Jorge Ramos habla de sus ‘otras vidas’, de lo que se arrepiente y del alivio de regresar a casa

Hoy vengo a pedirles que desobedezcan, dijo Jorge Ramos en el discurso de aceptación del Premio Gabriel García Márquez en octubre del 2017.

“Hay que desobedecer a los dictadores de Cuba y Venezuela (...) Hay que desobedecer al presidente de México (...) Hay que desobedecer a cualquiera que pida lealtad y paciencia”.

Ramos está definiendo el periodismo que le interesa, el transgresor, el que va contra los poderosos que abusan de su autoridad.

Su libro más reciente Así veo las cosas: lo que nunca te conté (Planeta) es una selección de sus columnas, pero como anticipa el título, es también sobre la vida. A los 66 años, el periodista mexicano y conductor del Noticiero Univision, nombrado entre los hispanos más influyentes de Estados Unidos y del mundo –siempre reacio a hablar de sí mismo– cuenta detalles de su infancia, su juventud y su familia.

Y es ahí cuando toca la fibra más profunda. Cuando habla de la partida de su hijo Nicolás a la universidad –no sé si porque mi hijo también se marcha este año a comenzar su vida de adulto lejos de Miami– nos podemos identificar hasta la médula con Ramos. Ese regalo tan preciado, la grabación de la risa de Nicolás, de bebé, junto a la foto del niño, lo toca, lo mira y lo escucha a cara rato, lo lleva consigo como talismán, y teme perderlo.

Jorge Ramos presenta en Miami su nuevo libro, ‘Así veo las cosas: lo que nunca te conté’, en el que aborda aspectos más íntimos de su vida y carrera.
Jorge Ramos presenta en Miami su nuevo libro, ‘Así veo las cosas: lo que nunca te conté’, en el que aborda aspectos más íntimos de su vida y carrera.

Ramos no solo es el papá de Nicolás y de Paola Ramos –la periodista Latinx autora de dos libros, uno sobre la inmigración y otro sobre el avance del conservadurismo entre los latinos– fue también el papá de Lola, una gata brava que perdió una oreja en una pelea.

Durante 20 años lo acompañó Lola, a veces en su estudio, durmiendo, mirándolo, dejándose querer, mientras escribía algunas de estas columnas. Las últimas horas de Lola, uno de los días más fríos en Miami, llenan de ternura y recuerdan esa fragilidad, que no solo es la propia, sino la más grave, la pérdida, o simplemente la marcha, la lejanía, de los seres que amamos.

Si el Ramos de 66 años cautiva con sus reflexiones como luz tamizada, el reportero temerario de la juventud se acerca a los volcanes y convierte la vida en una aventura. A través de sus ojos, qué deseos dan de vivir hasta el último trago, aunque al otro día, al regresar a las cercanías del volcán, las vacas calcinadas avisen de la tragedia que pudo ocurrir. No se puede vivir sin quemarse las alas, porque si no, qué vamos a contar mañana.

Ramos presenta Así veo las cosas: lo que nunca te conté el 12 de junio a las 8 p.m. en Books & Books, de Coral Gables. Y la conversación será con María Antonieta Collins, así que lleven cobijas, que a lo mejor amanece.

¿Cuál es el ‘hilo conductor’ que une columnas tan disímiles?

Lo que une a todas las columnas es que están basadas en experiencias muy personales. Hablo de mi familia, de mis mascotas, de futbol, de gente que se me ha muerto, de la alegría de un concierto y de la angustia de no saber qué pasa cuando nos morimos. A propósito dejé a un lado las columnas más políticas y me concentré en las más íntimas.

Siempre has sido reacio a contar aspectos de tu vida privada, ¿por qué ahora decides compartir algunos?

Hoy en día nada es privado. Todo se sabe. La internet y las redes sociales nos han hecho a todos personajes públicos. Y por más que trates de cuidar tu privacidad, siempre vivimos existencias muy expuestas. En ese contexto, es mejor que tú cuentes tu propia vida, que tengas control de tu narrativa, y no que otros la escriban por ti. Y lo escribo ahora porque, a los 66 años, ya tienes más pasado que futuro y no quiero que se pierda lo que he escrito durante casi cuatro décadas.

“Soy un cazador de ideas”, dices. Cómo se relaciona la frase con tu proceso de escritura.

A mí me pasa, como a todos los columnistas, que se pasan la semana pensando qué van a escribir. Uno va escribiendo la columna semanal en la cabeza. A veces la tienes casi hecha y, de pronto, surge otra idea más interesante y vuelves a comenzar de nuevo. Pero para que una columna o un ensayo resulten interesantes, tienes que encontrar una noticia o acontecimiento público y darle un giro personal. No quieres que tu escrito se lea igual al de otros. Y por eso soy un cazador de idea. Las ideas son como mosquitos, que van y vienen en tu cabeza, y el truco es atraparlos de un manotazo. No siempre se puede. Sin embargo, cuando logras retratar un pedacito de ti, algo que nadie más ha dicho, sientes que cumpliste. Y no importa cuántas columnas hayas escrito, el reto siempre está en la que viene.

Hay un punto en que uno se cuestiona: qué hubiera sido si... Hablas de tus “otras vidas”. ¿Adónde te llevan esas reflexiones?

Este asunto me apasiona. Pude tener vidas muy distintas a la que tengo. Pude haber sido rockero, guitarrista clásico, político o atleta olímpico. Pero por las decisiones que fui tomando en mi vida terminé siendo un periodista inmigrante. Eso me ha definido, al igual que ser la pareja de Chiqui y el papá de Paola, Nicolás y Carlota. Mi vida pudo haber sido muy distinta en México. No lo fue. Un buen día –el 2 de enero de 1983– me trepé en un avión de la Ciudad de México a Los Angeles y todo cambió. Yo venía por un año y ya llevó 41 en Estados Unidos. Escribiendo es cuando puedes recrear y pensar todas las cosas que no fuiste. Y ese proceso tiene su encanto. Me pregunto mucho sobre los Jorges que pude ser y no fui.

La familia, la paternidad, la carrera, ¿cómo ha cambiado tu perspectiva de lo que es más importante?

El periodismo y la paternidad tienen en común que el 50 por ciento se basa en estar presente. Mis hijos nunca han querido un papá famoso o que salga en la tele. Lo que siempre han querido es un papá que esté ahí con ellos. Y he hecho un esfuerzo descomunal para acompañarlos en los momentos más importantes de su vida. De la misma manera, ser un buen periodista requiere que viajes y seas testigo de lo que está pasando. Es casi imposible que puedas informar sobre la guerra en Ucrania o en Gaza si estás a mil kilómetros de distancia. El problema surge cuando el periodismo y la paternidad te exigen que estés presente y tienes que escoger. Tengo, tristemente, una larga lista de aniversarios, cumpleaños, fiestas y graduaciones en las que no pude estar presente por estar trabajando. Y siempre me arrepentiré de eso.

Todos tenemos una experiencia de vida única, si tuvieras que elegir lo más importante de la tuya cuál sería.

Convertirme en inmigrante me cambió la vida. A partir de esa decisión que tomé a los 24 años de edad, el resto fue cayendo poco a poco. Pude convertirme en un periodista libre e independiente, y crecer en un país que me dio las oportunidades que mi país de origen no pudo. Mis hijos nacieron en Estados Unidos y, afortunadamente, ellos tuvieron opciones que yo jamás me imaginé. Sus vidas, espero, ya son mucho más abiertas que la que yo tuve a su edad.

Se habla mucho de ‘humanizar” las noticias, me gustaría saber cuál es tu postura sobre el tema.

Estoy de acuerdo. Yo te puedo dar muchos datos sobre pobreza extrema y desigualdades económicas, añadir las cifras de desempleo y los porcentajes de los que nunca podrán comprar casa. Pero si te cuento de la casita que conocí en la zona de Jalalpa en la Ciudad de México, donde vivían 12 personas en dos cuartitos, sin piso de cemento, y donde la familia ganaba menos de dos dólares al día, entonces seguro pones atención. Escribimos para que nos lean y publicamos para que nos vean. Y hay que buscar, siempre, la manera más atractiva y clara de hacerlo. Nada como compartir la experiencia humana.

¿Puede la cultura de la cancelación coartar al escritor, al periodista, sobre todo a alguien como tú, que cree tanto en ser él mismo?

Totalmente. Cada vez es más difícil. Pero creo que debemos promover la diversidad y la democracia en todo momento. Y me parece muy bien que tengamos cuidado en respetar a todos los grupos de una sociedad. Es cierto que ahora debemos tener mucha más precaución al hablar de otras personas. Y así está bien. Yo crecí, por ejemplo, en una escuela donde el bullying prevalecía y ahora veo que trata de evitarse en todos lados. Ese es un avance importante, particularmente con los niños. Hablar de nuestras diferencias no me limita aunque sí me obliga a hacer bien mi tarea.

Ahora que el mundo está afligido por varias guerras, ¿cuál fue tu experiencia más fuerte al cubrir tantas y qué mensaje te gustaría llevar?

Estuve recientemente en Ucrania y en Israel y, aunque no estuve en zonas de combate, sí me tocó ver lo que se sufre en una guerra. Cuando estás cubriendo una guerra sientes que no necesitas comer ni dormir. La adrenalina te mantiene alerta todo el tiempo y se vive con mucha intensidad. Lo que más me sorprende de los países en guerra es como, rápidamente, todas las reglas se acaban y hay un intento por acabar con el enemigo. En las guerras conoces lo peor y lo mejor del ser humano. Y como corresponsal no hay nada parecido al alivio de sentir que el avión despega y regresas a casa.

Muchas de tus columnas son crónicas de viajes, ¿podemos esperar un libro de este tipo en el futuro?

Me falta escribir ficción. Pero no sé si me voy a atrever. Sé contar historias como periodista; no estoy seguro que puedo inventarme cuentos. La ventaja de ser periodista es que vives intensamente una sola vida; no sé si tenga espacio en la imaginación para inventarme cosas que no veo.

Una noche con Jorge Ramos, presentación de Así veo las cosas: lo que nunca te conté, 12 de junio, 8 p.m, Books & Books, 265 Aragon Ave. Coral Gables.