La conspiración para independizar Andalucía del Reino de España

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El reinado de Felipe IV se vio salpicado de un gran número de conflictos políticos –muchos de ellos llegaron a las armas- ya no solo a nivel internacional sino dentro del propio Reino de España, en el que muchas fueron las insurrecciones que llegaron a producirse.

Detrás de la mayoría de esos conflictos y de infinidad de ‘intrigas palaciegas’ se encontraba un personaje llamado Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar (más comúnmente conocido como ‘Conde-duque de Olivares’) que logró situarse como ‘valido’ del monarca (su mano derecha, persona de confianza y quien realmente ‘cortaba el bacalao’ en la Corte durante dos décadas).

La ambición política del Conde-duque de Olivares llevaron al reino a enemistarse no solo con gobernantes de países extranjeros sino con poderosos e influyentes nobles de la propia España y quienes se posicionaron en varios movimientos secesionistas que dieron paso a varias sublevaciones en la década de 1640, entre ellas en el Principado de Cataluña, Nápoles, Sicilia y en Portugal, donde se inició un levantamiento en el país luso que acabaría con la coronación del Duque de Braganza como rey Juan IV de Portugal.

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Quien también se unió a esas conspiraciones fue uno de los nobles más importantes de España: Gaspar Alonso Pérez de Guzmán y Sandoval (IX duque de Medina Sidonia), que a su vez era sobrino del Conde-duque de Olivares y cuñado del recién nombrado rey de Portugal, el Duque de Braganza.

Felipe IV y su valido deseaban recuperar el control de Portugal y encomendaron al duque de Medina Sidonia que capitanease el ejército con el que se atacaría y reduciría a los rebeldes lusos. Pero lejos de llevar a cabo las órdenes del monarca, Gaspar Alonso Pérez de Guzmán estaba tramando una conspiración con la que conseguir la independencia de Andalucía (en aquel tiempo dividida en cuatro y bajo la denominación de los reinos de Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada, aunque bajo el control de la Corona de Castilla).

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El duque de Medina Sidonia contaba con un gran número de apoyos entre los nobles de Andalucía, entre los que se encontraba su primo Francisco Manuel Silvestre de Guzmán y Zúñiga (VI marqués de Ayamonte), quien se convirtió en su mano derecha en todo el complot secesionista.

Evidentemente, la conspiración independentista andaluza contaba con el respaldo de la recién instaurada corona de Portugal, además de recibir el apoyo de Francia y Holanda (en aquel momento enemistados con España).

Durante el verano de 1641, cuando todavía se estaba tramando todo el complot y manteniendo contacto con todos los posibles apoyos a la causa soberanista andaluza, una carta enviada por el marqués de Ayamonte a su primo el duque de Medina Sidonia fue interceptada en la frontera de Portugal por uno de los hombres de confianza del rey y del conde-duque: Antonio de Isasi, quien destapó el intento de secesión andaluz.

Felipe IV, al conocer los planes de conspiración, llamó a palacio a los primos Gaspar Alonso Pérez de Guzmán y Francisco Manuel Silvestre de Guzmán (que pasaron a ser conocidos como los ‘Guzmanes’) pero tan solo se presentó el marqués de Ayamonte, debido a que el duque de Medina Sidonia se excusó de no acudir a la Corte alegando problemas de salud que le impedían viajar, aunque realmente había puesto esa excusa para ganar tiempo y ver si llegaban los tan esperados refuerzos navales que tanto Francia como Holanda le habían prometido enviar al puerto de Cádiz.

Pero el tiempo iba pasando y la flota franco-holandesa no llegaba. Los ánimos iban mermando, al igual que lo iba haciendo los apoyos de los nobles que en un principio se habían involucrado en la conspiración contra el Reino de España.

Quien pagó todas las consecuencias fue el marqués de Ayamonte, quien fue detenido, interrogado y mandado ejecutar por ‘traición a la corona’ (fue degollado, castigo que era impuesto por tal delito).

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Por su parte el duque de Medina Sidonia, en vista del estrepitoso fracaso de sus aspiraciones soberanistas y ser coronado como ‘Rey de Andalucía’, decidió viajar hasta la corte de Castilla y allí pactar con su tío el conde-duque de Olivares una solución ‘digna’ para él.

No fue condenado, aunque sí se le impuso una elevara multa y perdió algunas de sus posesiones y títulos. Ya no volvió a intentar encabezar ningún complot independentista y en un intento de demostración de su lealtad a Felipe IV retó a un duelo a su cuñado, el rey de Portugal, aunque éste nunca se presentó en el lugar señalado para llevarse a cabo.

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