Maliki gobernó con una agenda sectaria que alienó a los suníes y creó condiciones que permitieron a Estado Islámico apoderarse de un tercio del país.

Bloquear a Sadr también conllevaría grandes riesgos. La campaña del clérigo llegó a millones de iraquíes pobres, especialmente en sus bastiones en Bagdad y los feudos chiíes.

La legitimidad de Sadr viene de una dinastía de eruditos religiosos chiíes. Se hizo famoso cuando encabezó dos violentos levantamientos contra las tropas estadounidenses tras la invasión en 2003, y en 2016 movilizó a decenas de miles de seguidores a la Zona Verde fortificada de Bagdad.

El parlamentario Dhiaa al-Asadi, que encabeza el bloque de Sadr en la legislatura que se acaba, dijo que buscarían alianzas para contrarrestar cualquier interferencia iraní en el intento de formar un gobierno y descartaron acuerdos con Amiri o Maliki.

"No ocultamos nuestro temor a que haya alguna intervención e intromisión de poderes internos o externos. Irán es uno de ellos", dijo.

Asadi dijo que si Teherán intenta influir en la composición del gobierno, el bloque de Sadr ejercerá presión a través de los canales legales y democráticos, y no a través de protestas populares.