Jorge Ramos: Rafa Nadal y el reto de la segunda mitad | Opinión
Madrid - Es puro agradecimiento. A donde voltees en España hay muestras de cariño y apoyo al tenista mallorquín, Rafael Nadal.
Movistar tiene un documental llamado “¡Qué Suerte Hemos Tenido!” —que en realidad es un homenaje— sobre la fortuna que hemos tenido los mortales de coincidir en estos tiempos y en este planeta con un jugador de tal intensidad y talento.
El reportaje abre con imágenes de Nadal, en cámara lenta, con la mirada totalmente concentrada y su famoso golpe de derecha con un brutal top spin, que en realidad es de un zurdo, rasgando el aire hasta darle toda la vuelta alrededor de su cabeza.
Es difícil encontrar a otro atleta que muestre tanta intensidad al jugar y que tenga esa garra para vencer. Al verlo tienes la sensación que está dispuesto a morir en la cancha con tal de ganar un punto. Cualquiera. Es un estilo.
Roger Federer, en cambio, daba la impresión de que todos sus golpes fluían, sin esfuerzo, y que apenas pisaba el pasto o la arcilla. Nadal no. Pisaba fuerte y se hacía sentir.
Y ahora que escribí “pisaba” en pasado, me doy cuenta de que ese Nadal con el que crecí ya no jugará más. Difícil pensar que alguien a los 38 años de edad se tenga que retirar de lo que más le gusta en la vida.
Este artículo no es sobre ese gran jugador ganador de 22 títulos Grand Slam sino sobre la segunda parte de la vida de Nadal, esa que se tiene que inventar y que ni él, siquiera, sabe hacia dónde va.
“No estoy cansado de jugar al tenis”, dijo Nadal cuando se despidió en Málaga luego de 20 años de carrera profesional. “Sencillamente el cuerpo ha llegado a un momento dado en que no quiere jugar más al tenis. Hay que aceptar la situación”.
Aceptar la situación. Eso es lo difícil. Este hombre, que está en mejor condición física que la mayoría de los ocho mil habitantes del planeta, ha tenido que decirle no a lo que más le gusta hacer en la vida.
¿Y ahora qué debe hacer Nadal? ¿Cómo se reinventa? Eso le pregunté al doctor Diego Bernardini, uno de los mayores expertos en el mundo sobre la llamada “nueva longevidad”. “Es un doble desafío”, me dijo el médico de 57 años, con un máster en gerontología y desordenado pelo lleno de rizos entrecanos. “Tienen, primero, un retiro en una situación de protagonismo, de poder económico, de influencia extremadamente alto”. Y segundo, “la transformación, la identidad; cómo se va a acomodar”.
Es muy posible que Nadal, por su riqueza, influencia y reputación, tenga más oportunidades para reinventarse que la mayoría de las personas que se retiran, a cualquier edad.
Pero el doctor Bernardini advierte sobre el peligro de identificarnos solo con lo que hacemos. Decir: soy periodista, soy tenista, soy médico, el algo incompleto. Somos mucho más que las cosas que hacemos.
¿Qué es lo que pasa en el retiro o ante un radical cambio de vida? “Estamos dejando la seguridad de una etapa pasada frente a una incertidumbre del futuro, y esto impacta en la identidad”, me dijo Bernardini. Es una “transición en la segunda mitad de la vida (que lleva) a una etapa de creación, de una nueva identidad, de ejercer atributos que uno viene desarrollando, que ha traído de la primer mitad de la vida”.
Debido a las bajas tasas de natalidad a nivel mundial y a que ahora la ciencia nos permite vivir más años, el planeta tendrá mucha más gente mayor de edad. Es la nueva longevidad. Y por eso Bernardini propone pasar de la productividad a la vigencia. No se trata de producir mucho sino de aportar.
Los japoneses tienen un hermoso concepto, ikigai, que significa “razón de ser”. Y es esa vida con propósito —que también proponía el sicólogo austríaco y sobreviviente del holocausto Victor Frankl — la que podemos y debemos buscar en la segunda mitad. Las posibilidades son
infinitas. Tantas que marean. (Si te interesa el tema hay un gran libro llamado Ikigai, escrito por Héctor García y Francesc Miralles, y publicado por Urano.)
Me puedo imaginar a Nadal como coach de Copa Davis o en labores filantrópicas para llevar el tenis a los lugares más pobres del orbe. Pero también ofreciendo franquicias de su club de tenis, metido en un yate disfrutando a su familia o escondido, una tarde, viendo series de Netflix y dejándose crecer la barba. (Bueno, no tanto.)
El caso es que el gran Rafa -ese que sorprendió al mundo en el 2008, al ganarle la final de Wimbledon a Federer en cuatro horas y 48 minutos- no tiene nada que hacer y mucho en qué pensar.
Algunos lo recordarán por sus extrañas rutinas, jalándose el short, sin pisar las líneas, acomodando en fila sus botellas de agua y por sus tics nerviosos recorriéndose la cara.
Otros por sus maravillosas celebraciones tras un triunfo, tirándose al piso, boca arriba, estirando al máximo pies y brazos, y gritando quien sabe qué cosa.
Sea como sea, nadie lo puede acusar de no haber vivido con intensidad. Gracias Rafa y avísanos cuando sepas lo qué vas a hacer con el resto de tu vida.
Jorge Ramos Avalos fue presentador de Univision por muchos años.