Kennedy tiene extraños aliados en el tema de las grandes farmacéuticas, la alimentación y la agricultura

Robert Kennedy Jr. junto al presidente electo Donald Trump, a la derecha, durante el UFC 309 en el Madison Square Garden de Nueva York, el 16 de noviembre de 2024. (Al Drago/The New York Times)
Robert Kennedy Jr. junto al presidente electo Donald Trump, a la derecha, durante el UFC 309 en el Madison Square Garden de Nueva York, el 16 de noviembre de 2024. (Al Drago/The New York Times)

No se puede negar el “bromance” entre el presidente electo Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr., dos hombres famosos por su gran ego y el deseo de denunciar una burocracia federal que consideran corrupta.

Pero si se confirma la designación de Kennedy para dirigir el Departamento de Salud y Servicios Humanos, varias de sus prioridades clave podrían ir en contra de las de la administración, cuya estrategia se basa en la desregulación. Susie Wiles, elegida por Trump como jefa de gabinete de la Casa Blanca, procede de una empresa de cabildeo que representaba precisamente a las industrias que Kennedy espera perturbar.

En las últimas dos décadas, Kennedy, abogado y ecologista de larga data, ha volcado su pasión hacia temas de salud, muchos de los cuales (fuera de su cuestionamiento de la seguridad de las vacunas) tradicionalmente se alinean mejor con el Partido Demócrata que decidió abandonar. En lo que respecta a las críticas sobre la captura corporativa por parte de las gigantes (las grandes farmacéuticas y las grandes corporaciones de las industrias agrícola y alimentaria, entre otras), las ideas de Kennedy se hacen eco de las de algunos de los críticos más sonoros del gobierno entrante de Trump.

Michelle Obama

Kennedy, que recientemente criticó la afición de Trump por la comida rápida, ha sido claro sobre sus planes de eliminar los alimentos ultraprocesados que contribuyen a las crecientes tasas de diabetes y obesidad en Estados Unidos. Esos objetivos suenan familiares para cualquiera que haya vivido durante la administración Obama, cuando en su época de primera dama Michelle Obama inició la campaña ¡Movámonos!, cuya meta era fomentar dietas y estilos de vida más saludables entre los niños.

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Michelle Obama fue una de las impulsoras del grupo de trabajo sobre la obesidad infantil creado por el presidente Barack Obama. Durante su administración, las agencias federales publicaron etiquetas nutricionales actualizadas y el omnipresente icono “MiPlato”, que sustituyó a la pirámide alimentaria. Su proyecto más importante fue defender la Ley de Niños Sanos y sin Hambre, que aumentó la financiación de los almuerzos escolares y elevó sus normas nutricionales. Los requisitos de verduras y las normas aplicables al sodio y las bebidas aromatizadas de esa ley, aprobada en 2010, se redujeron durante el primer gobierno de Trump.

Gavin Newsom

La semana anterior a las elecciones, Kennedy declaró que “lo primero” que haría como parte del gobierno de Trump sería: "Decirles a las empresas de cereales: 'Eliminen todos los colorantes de su comida'". Pero, en California, el gobernador Gavin Newsom ya se le adelantó.

Newsom, un firme progresista, se convirtió el año pasado en el primer gobernador en firmar una ley que prohíbe el uso del colorante rojo número 3 en alimentos como caramelos, galletas y glaseados. Los reguladores federales prohibieron el uso de esta sustancia química en cosméticos en 1990 por motivos relacionados con el cáncer, pero el ingrediente no dejó de ser legal en el suministro de alimentos. La Administración de Alimentos y Medicamentos ha declarado que está examinando las pruebas existentes, y otros estados están considerando prohibiciones similares.

Mientras Kennedy prometía en la campaña electoral de septiembre retirar el "veneno" de los anaqueles de los supermercados, Newsom firmó un segundo proyecto de ley que prohíbe el uso de seis colorantes diferentes en los alimentos servidos en las escuelas públicas de California. Los autores del proyecto de ley citaron pruebas de que los colorantes podrían causar problemas neuroconductuales en algunos niños.

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Bernie Sanders

Puede que el grupo sin ánimo de lucro de Kennedy, Children's Health Defense, sea más conocido por difundir información errónea sobre las vacunas, pero esa organización forma parte de una iniciativa más amplia con el propósito de “eliminar sistemáticamente la corrupción de las grandes farmacéuticas”: prohibir la publicidad de medicamentos, eliminar los conflictos de intereses de los reguladores y (el objetivo con apoyo más universal) garantizar precios asequibles de los medicamentos.

El senador progresista e icono liberal Bernie Sanders, de Vermont, es uno de los críticos más férreos de las grandes farmacéuticas. En su carácter de presidente del Comité de Salud, Educación, Trabajo y Pensiones del Senado, Sanders ha hecho sonar el tambor contra un sistema sanitario al que califica de “disfuncional” y ha encargado informes sobre los modelos de negocio de las farmacéuticas, uno de ellos titulado en parte “Avaricia, avaricia, avaricia”.

Sanders ha impulsado una serie de propuestas para controlar el costo de los medicamentos y, en un momento dado, prometió oponerse a cualquier nombramiento para un puesto sanitario hasta que el presidente Joe Biden presentara un plan detallado para reducir los precios. Es solo una de las áreas en que los mensajes de populismo económico anticorporativo de los políticos se han hecho tanto eco el uno del otro que un antiguo encuestador de Sanders empezó a preguntarse si Kennedy atraería a una parte de su base.

Cory Booker

El senador Cory Booker, demócrata de Nueva Jersey, publicó un día antes de las elecciones un artículo de opinión en el que criticaba la iniciativa “Hagamos a Estados Unidos Saludable de Nuevo” de Kennedy. Para todo el que esperara un cambio en el sistema alimentario, su advertencia fue: “No se dejen engañar”.

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No obstante, también publicó la semana pasada un video en el que empezó a sonar (al menos para algunos de sus electores) muy parecido al propio Kennedy.

“Le estamos dando prioridad a que las corporaciones nos alimenten con productos poco saludables en lugar de dársela a los agricultores familiares que cultivan alimentos frescos y saludables”, escribió en una publicación en la plataforma social X. “Debemos unirnos para construir un sistema que funcione para todos”.

Kennedy, que antes era conocido sobre todo por su trabajo como abogado ambientalista y ahora promueve la agricultura regenerativa, compartió el video de Booker y le agradeció su “larga trayectoria de liderazgo en este tema”.

Si Kennedy consigue un puesto permanente en el gobierno de Trump, es posible que acabe encontrando cierta camaradería entre sus filas por enfrentarse a las grandes empresas agrícolas. Booker ha impulsado una serie de proyectos de ley diseñados para reformar el sector y ha expresado su preocupación por la contaminación agrícola.

Por supuesto, Kennedy podría enfrentarse a desafíos en la nueva administración. Su experiencia en la demanda contra Monsanto por los efectos sobre la salud del glifosato, un ingrediente herbicida, le plantea un interesante dilema a Trump, cuya primera administración fue responsable de volver a aprobar ese producto químico.

c.2024 The New York Times Company