La anécdota de Gabriel García Márquez que ilustra cómo era Fidel Castro

En el documental Fidel, de la realizadora Estela Bravo, el escritor Gabriel García Márquez relata, divertido, una anécdota ilustrativa de la personalidad del hombre que rigió los destinos de Cuba durante casi medio siglo.


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“Una noche estábamos de pesca y había un amigo que estaba pescando más que Fidel. Y Fidel se hacía el indiferente, estaba de un mal lado y veía que el amigo -muy amigo de él también- empezaba a contar para que él oyera que tenía más pescados que Fidel. Hubo un momento en que le dije al amigo, ‘mira, no sigas pescando, porque mientras tengas más que Fidel no nos iremos nunca de aquí y son las cuatro de la madrugada’. Fidel al fin se empeñó, le pasó una racha de buena suerte y cuando tuvo un pescado más que éste dijo ‘nos vamos porque son las cinco'”, relató el Premio Nobel de Literatura en el documental, realizado en 2001.

La incapacidad para reconocer la derrota fue uno de los rasgos dominantes de la personalidad y el desempeño de Fidel Castro a lo largo de toda su vida política. Incluso en los peores momentos, esa distorsión -que puede tomarse como un optimismo desmesurado- fue muy evidente para quienes lo rodeaban.

En vísperas del cumpleaños 90 de Castro, el comandante Guillermo García Frías recordaba su primer encuentro con él, en las montañas de la Sierra Maestra, en el oriente de Cuba. García era entonces un campesino que acudió a ayudar a Castro y los pocos hombres que habían sobrevivido un ataque aéreo del gobierno de Fulgencio Batista tras desembarcar desde México, el 2 de diciembre de 1956, y un posterior combate en la localidad de Alegría de Pío, que mermó aún más su grupo guerrillero.

“Cuando yo encontré a Fidel, pensaba encontrar un hombre sin ánimo, porque había tenido el fracaso del desembarco, porque había tenido el fracaso de la Alegría, y tenía que estar con su mente complicada por todos esos fracasos. Y cuando me encuentro con Fidel, me encuentro un hombre que parece que había ganado toda la guerra, con un espíritu de triunfo”, recordó García.

El propio Castro recordó esos tropiezos iniciales en mayo de 1970, al admitir públicamente -una de las pocas veces en que lo hizo durante su vida- que el plan de la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar podría no alcanzarse, como en efecto sucedió.

“Si nosotros no hacemos los 10 millones tendremos dos cosas: una derrota moral incuestionable. (…) Sí. Moralmente no alcanzar los 10 millones sería una derrota. No hay la menor duda”, dijo ante una multitud. Pero en la misma alocución, Castro llamó a “saber tener la entereza de revolucionarios para convertir el revés en una victoria”.

La frase se convertiría en consigna, repetida infinidad de veces por dirigentes y también por los cubanos de a pie, a veces con ironía y sarcasmo. Aunque fue Castro el responsable de la idea de la Zafra de los 10 millones, que movilizó todas las fuerzas productivas del país en función de alcanzar la meta quimérica, nunca asumió responsabilidad personal por ese u otro fracaso.

Sin embargo, tras el fiasco, destituyó al entonces ministro del Azúcar, Orlando Borrego. Según se cuenta de modo extraoficial, Borrego había advertido que no era posible alcanzar la meta de los 10 millones. Con frecuencia Castro castigaba a los pocos ministros y funcionarios que osaban emitir una opinión contraria a la suya. Además de destituirlos de sus cargos, eran marginados y condenados a lo que se llamó popularmente “plan pijama”, encerrados en sus casas sin posibilidades de reincorporarse a un puesto decente en el mercado laboral.

Juan Juan Almeida, hijo del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, recuerda que su padre también fue castigado de esa manera, aunque permaneció en las altas esferas del poder en Cuba hasta su muerte, en 2009.

Raúl Castro y los dirigentes históricos cubanos Juan Almeida Bosque y Abelardo Colome durante una sesión del Consejo de Ministros en La Habana en 2003 (AFP/Archivos | )
Raúl Castro y los dirigentes históricos cubanos Juan Almeida Bosque y Abelardo Colome durante una sesión del Consejo de Ministros en La Habana en 2003 (AFP/Archivos | )

“Hacia fines de la década de 1980, Fidel decidió abrir mercados agropecuarios para vender alimentos no racionados, pero ante la proliferación de intermediarios decidió cerrarlos”, contó a Yahoo Noticias.

“Mi padre se opuso durante una de las reuniones del Buró Político que se hacían el fin de semana, llamadas “consejo de guerra”, pues dijo que esos mercados ayudaban mucho a la población, y eso le costó que lo mandaran para la casa en una suerte de prisión domiciliaria entre seis meses y un año”, recordó Juan Juan, exiliado en Miami desde 2010.

Años después de la discrepancia con Almeida Bosque, el propio Castro ordenó reabrir los mercados.

Juan Juan también recuerda que el general Joaquín Méndez Cominches se opuso al envío de militares a Granada, en particular de la designación del coronel Pedro Benigno Tortoló al frente de la fuerza cubana, alegando que no tenía experiencia combativa.

Tortoló llegó a la isla caribeña tras el asesinato del primer ministro Maurice Bishop y no pudo hacer frente a las fuerzas estadounidenses y de la oposición granadina. Veinticinco cubanos murieron y a su regreso a Cuba, aunque fue recibido con honores, terminó luego degradado a soldado.

Tras la caída de la Unión Soviética, Cuba vivió un período de profunda crisis económica bautizado por el propio Castro con el eufemismo de “Período especial”. La escasez de alimentos se convirtió en crónica durante años y empezó a afectar la salud de la población. Proliferaron enfermedades hasta entonces casi desconocidas, como la neuritis óptica. Sin embargo, cuando el entonces viceministro de salud, Héctor Terry, señaló que la enfermedad tenía entre sus causas la desnutrición, Castro lo destituyó, pues se negaba a reconocer que ese era el origen.

Y aunque luego quedó demostrado que Terry tenía razón, nunca fue repuesto en ningún cargo de peso en el gobierno o las altas esferas del Ministerio de Salud Pública.