Así es Kensington, un barrio de zombis golpeado por la droga

Callejones oscuros y calles en penumbra repletos de farolas rotas. Bloques de viviendas de dos pisos vacías, fábricas abandonadas desde la segunda mitad del siglo XX, cuando la desindustrialización arrasó la zona, y una calle principal, Kensington Avenue, como centro neurálgico de uno de los mercados de drogas al aire libre más grandes de Estados Unidos.

Dos personas drogándose en Kensington, Filadelfia. (Photo by Spencer Platt/Getty Images)
Dos personas drogándose en Kensington, Filadelfia. (Photo by Spencer Platt/Getty Images)

El “Walmart de la heroína”, como reflejó en un extenso reportaje The New York Times. Así es el distrito de Kensigton, en Filadelfia, cuyas imágenes se han hecho virales porque reflejan como pocas los estragos de la epidemia de opioides que está sufriendo Estados Unidos.

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La calle principal, cuenta el diario neoyorkino, está repleta de locales de comida china, casas de empeños y pubs irlandeses. Los carteles de personas desaparecidas cuelgan de las ventanas de las tiendas y los camellos se distribuyen en las aceras, donde anuncian y ofrecen su mercancía al aire libre, mientras los consumidores fuman crack o metanfetamina, o se inyectan heroína.

“Se inyectan agujas en brazos, cuello y entre los dedos de los pies. Cojean y cabecean. Algunos están tirados en el suelo y parecen estar muertos”, describe el trabajo de The New York Times de 2018.

La pandemia no ha alterado el día a día en este distrito, cuyo mercado sigue funcionando a pleno rendimiento. Tampoco ha mejorado la vida de sus habitantes. En todo caso, las consecuencias económicas, financieras, emocionales y sociales del coronavirus han agudizado el problema con el que Estados Unidos lleva lidiando décadas, pero que se ha agravado en los últimos años.

La fuerte adicción que provocan los opioides desencadenan y/o se interrelacionan con otros problemas asociados a un barrio como Kensington: sinhogarismo, prostitución, insalubridad, pobreza, problemas financieros y subordinación de la vida del adicto a las dosis que necesita para calmarse. Todo lo demás es secundario.

Tiendas de campaña en Kensington, Filadelfia. (Photo by Cory Clark/NurPhoto via Getty Images)
Tiendas de campaña en Kensington, Filadelfia. (Photo by Cory Clark/NurPhoto via Getty Images)

Medio millón de personas, según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), han muerto en la primera economía del mundo en los últimos veinte años (2009-2019) por sobredosis de opioides, ya provengan de prescripción médica o del mercado ilegal de drogas.

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El Centro describe tres olas en la epidemia: una primera iniciada en los 90, asociada a las recetas en las que se prescribían opioides; una segunda a partir de 2010 con un rápido crecimiento de las muertes por sobredosis de heroína; y una tercera, desde 2013, en la que han aumentado los fallecimientos por la administración de opioides sintéticos más baratos como el fentanilo, con el que se corta la heroína y que es entre 50 y 100 veces más potente que la morfina.

Kensington atrae anualmente a centenares de personas procedentes de todo Estados Unidos por la facilidad para conseguir los opioides a precios competitivos. Muchos se hicieron adictos a través del consumo de analgésicos y otros medicamentos legales recetados por su médico, tras lo que se vieron obligados a acudir al mercado ilegal para calmar su adicción.

La venta de la oxicodona

Un caso que se judicializó fue la venta de oxicodona, comercializada bajo el nombre OxyContin por la farmacéutica Purdue como un calmante. Por este motivo se ha enfrentado a cientos de demandas ante las que la familia Sackler, propietaria de la empresa, se ha declarado en quiebra y el juez acaba de eximirles de cualquier responsabilidad por la pandemia de opioides.

El acuerdo alcanzado con los acreedores, incluidas las víctimas individuales y miles de gobiernos estatales y locales, implica que la familia renunciará a la propiedad de la empresa y contribuirá con 4.500 millones de dólares, pero quedará libre de futuras demandas por opioides.

El documental The Crime of the Century ("El crimen del siglo"), dirigido por Alex Gibney atribuye a la industria farmacéutica la responsabilidad de esta epidemia, la tacha de crisis “manufacturada” y cuenta paso a paso cómo empezó esta crisis de opioides desde los 90 hasta nuestros días.

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