La muerte de Jorge Lanata: entre aplausos y emoción, familiares y amigos lo despidieron en un cementerio privado
La Casa de la Cultura porteña, en plena Avenida de Mayo, se convirtió en el escenario de la despedida a Jorge Lanata. El cuerpo del periodista llegó el lunes pasadas las 23 en una unidad de traslado, mientras afuera lo esperaba una larga fila de personas para poder darle un último adiós. Estaban en la puerta del edificio familiares, allegados, colegas y seguidores, quienes lo recibieron entre aplausos. Alrededor de las 2 de este martes concluyó el evento fúnebre que se reinició a las 7, antes del sepelio en el Cementerio Campanario Jardín de Paz, en Florencio Varela.
Pasadas las 7 de la mañana, frente a la Casa de la Cultura porteña, además de las más de 10 cámaras de televisión que esperaban que se abrieran las puertas de la Casa de la Cultura porteña, aguardaban un puñado de personas. El acceso, en principio, solo era posible utilizando el subte dado que Avenida de Mayo estaba cortada por la carrera San Silvestre que comenzó a las 8 .
Cerca de las 10.30, con anteojos negros y de la mano de sus dos hijos, llegó nuevamente Elba Marcovecchio. También la acompañaba su madre. Minutos después llegó Lola Lanata, una de las hijas del periodista, que llevaba un peluche en la mano y estaba acompañada por su madre Sarah Stewart Brown.
Pasadas las 11.30, Marcovecchio se retiró del velatorio y se subió a un auto acompañada de sus hijos y su abogada. Minutos después, también salió Bárbara Lanata, una de las hijas del periodista.
Minutos antes de las 12, el cuerpo fue trasladado con un cortejo fúnebre al Cementerio Campanario Jardín de Paz, en Florencio Varela.
Antes de la medianoche, hubo momentos de emoción. Una señora con los brazos cruzados miró a un policía y le preguntó: “¿Cuándo llega?”. La espera fue larga, con susurros, conversaciones y un ambiente de expectativa. Luego, apareció el vehículo de traslado del Grupo Jardín del Pilar, el cual llevó los restos del conductor al salón.
Las hijas de Lanata, Lola y Bárbara, fueron las primeras en llegar en la noche del lunes. Caminaron con rapidez y gestos serios hacia el interior del edificio. Unos minutos después, un auto estacionó frente a la entrada: Elba Marcovecchio, su esposa, descendió sin mirar hacia los costados. Mientras tanto, tres señoras sentadas en un banco cercano, miraron hacia la esquina, atentas a cada movimiento. La pareja del periodista se retiró a la medianoche, junto con su madre y un equipo de seguridad que las escoltaba. Sin dar declaraciones, se subió al vehículo que las retiró del lugar, mientras los presentes que estaban en la fila aplaudieron a las familiares del periodista.
Chano Charpentier, músico y amigo cercano a Lanata, también asistió y, antes de entrar, detuvo su paso para compartir unas palabras. “El mejor recuerdo de él es que yo estuve algunas veces internado, ustedes saben por qué motivos, y él estuvo siempre conmigo. Siempre estuvo al lado mío. Siempre me habló bien, siempre se informaba de mí”, dijo con la voz entrecortada.
Cuando le preguntaron por su último diálogo con Lanata, el artista agregó: “Hablé con él hace poco. Lo que me quedó de él es que se fue feliz, enamorado. Estaba como un adolescente, enamorado de sus hijas, de la vida. Nunca dejó de hacer cosas, y yo me quedo con eso, mi amigo se fue feliz”.
Con el paso de los minutos, más personas se sumaron a la fila. Entre ellas, una mujer mayor rompió en llanto y le dijo a LA NACION: “Lanata fue un gran periodista”. Su voz resonó en el silencio de la noche, y varios asintieron en señal de acuerdo. Los recuerdos se entrecruzaron entre los presentes: algunos evocaron sus programas más emblemáticos, otros sus columnas y entrevistas.
Entre los colegas que asistieron a despedirlo estuvieron Ernesto Tenembaum y María O’Donnell, que ingresaron sin hacer declaraciones y caminando en silencio hacia el interior. El periodista definió a Lanata como un “maestro talentoso y valiente” y recordó momentos con él: “Si tengo que elegir uno, me quedo con los años del Día D, los años del menemismo. Ese programa cambió la historia del periodismo televisivo en la Argentina. Y no fue el programa en sí, fue él. Nosotros estábamos ahí, pero el gran legado que dejó es la audacia”.
Por otro lado, Eduardo Feinmann detuvo su paso frente a los medios para expresar su profundo dolor: “¿Qué le dejó Jorge Lanata al periodismo? Yo creo que es un antes y un después. Una forma de investigar, de ir en contra de la corrupción”.
Uno de sus principales allegados, su excompañero de trabajo, Nicolás Wiñazki, lo despidió presencialmente y luego señaló: “Cuando me avisaron fue un shock. Yo trabajé mucho con él en los últimos años. Con él podía pasar cualquier cosa, era un hombre libre. Tenía ideas todo el tiempo. Néstor Kirchner lo quiso comprar en 2003 pero no pudo”.
El edificio La Prensa, un símbolo del periodismo argentino, parece el lugar perfecto para despedir a una figura como Lanata. Las conversaciones en la fila giraban en torno a su impacto en el país. “Era irreverente, único”, comentó un hombre mientras sostenía un ejemplar de Página/12 de los primeros años del diario que el periodista fundó. Otro rememoró los informes de Periodismo Para Todos, mientras una mujer recordó los primeros años de su carrera.
Por su parte, Patricia Bullrich envió una corona al velatorio en señal de condolencias a la familia. Previamente, la ministra de Seguridad había expresado en redes sociales su lamento por la muerte del periodista, donde le agradeció, principalmente, por su entrega: “Mientras muchos políticos eran cómplices, él iba al frente, disruptivo y sin miedo, capaz de pasar de Página 12 a las ideas de la libertad y la república. Con su incansable compromiso con la verdad, desenmascaró las peores maniobras del kirchnerismo, exponiendo cómo el poder se utilizó para enriquecerse mientras el pueblo sufría”.
Las autoridades de la Casa de la Cultura habilitaron el ingreso de seguidores al velatorio, a través de un operativo de seguridad. La prioridad fue para los familiares y, en segunda instancia, para allegados, como colegas o amigos. Sin embargo, dejaron entrar a algunos seguidores, quienes habían formado una fila de hasta dos cuadras. Con flores en las manos y rostros marcados por la tristeza, los presentes avanzaron lentamente hacia el interior. Algunos no lograron contener las lágrimas; otros, con ansiedad evidente, se preparaban para despedir al periodista que marcó un antes y un después en el oficio.
En la entrada, una agente de seguridad pedía a los asistentes que no ingresen con teléfonos en la mano, respetando el pedido de privacidad de la familia. Al pasar por el hall principal, los visitantes se encontraron rodeados de amigos y familiares de Lanata, quienes se mantenían en pequeños grupos, algunos abrazándose en silencio, otros intercambiando palabras de consuelo.
La fila siguió su curso hacia el salón principal, donde se encontraba el féretro cerrado, rodeado de coronas de flores blancas. En el aire se respiraba solemnidad, rota solo por el sonido de los pasos y los sollozos. Al llegar frente al cajón, las emociones se intensificaban. Una señora mayor, con un rosario en la mano, gritaba con fuerza: “¡Gracias, Jorge, por enseñarnos a no callar nunca!”. Su voz resonó en la sala y provocó lágrimas en quienes están cerca.
Otros se detuvieron unos segundos frente al cajón, haciendo la señal de la cruz o murmurando oraciones. Algunos peían al personal de seguridad que entreguen cartas o flores directamente al féretro. Las palabras “hasta siempre, Jorge” se repetían entre los presentes, convirtiéndose en un eco de gratitud y despedida.
Al salir del salón, las emociones no disminuían. Muchas personas rompían en llanto al cruzar la puerta, abrazándose para buscar consuelo. “Era un gigante”, dice entre lágrimas Sebastián Rosales, un hombre de 45 años que asegura haber seguido la carrera de Lanata desde sus inicios. “Cambió mi manera de ver el mundo, de entender el periodismo. No podía no venir”.
Afuera, los seguidores se mezclaban con los colegas de Lanata, quienes también mostraron su dolor. Algunos se detuvieron a dar entrevistas, recordando al periodista con anécdotas y reflexiones sobre su legado. Otros, visiblemente afectados, prefirieron el silencio, con lágrimas que recorrían sus rostros.
“Esto no es un adiós”, dijo a LA NACION una mujer al salir del salón, todavía con lágrimas en los ojos. “Jorge estará siempre en nuestras mentes, en nuestras conversaciones, en nuestro periodismo”, insistió.
Nancy Pazos, periodista y excolaboradora de Lanata, llegó al lugar sin dar declaraciones al ingresar, en un gesto de respeto hacia la solemnidad del momento. Faltando media hora para el cierre de la primera jornada del velatorio, un episodio interrumpió momentáneamente el clima de respeto. Una mujer irrumpe frente a la entrada, gritaba sobre el cambio climático, lo que generó sorpresa y tensión entre los presentes. Tres policías intervinieron enseguida, calmando la situación y apartando a la señora sin mayores incidentes. Así el velatorio recuperó su tono solemne un rato más.
Al salir del lugar, Nancy Pazos se detuvo para hablar con los medios, tal y como lo hicieron otros tantos allegados a Lanata. La mujer compartió recuerdos y reflexiones sobre su amigo. “¿Qué decir? Se fue alguien que, al menos para mí, fue un maestro, un tipo revolucionario”, indicó. En su relato, Pazos reveló detalles de su relación profesional con Lanata, desde las primeras notas en Página12 hasta anécdotas personales. “En mis inicios, él escribió muchas de mis primeras notas. Era información mía, pero yo recién empezaba, y él las firmaba con mi nombre. Eso muestra el nivel de generosidad que tenía. Era alguien que amaba enseñar, y cualquier persona que enseña es generosa”, destacó con emoción.
También rememoró el impacto de Página/12 en el periodismo gráfico y la capacidad de Lanata para mezclar literatura con periodismo. “Con las tapas de Página12, cambió todo. Nos dio una nueva forma de narrar, de pensar el periodismo. Se animó a todo, desde revolucionar la gráfica hasta romper esquemas en la televisión”, agregó.
A medida que los asistentes comenzaron a retirarse, el ambiente dentro de la Casa de la Cultura se tornó más silencioso. Los familiares y amigos más cercanos de Lanata se despidieron, dejando un lugar que, tras horas de emociones intensas, cerró sus puertas.
Reapertura
Pasadas las 7 de la mañana se reinició la despedida a Jorge Lanata. En la puerta esperaba un puñado de personas. El acceso solo era posible utilizando el subte dado que Avenida de Mayo estaba cortada por los 8k de San Silvestre, carrera que se corre todos los 31 de diciembre y que comenzó a las 8.
“Mostró la corrupción para todos los argentinos que la quisimos ver. Marcó un antes y un después. El mejor de todos los tiempos en estos últimos años. No creo encontrar otro como él”, dijo Silvina Gutiérrez, una de las primeras en ingresar.
Detrás salían una madre y su hija. “En un país donde se requiere transparencia, él la daba”, afirmó Lourdes Velásquez, de 22 años. “Destapó un montón de verdades que el pueblo necesitaba saber. Vine a despedir a una persona histórica”, agregó la estudiante de Ciencias Políticas, que asistió en reiteradas oportunidades como público a Periodismo para Todos, uno de las tantas creaciones periodísticas de Lanata que marcaron la historia reciente.
Una de las primeras en llegar al velatorio esta mañana fue la periodista Mercedes Ninci. “Jorge es un periodista que cambió la historia. Junto a Magdalena Ruiz Guiñazú fueron los mejores periodistas de la historia y los que cambiaron la historia. Además era muy sencillo. Muy humilde como son los grandes”, dijo a LA NACION, mientras se movía entre los presentes con un cuaderno bajo el brazo y lapicera en mano.
“Como compañero de trabajo era muy exigente, sobre todo con la calidad de la información. Nosotros trabajamos juntos en Mitre. El día anterior ya le tenías que mandar el sumario, respaldarlo con algún documento y tener alguien que salga al aire. Teníamos que tener información”, recuerda la periodista que trabajo con él en el 2013 para la misma emisora a la que ahora envía audios con testimonios.
El silencio de los que ingresaban se interrumpía de pronto con gritos y aplausos de quienes estaban corriendo los 8 kilómetros de la 14va edición de la maratón San Silvestre que había empezado a las 8. “Grande gordo”, “Gracias Lanata”, se escuchó. La carrera, la última del año, partió desde el Obelisco y los corredores pasan por la avenida de Mayo.
Cerca de las 8.30, llegó al velatorio el periodista Fernando Bravo. “Ha sido un referente ineludible del periodismo o de la Argentina. Nos ha enseñado a todos y creo que debemos seguir su iluminación y tratar de imitar todos los gestos que ha tenido”, dijo a LA NACION.
“No solo ha contado la vida en la sociedad nuestra, sino que ha trabajado mucho, incansablemente, para mejorarla, para que tengamos una sociedad mejor. Obviamente desde el periodismo, que fue su tarea y Jorge la ha cumplido soberanamente. Así que estamos muy dolidos, perdemos una gran figura, pero deja también un sendero que debemos continuar”, agregó el conductor.
“Me parece que su modelo de trabajo, su curiosidad, su profesionalidad, su constante lucha contra la corrupción ha generado en todos nosotros una conciencia de ese trabajo que debemos continuar”, cerró.
También Luis Majul le dedicó unas sentidas palabras. “Siempre digo que es el único de nuestra generación que se merecía esa biografía”, afirmó el periodista, que escribió en 2012 un libro sobre su colega.
“Fue un tipo muy valiente, muy sincero y muy verdadero, su coraje por hacer lo que hacía, no le importaba nada. Creo que era el periodista que tenía más coraje de todos nosotros. Primero iba a pelearse él y después íbamos todos nosotros atrás. Escribió poesía, prosa, novelas, varios libros, hizo los programas de radio más fantásticos que uno se pudiera imaginar. Yo recomiendo que aún ahora alguno tome algunas grabaciones de Hora 25, debe seguir siendo un programa moderno, fantástico”, apuntó.
Se refirió también a la cobertura de Página 12, el diario que fundó Lanata a sus 26 años, que apenas le dedicó una nota en donde lo mencionaban como “parte del grupo fundador”. “Me entristeció un poco. Los directores, nuevamente mezquinos, egoístas. Terminarán siendo así y Jorge era otra cosa”, afirmó.
Palabras de despedida
“Único”, así lo definió cerca de las 10 el productor de televisión Pablo Codevilla. “Ha sido un hombre muy generoso, un talento increíble. Una gran persona. Fue un placer siempre haber trabajado con él por lo talentoso y lo generoso que era con sus compañeros. La verdad que nos dio mucho”.
“Lo que ha hecho en su carrera ha sido increíble, pero además de eso era una gran persona. Siempre nos hemos divertido mucho con él, lo vamos a extrañar”, sumó.
Pasadas las 10, la carrera ya había finalizado pero permanecían las vallas. El ingreso era fluido y, aunque no se llegó a formar fila, constantemente ingresaba gente. Muchos de ellos luego se quedaban afuera en silencio. En la puerta, había un hombre que vendía flores para aquellos que deseaban entrar con rosas rojas.
“Creo que se nos fue el mejor de todos nosotros y el que me enseñó que el periodismo es mostrar lo que el poder no quiere ver”, definió Joaquín Morales Solá. “Se convirtió en un monumento al periodismo que todos vamos a extrañar muchísimo. Significó un cambio fundamental. Fuimos amigos durante 30 años así que tengo muchísimos recuerdos”, agregó quien también fue vecino durante algunos años porque vivieron en el mismo edificio.
“Tenía sus momentos de carácter duro, pero también fue de una enorme generosidad para todos sus profesionales. Muchos le deben su carrera a Jorge Lanata”, señaló.
El regreso de la familia
Antes de las 11, con anteojos negros y de la mano de sus dos hijos, llegó su esposa, Elba Marcovecchio. También la acompañaba su madre. Por pedido de ellos, se cerraron las puertas algunos minutos. Afuera, seguía llegando gente que quería despedirse de Lanata.
Minutos después llegó Lola Lanata, una de sus hijas, que llevaba un peluche en la mano, acompañada por su madre Sarah Stewart Brown.
También ingresaron Martín Etchevers, presidente de ADEPA, Marina Charpentier, madre de Chano, que ayer pasó a despedirse, el periodista Nacho Otero y Diego Leuco.
“Hay mil lanatas. El Lanata de la tele, el Lanata de la radio, el que fundó diarios, el de las revistas. Lanatas tremendamente creativos, innovadores, con un humor muy particular. Formó tres generaciones de periodistas”, dijo Alfredo Leuco, en un pequeño resumen de la carrera inquieta del periodista.
Y siguió: “Inventó absolutamente todo, no solamente fundó dos diarios absolutamente originales. Más allá que el primero de ellos lo ha negado en forma estalinista, lo han borrado de todos esos archivos como si no hubiera existido. Hay un diario en la Argentina, señores, llamado Página 12, que dice que Lanata no existió. Hicieron un pequeño recuadro diciendo que falleció, pero en los últimos años, no existió. Dos diarios, dos revistas, medios de comunicación. Un tipo absolutamente generoso y creíble. E insisto, creo que le debemos muchísimo a todos”.
“Gracias Lanata”, gritó una señora que inauguró un aplauso interminable de todos los presentes. “Jorge, Jorge”, siguieron, mientras algunos agitaban banderas argentinas. Con un megáfono, un señor amplificaba su canción característica, la apertura de PPT. “Fuck you, fuck you very, very much”. Después, fue el turno del himno.
Pasadas las 11 ingresó al lugar el auto que va a trasladar al periodista hasta el Cementerio Campanario Jardín de Paz, en Florencio Varela.
La primera en salir fue Marcovecchio. Mientras la gente aplaudía, se podía leer en sus labios “gracias”. Subió al auto acompañada por sus hijos y su abogada, Guadalupe Guerrero. Minutos después, acompañada por amigas, Bárbara Lanata, una de las hijas del periodista, salió caminando de la Casa de la Cultura de la ciudad.
Minutos antes de las 12 del mediodía, salió un primer auto que trasladaba todas las coronas de flores y, detrás, en medio de un aplauso general, salió el que coche fúnebre que trasladaba el cajón, donde se leía “Jorge Ernesto Lanata”.
La gente lo acompañó por lo menos una cuadra hasta doblar por Bolívar. Los autos que pasaban tocaban bocina. “Argentina, argentina”, cantaban algunos. Una mujer levantó una figura de una mano hecha en papel que hacía fuck you, el gesto característico del periodista. “Viva Lanata”, gritaban para despedir al hombre que, más de una vez, cambió el lenguaje de los medios en la Argentina.
El cortejo fúnebre llegó al Cementerio Campanario Jardín de Paz, en Florencio Varela, a las 12.30. Quienes presenciaron la ceremonia comentaron a LA NACION que durante el entierro se evidenció cómo de un lado estaban dos de sus ex esposas, Sarah Stewart Brown y Andrea Rodríguez, y del otro, Elba Marcovecchio con sus hijos.
Entre aplausos y emoción, y con la compañía íntima de familiares y amigos, Jorge Lanata fue enterrado allí.