José Sosa, el gran capitán, confirma la teoría que excede al fútbol: el valor de la experiencia para otro sueño de Estudiantes

José Sosa lucha con Valentini, en el primer Boca-Estudiantes, antes del desvanecimiento de Altamirano
José Sosa lucha con Valentini, en el primer Boca-Estudiantes, antes del desvanecimiento de Altamirano - Créditos: @Fotobaires

En la recta final del Apertura 2006, Boca necesitaba arañar un punto en las últimas dos fechas para coronarse campeón, pero perdió contra Belgrano y Lanús. Estudiantes consiguió el milagro del desempate y en una final inolvidable, se consagró campeón, un festín en Liniers. Ricardo La Volpe había reemplazado a Alfio Basile, cambió nombres, tácticas y hasta mínimos detalles. Cambió todo. Y el gigante se quedó sin el premio del tricampeonato.

El Bigotón se refirió varias veces al ocaso. Una vez, en diálogo con ESPN, admitió algunas culpas. ”Me faltó agarrar al Cata Díaz, Gago -con quien me llevaba más o menos bien-, a Palermo, a Guillermo Barros Schelotto... Los tendría que haber llevado a comer, a desayunar, a tomar un café. Ver qué pasa, en qué me equivoqué. Me faltó inteligencia de técnico. Soy el primer psicólogo de un equipo. Soy el que convence a un jugador de jugar a algo, por eso se llama equipo”, resumió. Del otro lado, Estudiantes creó una de sus grandes obras, matizada de mística y pizarrón.

Diego Simeone todavía no se había enamorado del catenaccio: era un equipo de autor, agresivo y vanidoso. Andújar, Alayes, Braña, Pavone, Verón (algunos alumnos y el profesor de la escuela del León) y un pibe con pasta de crack. Como hoy, cuando está a punto de cumplir 39 años , con la camiseta número 7 y el cerebro de la creación, un viejo y moderno número 10: José Sosa, el Príncipe. Creó un tiro libre sensacional, que transformó la historia que había tenido el prólogo de Martín Palermo, desde los 5 minutos, el gran artillero surgido en City Bell.

Mariano Pavone, a cinco minutos del final, le quitó definitivamente el título a Boca, que no lo pudo creer jamás. Estudiantes-Boca no es un clásico, pero suelen jugarse con el corazón en la mano, como el reciente 1-0 celebrado por el elenco platense, con un cabezazo de Javier Correa y cierta complicidad de Chiquito Romero. Entre todos, el Principito. Juega con las mismas ganas de cuando empezó su aventura futbolera en Carcarañá, provincia de Santa Fe.

Recuerdos de una escuela indeleble de nuestro medio. Con su principal embajador. “Esa fue una etapa muy feliz. Mi formación hasta jugar en primera, pasarla mal y salir campeón. Tiempo antes, la época con Carlos (Bilardo) fue inolvidable, no sólo porque me mandó a cortar árboles, me sacó de la pensión, me ayudó mucho. Todos los días me daba 100 pesos para que fuera a comer a un buen restaurante, donde iban los profesionales”, contó alguna vez Sosa. Trabajos forzados, gambetas y recompensas en clave Pincha.

José Sosa es una de las banderas del equipo que dirige Eduardo Domínguez, un equipo entrado en años, que demuestra la teoría de que el valor de la experiencia no es una frase volátil. Luciano Lollo tiene 37, Fernando Zuqui, 32, Guido Carrillo, 32, Enzo Pérez, 38 y Pablo Piatti, 35.

El destino quiso que José Sosa fuera dos veces campeón un 13 de diciembre, de aquel bombazo contra Boca a esta no tan lejana Copa Argentina, un 1-0 sobre Defensa y Justicia de escritorio. Algunos creían que Sosa había regresado demasiado tarde. “Se machaca mucho, se pone mal. Necesita sacarse eso de la cabeza, porque la responsabilidad no es de él, es del equipo”, sostenía Eduardo Domínguez, su guía. Una mentira (no tan) piadosa: sigue intacto. Toca de primera, es el dueño de la pelota parada, ordena, inventa fantasías, se tira al piso. Pertenece al fútbol de otra época.

José Sosa, en aquel inolvidable 2006
José Sosa, en aquel inolvidable 2006

Bayern Munich, Napoli, Metalist (Ucrania), Atlético de Madrid, Besiktas (Turquía), Milan, Trabzonspor y Fenerbahçe (ambos de Turquía), exhiben con elocuencia su vida en el fútbol. La vuelta a casa tuvo el valor del sentimiento, la necesidad de acabar la faena en donde todo comenzó. De pequeño, sin embargo, no le daba tanta pelota al circo futbolero mundial.

“Yo soy muy de pueblo, y si te digo la verdad, de chico casi no miraba nada de fútbol internacional. Recién a medida que fueron pasando los años, cuando llegué a Primera y empecé a jugar torneos como la Copa Libertadores o a escuchar nombres de argentinos en otras partes del mundo, comencé a preguntarme qué habría del otro lado que todos quieren ir. Y ya ves… nunca me imaginé que iba a estar en tantos lugares”, le contó a LA NACION, tiempo atrás.

José Sosa, un símbolo de Estudiantes de La Plata
José Sosa, un símbolo de Estudiantes de La Plata - Créditos: @Marcelo Endelli

De su travesía europea, en la que vivió de cerca la guerra civil que estalló en Ucrania, Sosa contó en esa entrevista: “Aprendí que asumir riesgos fortalece la personalidad, porque hay que ir afrontando cosas que no son sencillas. Primero tuve la oferta de un club tan grande como el Bayern Munich y después estuve en países en los que otros dicen: ‘No voy ni loco’, pero es lo que me tocó y creo que me dio mucho más en el plano personal”.

Sosa también tuvo su paso en el seleccionado nacional, donde formó parte del plantel de Sergio Batista que obtuvo la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y estuvo en la lista previa de 26 futbolistas para llegar a la Copa del Mundo de Brasil 2014, en el equipo con el sello de autor de Alejandro Sabella. Lamentablemente, en el corte final se quedó afuera del Mundial en el que la Argentina perdió la final contra Alemania.

En los últimos meses, su imagen se reparte con las notas de espectáculos, ya que disfruta de un romance ciertamente mediático. El corazón de Sosa, de todos modos, late más fuerte sobre el campo de juego. “Cuesta sacarlo a José, es el capitán y el alma del equipo, es uno de los nombres de peso, nuestra bandera”, señala Domínguez. Todo un símbolo de su figura, según pasan los años.