Kieran Culkin podría dominar la temporada de los Oscar, pero preferiría quedarse en casa
Una de las muchas excentricidades de una campaña de premios moderna es que puede durar mucho más que el rodaje de la propia película que te puso en la contienda. En 2010, hablé con Mark Ruffalo en la mitad de una campaña de premios que duró meses por “Los niños están bien” y me dijo, con cierto asombro: “Kyle, estuve seis días en esta película”.
Aun así, la mayoría de los actores están encantados de trasladarse a Los Ángeles y promover su película durante varios meses. (Funcionó bastante bien para Ruffalo y su película, ya que ambos fueron nominados a los Oscar). Y por eso últimamente he visto mucho a Kieran Culkin, quien es considerado el actor de reparto favorito por “Un dolor real”: para promocionar la película, cortejó a los críticos de cine en una cena íntima en Spago, estuvo activo en el salón de baile de los estelares Governors Awards y, en una noche reciente de noviembre, se reunió conmigo para tomar un café en el bar Sunset Tower de West Hollywood.
Todo esto parece tan fácil como respirar para Culkin, que es conversardor, inteligente y encantador, dones que aprovechó durante su tiempo en la serie de la HBO “Succession", que concluyó la primavera pasada y le valió un Emmy. Sin embargo, el día que me reuní con el actor, de 42 años, estaba frustrado: su más reciente gira de prensa le obligaba a perderse una reunión de padres y profesores en la ciudad donde vive, Nueva York.
“Mi esposa me dijo: ‘Podemos posponerlo y hacerlo por Zoom’, y yo le respondí: ‘No, no, hazlo como es debido, cuando lo programen. Ve’”, contó Culkin. “Quiero ser el que puede irse un fin de semana y hacer su trabajo, pero también ser el tipo que se reúne con los profesores. Pero creo que estoy llegando al punto de tener que aceptar que no siempre puedo llegar a casa".
La familia es importante para Culkin, que creció en Nueva York con siete hermanos (incluido su hermano Macaulay, de “Mi pobre angelito") y ahora vive allí con su esposa, Jazz Charton, y sus dos hijos. Confiesa sin problemas que intentó retirarse de “Un dolor real” cuando se cambiaron las fechas de rodaje, ya que el nuevo cronograma significaba que su esposa y sus hijos solo podrían visitarle al principio del rodaje en Polonia, lo que le dejaría sin ellos durante casi un mes.
“Me dije: ‘No puedo estar tanto tiempo lejos de la familia’, y tuve un arrebato", dijo.
Es una suerte que pudieran convencer a Culkin de quedarse, ya que es difícil imaginar “Un dolor real” sin él. En la película, él y Jesse Eisenberg, quien también escribió y dirigió la cinta, interpretan a unos primos que solían tener una relación estrecha que se reúnen para hacer un viaje por Polonia en un esfuerzo por comprender mejor a su difunta abuela, que creció allí. Desde su muerte, el Benji de Culkin ha estado a la deriva, y la verdad es que nunca ha estado muy anclado: Benji es carismático y desconcertante a partes iguales, propenso a cambios de humor que irritan a su primo David (Eisenberg).
Benji puede ser el alma de la fiesta o quien absorba todo el oxígeno de una habitación, y lo que resulta tan convincente de la interpretación de Culkin es que esos momentos resultan impredecibles y, al mismo tiempo, se ajustan totalmente al personaje. Hacer que funcionara requirió más espontaneidad de la que Eisenberg esperaba, me dijo Culkin. A continuación, presentamos fragmentos editados de nuestra conversación.
P: ¿Qué te pareció "Un dolor real" cuando te llegó el guión?
R: Me reí a carcajadas, cosa que casi nunca ocurre. Era un guión tan bien logrado y maravilloso que no necesité hacer los deberes porque no había huecos que tuviera que rellenar. Solo quería llegar y no ensayar ni pensar, porque el personaje es espontáneo y sorpresivo. Literalmente, nunca dije ningún diálogo en voz alta sino hasta el momento en que estábamos rodando.
P: ¿Nunca?
R: Ni una sola vez. No repasaba las escenas ni la noche anterior ni temprano en la mañana. De camino al plató, decía: “¿Qué escena estamos haciendo? Genial”. Me aprendía las líneas rápidamente en mi cabeza, luego hacía una toma y decía: “Oh, ¿supongo que eso es lo que pasa en esta escena? No lo sabía”. Pero este personaje se presta a ello. No puedo hacerlo con todo el mundo.
P: No puedes hacerlo con todos los proyectos, pero sé que en “Succession" también tuviste mucha libertad. Antes de esos dos proyectos, ¿tu enfoque se apegaba más a las normas?
R: Era más como en el teatro, donde te ciñes a las palabras. Pero después de un tiempo en “Succession", sentí que tenía cierta propiedad, y (su personaje, Roman Roy) es el tipo de hombre que puede hablar para salir o entrar en cualquier situación. Así que adopté el enfoque de aprenderme las líneas rápidamente: No voy a pensar en ello, intentaré algo. Toma 2, puede que esté al otro lado de la habitación. Toma 3, puede que ni siquiera entre en escena, cosa que hice en una ocasión.
Hubo una toma en la que (Nicholas Braun, que interpretaba al primo Greg) entró y dijo su diálogo y yo no respondí, solo lo miré. Así que pasó a la siguiente línea y yo seguí mirándolo, y él siguió intentando que yo interviniera. Simplemente me lavé las manos y empecé a secármelas en su camisa, y dejaron esa parte. Fue una forma divertida de jugar con la escena y nos dejaron jugar.
P: Incluso antes de que pudieras trabajar de forma tan espontánea, ¿considerabas la actuación como una fuente de juego?
R: Es interesante. Quizá cuando era niño, sí. Mi esposa se burlaba de mí hace 10 años porque cuando estaba cansado, decía: “Chicos, estoy estresado, tengo que ir a trabajar”. Y ella decía: “¿Trabajar? Yo tengo que ir a trabajar. Yo voy a una oficina a trabajar, tú vas a ir a fingir que eres otra persona. Literalmente se llama actuar”.
P: Entonces, si hubieras recibido "Un dolor real" antes de “Succession”, que te ayudó a aprender ese tipo de interpretación, ¿cuán diferente habría sido tu actuación?
R: Probablemente mucho. Recuerdo que pensé: “Voy a tener que volver a la forma en que siempre es, y probablemente me frustre con las marcas T en el suelo”. En “Succession” no teníamos marcas. Las cámaras estaban en algún sitio, tú simplemente hacías lo tuyo. Era muy libre.
Jesse y yo encontramos un ritmo. Intenté entregarme por completo a su manera y no funcionó, y él intentó entregarse a mi manera y tampoco funcionó. Yo decía: “¿Podemos no hacer las marcas?”. Y él: “¿Qué tienen de malo las marcas?”. Así que tuvimos que encontrarle un nuevo ritmo, porque el personaje necesitaba estar vivo y ser espontáneo.
P: Haces tu mejor trabajo cuando se te permite romper algunas reglas. Al mismo tiempo, ¿temes ser percibido como un actor difícil?
R: Sí.
P: Entonces, ¿cómo encuentras el equilibrio adecuado?
R: Trabajando con los demás actores, siempre que no les importe. Si preguntas a cualquiera en “Succession", te dirán que nos compenetramos muy bien y que nunca fui el actor difícil, seguro. Podemos apostar por ello.
P: En "Un dolor real", tu principal compañero de escena es Jesse, que también es el guionista y director. ¿Cómo afecta eso a su dinámica?
R: Lo difícil es recibir direcciones de un actor, porque no se supone que un actor te mire y te diga: “Sería mejor si lo hicieras así”. Eso es un gran desliz, te pueden dar una bofetada por ello, y cada vez que lo hacía, me desconcertaba: literalmente, se me salía el pecho, apretaba el puño y me ponía a la defensiva, en plan: “¿Me está diciendo este (improperio) cómo hacerlo mejor? Porque yo también tengo cosas qué decir de él”.
Entonces me daba cuenta de que en realidad lo hacía muy bien: sabía cuál era la pequeña solución exacta para la escena si no estaba funcionando. También es muy divertido jugar con él. Volvamos al juego, porque eso es lo que creo que es cuando está en su mejor momento. He oído que algunas personas se enfocan en la actuación como si fuera casi una pelea o algo así: nos vamos a nuestras esquinas y luego salimos y nos batimos en duelo en la escena. Yo tengo una filosofía totalmente distinta.
P: A algunos directores les gusta fomentar esa atmósfera de enfrentamiento entre los actores.
R: Eso es frustrante porque es tratar a los actores como niños. No hace falta crear tensión en el plató: los actores pueden inventársela. El ejemplo perfecto es que no puedes encontrar a dos personas más distintas a sus personajes que Sarah (Snook) y Matthew (Macfadyen) como Shiv y Tom (en “Succession"). La tensión que crean en los personajes es tan poderosa, tan real, y los dos son las personas más adorables y los mejores amigos. No debería ser una pelea. Pero si tiene que serlo, intenta no perder.
P: Más que la mayoría de los actores con los que hablo, pareces dar prioridad a tu vida sobre el trabajo.
R: Sí, por ejemplo, estuve en Varsovia y pedí un día menos de prensa para poder irme un día a casa. Estuve en casa 32 horas —y estuve enfermo todo el tiempo, así que el viaje no tuvo sentido—, pero simplemente necesitaba estar en casa y ver a los niños. El trabajo es para poder estar en casa, no para poder estar en el trabajo.
Por eso, con esta película, me dije: “¿Por qué he dicho que sí a esto? Aquí no hay dinero, no veo cómo esto va a beneficiarme a mí o a mi familia de ninguna manera”. No tengo la misma mentalidad de cuando tenía 26 años y estaba soltero, en plan: “Me voy a Shreveport a hacer una película durante unas semanas, ¿a quién le importa?”. Ahora tengo que preguntarme: "¿Dónde se rueda y durante cuánto tiempo? ¿Puedo llevar a la familia? ¿Cuándo, porque mis hijos van a estar en el colegio?”. Todas esas cosas importan antes incluso de iniciar la conversación de si lo haré o no.
P: ¿Te consideras ambicioso?
R: No.
P: ¿Nunca lo fuiste?
R: Para el trabajo, no. Pero creo que apunto alto cuando se trata de otras cosas. Me arriesgué a pedirle una cita a la persona más hermosa y carismática que he conocido y me dijo que sí. Ahora estoy casado con ella, así que apunté muy alto en ese aspecto y acabé con mi mejor amiga y una gran persona. Tengo dos hijos preciosos y quiero ser el mejor padre del mundo, así que me esfuerzo mucho en ello.
P: Así que, sean cuales sean los galardones que te lleguen por tu carrera o por este papel, puedes relativizarlos.
R: Esas cosas están bien, pero lo verdadero es estar en casa con mis hijos, cuando les leo libros y les canto canciones hasta que se duermen. Ese es todo el sentido de la vida. Lo demás lo hago para poder volver a eso.
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