La carta de una madre valenciana dolida que recogió a su hijo con autismo descalzo y cubierto de heces en el colegio
Una madre valenciana ha aprovechado la visibilidad que da Facebook para contar la situación de abandono que sufre como norma su hijo con autismo en el colegio público al que asiste. Con mención a Mónica Oltra, consejera de Igualdad y Políticas Inclusivas de la Generalitat Valenciana, cuenta como un día, al ir a recoger al pequeño se lo encontró cubierto de heces de arriba abajo y descalzo en el patio. Una muestra más de la situación de desamparo en la que se encuentran tanto su hijo como el resto de niños autistas en ese colegio ante la falta de personal.
La información publicada por ABC, diario que se ha hecho eco de la historia de esta madre desesperada y dolida por la situación de desamparo, oculta el nombre de los implicados. Se tacha su nombre y se obvia del colegio “por respeto a su confidencialidad”, según explica el periódico. Que una carta tan personal y con un testimonio tan duro en primera persona se convierta en una historia anónima tiene aún más valor, porque pone el foco en la raíz del problema. En algo que no es exclusivo ni de este colegio ni de esta familia.
En su post, esta madre explica que Leo tiene cinco años y autismo, que acude a un colegio público de Valencia y narra cómo un día, al ir a recogerle, se lo encontró en una situación lamentable. Cuenta que de camino al colegio tanto ella como el padre hablan de hacerle fotografías al llegar, para que les sirva para “dejar constancia del estado en que se encuentra”. Pero una vez que llegan allí, lo primero que hacen es intentar asear como pueden a su hijo.
“Cuando ya casi le he quitado las heces de las manos recuerdo que quería hacerle fotos. Estaba en el patio, descalzo y manchado. La ropa, las manos, la boca. Heces, mierda, caca. Le pongo las zapatillas y lo llevo al aula CYL, vacía en este momento, son las dos de la tarde y estamos en horario de comedor. La semana pasada fue con orina. Llegué y estaba meado, aunque ya casi seco, este invierno hace calor y en el rato que me costó llegar casi dio tiempo a que se secara el pipi encima”, relata en el fragmento de su texto capturado por ABC.
El foco de la denuncia de esta madre es la falta de personal para atender a los niños del aula de CYL (Comunicación y Lenguaje), que solo han contado con apoyo durante dos semanas este curso, y el hecho de que la inclusión que tanto se pregona en realidad no se produce. Critica la falta de comprensión hacia los demás y de cómo “si el otro tiene autismo y en este caso no es consciente de ciertas cosas y normas sociales, además de no tener lenguaje, nosotros nos hacemos los locos, y que espere, que espere lleno de caca. Hasta los ojos”.
Lo dice ella en su texto y está claro que hay algo que no funciona cuando un niño ha de esperar en el patio cubierto de heces hasta que sus padres pueden acudir al centor a recogerlo. Una falta de medios y de desidia que no es el único problema. Del texto se desprende una importante falta de empatía hacia los demás, hacia los que son diferentes, hacia sus sentimientos y sus necesidades.
Un ejemplo de ello es la ‘anécdota’ de aquella excursión al teatro a la que su hijo no podía ir porque no había profesores para ocuparse de los niños con necesidades especiales. Así que ella y otras madres se apuntaron y arrimaron el hombro. Al llegar el autobús, todos los niños bajaron, hicieron su fila y los profesores se los llevaron. Atrás quedaron su hijo Leo y el resto de niños con autismo, como si no fuesen con el mismo grupo.
“Allí quedaron los niños del aula CYL, rezagados, aparte, ninguneados. Sí, ninguneados por sus maestros y compañeros. Se supone que mi hijo esta en un aula ordinaria de referencia (¿no va de esto lo de las aulas cyl?) Pues sus compañeros se marcharon sin él, y sin los demás, claro. Y nadie lo tuvo en cuenta, porque no lo conocen, y seguro que si lo conocen es por el niño raro que se caga encima, aún siendo tan guapo y tan mayor. Qué más da”, escribe en su post.
Para ella, “ese detalle de la excursión que puede parecer tan nimio y para el que seguro que hay mil excusas que pueden ser comprensibles, es la verdad de lo que aquí se da por llamar inclusión”. Una inclusión que salta a la vista que no existen más allá del papel. La realidad es otra. La de Leo y la de tantos niños como él con necesidades especiales.