Jimmy Carter, el expresidente que nunca tuvo la ambición de ser rico y lo demuestra con su estilo de vida

Dice que nunca tuvo la ambición de ser rico y lo sigue demostrando.

Jimmy Carter, el presidente número 39 de Estados Unidos, es el único mandatario moderno que regresó para siempre a la casa en la que residía antes de ingresar a la política. También es el único presidente vivo que realmente no les genera tantos gastos a los contribuyentes.

A sus 93 años, Carter sigue viviendo donde siempre, en Plains, Georgia, en tierras de cultivo de maní y algodón a donde lo ha ido a visitar The Washington Post para un reportaje que se titula “No es una celebridad, sino un gran estadounidese”.

El expresidente Jimmy Carter, de 93 años, junto a su esposa Rosalynn, de 90. (Matt McClain/The Washington Post/Getty/Vía People)
El expresidente Jimmy Carter, de 93 años, junto a su esposa Rosalynn, de 90. (Matt McClain/The Washington Post/Getty/Vía People)

Porque este hombre, en efecto, es un ejemplo de modestia y tranquilidad. Tan solo para el actual año fiscal las pensiones, la oficina, el personal y otros gastos generados por el exmandatario le costaron al gobierno 456,000 dólares, menos de la mitad de los 952,000 dólares destinados a George Bush padre y el millón que se dispensa para cada uno de los más recientes presidentes, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama.

Este es tan solo un dato estadístico, pero la realidad habla por sí sola. En compañía de su esposa Rosalynn, de 90 años, Carter suele visitar cada fin de semana a su amigo y vecino Jill Stuckey, en cuya casa se entregan a una frugal cena con brócoli y salmón, todo servido en platos de cartón y aderezado con un vaso plástico de agua y una copa de Chardonnay.

Y cuando les ha tocado desplazarse por el país o al extranjero, los Carter no lo hacen en un avión privado; por lo que no son pocos quienes se los han encontrado abordando un avión comercial.

Jimmy Carter camina junto a su esposa Rosalynn, con la que lleva 72 años de casado. (Matt McClain/The Washington Post/Getty/Vía People)
Jimmy Carter camina junto a su esposa Rosalynn, con la que lleva 72 años de casado. (Matt McClain/The Washington Post/Getty/Vía People)

Porque este matrimonio lleva 72 años de bregar y sobre todo de ver las cosas con simpleza. En uno de los momentos más delicados del político, luego de su derrota en 1980 ante el republicano Ronald Reagan, ambos esposos decidieron abandonar la Casa Blanca con el mentón en alto y regresar a Plains.

No querían nada más, solo un poco de tranquilidad y trabajar en función del cuidado de los derechos humanos y otros temas que para ellos son esenciales.

Lo que sí ha hecho en una menor medida con respecto al resto de los expresidentes es aprovechar su aura y su experiencia para entrar a formar parte de las juntas corporativas o para dar charlas y conferencias en entidades y centros de estudio, por las cuales se les suelen pagar cifras astronómicas a los exinquilinos de la mansión más observada de Washington.

Carter es claro en ese tema: no quiere “capitalizar financieramente el hecho de haber estado en la Casa Blanca”.

Según el historiador presidencial Michael Beschloss, fue el expresidente Gerald Ford quien primero aprovechó las oportunidades financieras que le daba su paso por el sillón presidencial.

“Carter hizo lo contrario”, apunta.

Y él mismo se explica: “No veo nada de malo en ello, no culpo a otras personas por hacerlo”, apunta mientras come en casa de su amigo. “Ser rico nunca había sido mi ambición”, concluye.

Jimmy y Rosalynn Carter caminan por la localidad de Plains, en Georgia, seguidos por dos agentes del Servicio Secreto. (Matt McClain/The Washington Post/Getty/Vía People)
Jimmy y Rosalynn Carter caminan por la localidad de Plains, en Georgia, seguidos por dos agentes del Servicio Secreto. (Matt McClain/The Washington Post/Getty/Vía People)

Ahora mismo, los Carter viven de la pensión anual de 210,700 dólares que reciben todos los expresidentes, así como de los ingresos de los 33 libros que ha publicado sobre su paso por el gobierno, sobre los derechos de las mujeres, la fe, la pesca, la paz en Oriente Medio, la carpintería, y hasta uno para niños que escribió junto a su hija Amy, titulado The Little Baby Snoogle-Fleejer.

Por lo demás, su oficina de expresidente, pagada como con todos por el gobierno federal, es la que menos gastos genera. Apenas 115,000 dólares anuales en el Centro Carter de Atlanta.

Así pasan los días de este expresidente al que no le gustan mucho los focos y los titulares en los periódicos. Tras su comida en casa de un amigo, relata The Washington Post, ambos ancianos se dan la mano y caminan hasta su casa, el sitio donde vivía antes de pasar a la historia, una residencia de dos dormitorios construida en 1961 y valorada en apenas 167,000 dólares.

Lo único que los distingue del resto de los mortales de ese pueblo que posee una tasa de pobreza que ronda el 40% es el trío de agentes del Servicio Secreto que por ley federal los acompañan a todas partes.

Tres años después de haber sido diagnosticado con un melanoma en el hígado y el cerebro, y luego de varios ciclos de radiación y de quimioterapia, Jimmy Carter asegura que está sano y que le gusta pasar su tiempo en su estudio, nadando en la piscina y ocasionalmente construyendo muebles o pintando en el garaje; mientras su compañera de toda la vida practica tai chi y medita en las mañanas.

Tras ser preguntado si pensaba que un futuro expresidente vivirá de la manera en la que él vive, Carter responde: “Eso espero, pero no lo sé”.