Dos líderes evangélicos hablan sobre la 'fe radical'

Con acciones en torno a temas que por lo regular se consideran progresistas, Jim Wallis y Kyle Meyaard-Schaap esperan ampliar la imaginación política de los evangélicos. (Rachelle Baker/The New York Times)
Con acciones en torno a temas que por lo regular se consideran progresistas, Jim Wallis y Kyle Meyaard-Schaap esperan ampliar la imaginación política de los evangélicos. (Rachelle Baker/The New York Times)

Cuando Kyle Meyaard-Schaap estaba en preparatoria, una cita de Jim Wallis lucía en el muro de su salón de Lengua y Literatura Inglesa: “Dios no es ni republicano ni demócrata”. Hoy, ambos ocupan puestos de liderazgo en el movimiento que busca ampliar la imaginación política de los evangélicos estadounidenses. Aunque los evangélicos se hicieron conocidos por el firme apoyo que le dieron al expresidente Donald Trump (la mayoría de las encuestas mostraron que alrededor del 80 por ciento de los evangélicos de raza blanca votaron por él en 2020) y una serie de causas conservadoras, entre los que han alzado la voz se encuentran muchos que consideran que su fe los está llevando por una dirección distinta.

Wallis, que ahora tiene 74 años, creció en una familia que describe como “muy evangélica” en Detroit, donde sus padres eran dirigentes laicos en una iglesia de la comunidad Hermanos de Plymouth. Ingresó a un seminario evangélico a las afueras de Chicago, pero se interesó en la política estudiantil radical de su era y rápidamente se convirtió en una de las principales figuras en una activa ala de evangelismo estadounidense con visión política progresista. Ese movimiento, anclado en Sojourners, la organización que fundó y dirigió durante 50 años hasta su retiro en 2021, vivió una década estimulante hasta el surgimiento de la organización política Mayoría Moral y la elección del presidente Ronald Reagan en 1980, cuando los evangélicos se convirtieron en un bloque de voto seguro para los conservadores, como hasta nuestros días.

Esa situación obligó a Wallis a asumir el liderazgo de la oposición, posición desde la que ha intentado hacer que la iglesia estadounidense concentre su atención en temas como el racismo, la pobreza y, en épocas más recientes, el derecho al voto. Ha escrito 12 libros, ha sido encarcelado 25 veces por desobediencia civil y fue uno de los pocos pastores a los que recurrió el entonces presidente Barack Obama en busca de oración y consejo al principio de su mandato.

Meyaard-Schaap, de 33 años, se ordenó como pastor en la Iglesia cristiana reformada en Norteamérica y ocupa el cargo de vicepresidente de la Red Ambiental Evangélica, ministerio cuyo propósito es movilizar a los evangélicos en torno a temas ambientales. Antes, fue el organizador nacional y vocero de Jóvenes Evangélicos por la Acción Climática, otro grupo dedicado a organizar a los jóvenes evangélicos interesados en el tema del clima. Su libro, titulado “Following Jesus in a Warming World: A Christian Call to Climate Action” (Seguir a Jesús en un mundo en calentamiento: un llamado cristiano a la acción climática) saldrá a la venta este mes, publicado por la casa editorial evangélica InterVarsity Press.

Los dos líderes se reunieron en noviembre para conversar en una videollamada sobre la posibilidad de colaborar con líderes seglares, hablar con otros cristianos sobre el cambio climático y aprovechar el hecho, según dijo Wallis, de que son una “minoría crítica”.

Wallis se unió a la conversación desde su oficina en Washington D. C., donde es el director fundador del Centro para la Fe y la Justicia en la Universidad de Georgetown, además de titular de la Cátedra en Fe y Justicia en la Escuela de Política Pública McCourt. Meyaard-Schaap se unió a la llamada desde Grand Rapids, Míchigan, donde vive con su esposa y dos hijos pequeños.

Con acciones en torno a temas que por lo regular se consideran progresistas, Jim Wallis y Kyle Meyaard-Schaap esperan ampliar la imaginación política de los evangélicos. (Rachelle Baker/The New York Times)
Con acciones en torno a temas que por lo regular se consideran progresistas, Jim Wallis y Kyle Meyaard-Schaap esperan ampliar la imaginación política de los evangélicos. (Rachelle Baker/The New York Times)

Esta conversación se sintetizó y editó.

P: ¿Cómo llegaron a un acuerdo sobre los temas a los que han dedicado su carrera?

Wallis: Durante varios años, fui un estudiante activista sin ser una persona religiosa. Nos organizamos, hicimos marchas en Washington, caminamos en protesta hasta el Capitolio en Lansing y luego nos atacaron grupos de derecha y todo eso. Creo que nunca supe mucho sobre Jesús, aunque abandoné la Iglesia y ellos me abandonaron. Estudiaba, como todo el mundo en esas épocas, el marxismo y el anarquismo. El texto que propició mi conversión fue el capítulo 25 de Mateo, al que nos referimos como el texto “Fue por mí”, porque Jesús dice: “Lo hicieron por mí”. El pasaje dice: “Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme. Cuando lo hicieron por uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicieron por mí”.

Esa enseñanza era más radical que todo lo que había leído de Karl Marx y el Che Guevara. Así que la adopté para mi vida.

Meyaard-Schaap: Crecí en un hogar cristiano muy conservador. En realidad, no recuerdo que nunca nos hayamos presentado como evangélicos. Lo que sí recuerdo es una abrumadora conciencia de semejanza ideológica y política. Cuando estaba en quinto año, durante la campaña electoral del año 2000 en que compitieron Bush y Gore, organizamos unas elecciones simuladas en la escuela en las que cada quien escribió a quién prefería como presidente. Nadie pudo ponerles atención a las clases en todo el día. Los resultados de la votación fueron algo así como el 96 o 97 por ciento a favor de Bush y el 3 por ciento para Gore. Lo que todos se preguntaban era: “¿Quién diablos votó por Al Gore?”. Nos parecía inconcebible que un cristiano hubiera votado por Al Gore.

P: ¿Cómo han llevado la fe a esferas activistas que son preponderantemente seglares?

Wallis: La izquierda quiere decir que la respuesta es ser cada vez más seglares, abandonar la religión. Me parece que la respuesta a una mala religión es una mejor religión. Es nuestra fe, a [Kyle] y a mí nos la inculcaron, y no nos hicimos liberales, de izquierda, seglares. Diría que, hoy más que nunca, el futuro dependerá de la fe. Con la secularidad y las iglesias languidecientes, solo aquellos que alimenten una profunda pasión (yo diría, una fe radical) podrán sobrevivir.

Meyaard-Schaap: Creo que estás en lo correcto porque, como dijiste, la extrema izquierda promueve el rechazo de la religión. Me parece que la extrema derecha apoya la actitud contraria: sumérgete en una fe ciega, haz de esta versión particular de fe tu sostén, que es una postura más cultural que teológica o espiritual.

Wallis: Mis estudiantes están cansados de oírme decir: “No opten por derecha o izquierda. Tomen una postura más profunda”.

P: ¿Cómo persuadir a los dirigentes laicos para que creen espacios para la religión?

Meyaard-Schaap: Particularmente en [Jóvenes Evangélicos por la Acción Climática], estábamos trabajando con organizaciones ambientales establecidas. Mi experiencia, además, casi para cada persona y organización, era de entusiasmo y aceptación. Creo que muchas de esas organizaciones reconocen que han tenido mucho éxito para movilizar a las personas que pueden movilizar. Construyeron la mejor plataforma que pudieron con el tipo de mensaje que tienen y el tipo de personas a las que intentan convocar. Pero, si vamos a crear una coalición de dimensiones suficientes para lograr lo que necesitamos lograr en el tema del clima a la velocidad y escala que requiere la crisis, necesitamos construir una plataforma más grande.

Wallis: Estoy totalmente de acuerdo, pero añadiría que no vamos a ganar solo con un mensaje político. Debe haber cimientos morales también. El cambio social requiere cierta espiritualidad. Todos los grandes movimientos de la historia en este país han tenido como centro animador algún movimiento de fe. Sin las iglesias negras, sin duda, no habría existido un movimiento a favor de los derechos civiles.

P: ¿Cómo hablan con los cristianos del cambio climático?

Meyaard-Schaap: Gran parte de lo que intentamos hacer, en especial en la Red Ambiental Evangélica, es hablar sobre la protección ambiental y la acción climática de manera que resuene con los valores que son importantes para los cristianos evangélicos.

Gran parte de los mensajes ambientales de las corrientes principales, sin querer, se comunican con la gente más conservadora, más conservadora en aspectos de teología y política, de tal forma que suena como que dicen: “Estas son todas las cosas que hacen mal y por estas razones ustedes y su comunidad están equivocados y son malos, y esto es lo que deben cambiar, sacrificar y olvidar para ser más como nosotros, que estamos en lo correcto”. Ese no es un mensaje que vaya a funcionar para nadie.

El movimiento climático ha sido algo así como el gruñón del grupo desde hace mucho tiempo. Quisiera que el movimiento climático fuera como ese amigo que todos tenemos que es el primero en la pista de baile en las bodas, el que anima todas las fiestas y nos presenta esta visión: “Este es el hermoso mundo que podemos crear juntos. Vamos a divertirnos creándolo y vamos a crearlo con alegría y gusto, porque así crea a su pueblo, a su imagen”.

Wallis: Con cierta regularidad digo que cuando los dirigentes políticos tienen el dedo en el aire, no sirve cambiar al dirigente político; hay que cambiar el viento.

P: En vista del declive de la cristiandad progresista según algunos parámetros, ¿cómo pueden mantener el ímpetu?

Wallis: Necesitamos una nueva Iglesia estadounidense. Una fe que se limite a la obediencia o sea moderada en cierta forma, no tiene ningún futuro en Estados Unidos frente a la secularización y la demografía y todo eso. Pero una fe genuina, y yo diría incluso una fe radical, me parece que esa sí tiene futuro.

Las mayorías nunca impulsan el cambio. Siempre son las minorías, y las mayorías terminan por rendirse: “Está bien, puedo aceptar eso”. Martin Luther King no tenía una mayoría de personas de la Iglesia negra respaldándolo. Fue una minoría vital la que se arriesgó y pagó el precio. Las minorías contraculturales pueden cambiar a las mayorías. De eso hablamos Kyle y yo de manera distinta.

Meyaard-Schaap: Existen estadísticas: el cambio social logrado en el siglo más reciente solo ha necesitado al 3,5 por ciento de la población.

Hay tanta preocupación en las Iglesias. ¿Por qué los jóvenes ya no vienen a nuestra iglesia? Si queremos que los jóvenes estén aquí, hay que empezar a hablar de los temas que debaten con sus amigos los viernes y sábados por la noche, de las crisis existenciales con las que lidian. Debemos darles una respuesta basada en Jesús para los temas que más les importan, como la acción climática. Entonces, sí que no solo los veremos aquí, sino que comenzarán a marcar el rumbo. Así los verán hacer arder de nuevo el fuego en su Iglesia como nunca lo habían imaginado.

c.2023 The New York Times Company