La promesa engañosa de los juegos para el cerebro

Nada como el miedo para engendrar malas decisiones. Para negociantes hábiles, ese sentimiento en los consumidores, mezclado con ignorancia y bien sazonado con dosis de publicidad engañosa, puede generar importantes ganancias. La fórmula no es nueva. Pero la industria de los juegos para el cerebro (brain games) la ha explotado con éxito, a pesar de las alertas de la comunidad científica.

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El envejecimiento poblacional ha disparado la inquietud por el estado de la mente en las edades avanzadas (Zoomin.tv)

La promesa de una mente entrenada

La avidez por estos juegos despertó a inicios de este siglo tras varios descubrimientos sobre la plasticidad del cerebro, o sea, su capacidad para cambiar a lo largo de la vida. Ya en 1997 una investigación sobre cómo el hipocampo de los taxistas de Londres respondía al aprendizaje de memoria de las rutas citadinas había encendido el interés de científicos y medios de prensa.

Luego, en 2008, un grupo de psicólogos estadounidenses realizó un experimento que demostró supuestamente el efecto de un ejercicio para poner a prueba la memoria de trabajo, conocido como dual n-back. Intentos posteriores de replicar el estudio no arrojaron iguales resultados.

En general las empresas que ofrecen juegos para el cerebro prometen el mejoramiento del rendimiento laboral, escolar e, incluso, atlético. Según Lumosity, una de las compañías líderes del sector, la práctica de determinados videojuegos retrasaría la pérdida de memoria relacionada con la edad y prevendría el deterioro cognitivo leve, la demencia y la enfermedad de Alzheimer, además de otros trastornos de sistema nervioso.

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La industria de los juegos de la mente ha aprovechado el miedo a la vejez para explotar el mercado (Fotolia)

Y muchos estadounidenses creen en esas promesas. Como una fórmula mágica, el programa de entrenamiento correcto reducirá el riesgo de sucumbir a la decadencia mental de la vejez. La candidez de los norteamericanos responde a hechos concretos.

Cada minuto una persona enferma de Alzheimer en Estados Unidos. Para mediados de esta centuria ese ritmo se incrementará a un paciente cada 33 segundos. Ese mal ha ascendido al sexto lugar entre las causas de muerte en el país y es la única que hasta el momento no puede ser prevenida ni curada. Desde principios del siglo XXI los fallecimientos relacionados con este tipo de demencia aumentaron en más de 70 por ciento.

El temor a perder el control de la mente ha alimentado las finanzas de una industria valorada en 1.000 millones de dólares, un monto que podría sextuplicarse en el próximo lustro.

Una caminata para el cerebro

Sin embargo, una parte significativa de la comunidad científica ha puesto en duda los beneficios de semejante gimnasia cerebral. En 2014 el Centro de Longevidad de la Universidad de Stanford y el Instituto de Desarrollo Humano Max Planck, de Berlín, alertaron sobre las afirmaciones “frecuentemente exageradas y a veces engañosas” de los promotores de juegos para el cerebro.

El grupo de especialistas en psicología cognitiva y neurociencias reconoció que la mente humana puede desarrollarse, incluso en edades avanzadas. No obstante, recordó que existe escasa evidencia sobre el impacto de ese tipo de entrenamiento sobre las habilidades cognitivas o las capacidades para realizar las complejas tareas de la vida cotidiana.

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El texto advirtió que creer en una solución mágica para conservar la salud neuronal en la vejez desviaba la atención sobre los efectos probados a largo plazo de llevar una vida saludable y activa. En ese sentido, los científicos recomendaron actividad física, una existencia intelectualmente intensa y mantener relaciones sociales, de acuerdo con el gusto de cada persona.

En otras palabras, una caminata, además de beneficiar el bolsillo (por gratuita), ayuda más a conservar la mente sana que cualquier programa de juegos milagrosos. Ese consejo tan simple ha sido confirmado por investigaciones posteriores sobre el efecto de la actividad física en el cerebro.

En un reciente fallo, la empresa Lumosity aceptó pagar dos millones de dólares en respuesta a cargos presentados por la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos. La acusación apuntaba a la publicidad engañosa y la manipulación de testimonios de clientes para ganar la confianza de nuevos consumidores. A pesar del veredicto negativo, la compañía aseguró que apenas se trataba de un problema en el lenguaje del marketing, no un cuestionamiento a sus productos o la validez de sus investigaciones.

Cuando los jugos del negocio desbordan las arcas, el cerebro empresarial no duda: sabe que en el duelo entre la publicidad y la ciencia, casi siempre, gana la primera.