Kursk: 20 años de la tragedia del submarino nuclear que conmovió al mundo

PARÍS (AFP).- El 12 de agosto de 2000 la explosión accidental de un torpedo provocó el hundimiento del submarino nuclear Kursk, joya de la flota rusa. El destino de los 118 hombres atrapados a 108 metros de profundidad en el mar de Barents (noroeste) mantuvo a la nación en vilo hasta el trágico desenlace, nueve días después de la peor catástrofe vivida por la marina del país tras el final de la Unión Soviética.

En la mañana de ese sábado, el gigantesco submarino Kursk de 154 metros de largo participa en los ejercicios de gran escala de la Flota del Norte en las fronteras de Rusia y Noruega.

A las 11.28 los sismógrafos noruegos registran una violenta explosión seguida, diez minutos después, de una segunda detonación más fuerte.

El submarino es localizado el domingo al amanecer por la marina rusa. Toda conexión de radio con la tripulación está cortada. Solo se capta el SOS que un ocupante del sumergible lanza a través de golpes en el casco.

Al final de la tarde, se lanza un primer submarino de rescate, pero este choca contra los restos del Kursk y debe salir rápidamente a la superficie.

"Problemas técnicos": con estas palabras la marina rusa hace público el accidente del Kursk dos días más tarde, el 14 de agosto.

Según el comandante en jefe de la marina, una "explosión en el primer compartimento de torpedos" dañó el submarino, obligándolo a descender en una zona internacional a unos 150 km al norte del puerto ruso de Severomorsk. La marina trabaja en la hipótesis de un choque con un buque extranjero.

Los militares aseguran que el reactor del sumergible está detenido y bajo control, y que los 24 misiles a bordo no comportan ningún peligro de explosión nuclear. Finalmente, no se registró ninguna fuga radiactiva.

Según la marina, la tripulación tiene suficiente oxígeno para resistir hasta el 18 de agosto.

Pese al temor por los marineros, los rusos rechazan los ofrecimientos de ayuda de británicos, noruegos y norteamericanos.

Equipados con herramientas obsoletas o inadaptadas, los rusos continuaron solos sus operaciones de rescate en plena tormenta, sumando fracaso tras fracaso.

Putin, de vacaciones

Vladimir Putin sigue de vacaciones en Sochi en el mar Negro. Espera hasta el 16 de agosto para dar una primera declaración, vestido con ropa casual: la situación es "crítica" pero Rusia "dispone de todos los medios de rescate necesarios".

Ese mismo día, tras una charla telefónica con el presidente norteamericano Bill Clinton, el exagente de la KGB ordena aceptar "ayuda de donde venga". Pero no interrumpe sus vacaciones. Su silencio le vale críticas en la prensa.

"La catástrofe debería ser una obsesión (...) para el Estado, empezando por el presidente", señala el diario Izvestia. La prensa acusa a los militares de mentir.

El 18 Putin asegura que las posibilidades de salvar a la tripulación son "muy escasas, pero aún existen" y decide finalmente volver a Moscú.

Suerte sellada

El 21, tras 30 horas de trabajo, buzos noruegos abrieron la escotilla del submarino, al que hallan completamente inundado en su interior. Todos los marineros están muertos.

En Vidiaievo, el puerto base de Kursk, Putin es criticado por las esposas de los fallecidos, que lloran.

El 23 de agosto, decretado día de duelo nacional al que las familias de los marineros se negaron a unirse, el presidente dice sentirse "culpable por esta tragedia".

La fiscalía rusa cerró su investigación en julio de 2002, sin hallar responsables. Según sus conclusiones, un torpedo explotó, destruyendo todo el arsenal. Los marinos murieron a más tardar ocho horas después de la explosión.

Un mensaje encontrado en octubre de 2000 en el cuerpo de un teniente de navío entre los restos del submarino mostró que al menos 23 hombres habían sobrevivido en un primer momento a la explosión y se refugiaron en una cabina de descompresión.

"Mi querida Natasha y mi hijo Sasha!!! Si reciben esta carta quiere decir que estoy muerto. Los amo mucho", había escrito Andrei Borisov antes de quedarse sin aire.