Israel debe sellar una tregua, traer a los rehenes, salir de Gaza y repensar todo de nuevo
NUEVA YORK.- Hoy Israel se encuentra en un momento crucial de su guerra en la Franja de Gaza, y todo indica que el primer ministro Benjamin Netanyahu tomará el camino equivocado, arrastrando al gobierno de Biden a una cabalgata preocupante y en extremo peligrosa. Tan preocupante y peligrosa es que la mejor opción que tendrá Israel, cuando no haya más que decir ni que hacer, tal vez será dejar en el poder de Gaza a los remanentes del gobierno de Hamas. Sí, leyeron bien.
Para entender por qué, hay que mirar un poco hacia atrás. En octubre, dije que Israel estaba cometiendo un grave error al invadir apresuradamente Gaza como lo hizo Estados Unidos en Afganistán después del 11 de Septiembre. Creía que Israel primero debía enfocarse en recuperar a los rehenes, deslegitimar a Hamas por su raid asesino del 7 de octubre y perseguir a los líderes de Hamas con ataques dirigidos: más como en Múnich y menos como en Dresde. Me refiero a una respuesta militar más parecida al modo en que Israel rastreó a los asesinos de sus atletas en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, y no como hizo Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, que dejó reducida a escombros la ciudad alemana.
Pero como comprendía que muchos israelíes sentían que tenían el derecho moral y estratégico y la necesidad de entrar en Gaza y eliminar a Hamas “de una vez y para siempre”, argumenté que para lograrlo Israel necesitaba tres cosas: tiempo, legitimidad y ayuda militar y recursos de Estados Unidos. ¿Por qué? Tiempo porque el ambicioso objetivo de borrar a Hamas, de ser posible, no se lograría rápidamente. Legitimidad porque la operación militar indefectiblemente terminaría con la vida de muchos civiles inocentes, debido al modo en que Hamas se atrincheró en túneles debajo de la ciudad. Y recursos porque en Gaza dejaría un vacío de seguridad y de poder que tendría que ser llenado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Cisjordania, a la que habría que equipar y transformar para ocuparse de tamaña tarea.
En resumen, lo que decía era que Israel tenía que librar esta guerra con el menor daño colateral posible para los civiles palestinos, y acompañarla de un horizonte político que propusiera una nueva relación entre israelíes y palestinos, construida en torno a la solución de dos Estados para dos pueblos autóctonos.
De hacerlo, Israel le estaría diciendo al mundo que ésta no es una guerra de venganza u ocupación, sino una guerra para eliminar a una entidad palestina –Hamas– que pretende dinamitar cualquier posible solución de dos Estados, y para generar el espacio político para un acuerdo con la ANP, que sigue comprometida con la solución de los dos Estados. Ese enfoque habría obtenido el apoyo, el financiamiento y hasta tropas de mantenimiento de la paz de parte de Estados árabes moderados, como los Emiratos Árabes Unidos.
Mala combinación
Lamentablemente, Netanyahu y su Ejército no siguieron ese camino. Eligieron la peor combinación estratégica posible: militarmente, optaron por el enfoque de Dresde, que por más que haya permitido eliminar a unos 13.000 combatientes de Hamas, también mató a miles de civiles palestinos, dejó cientos de miles de heridos y desplazados y a los ojos de muchos en el mundo, terminó deslegitimando lo que Israel consideraba una guerra justa.
Y diplomáticamente, en lugar de acompañar esta estrategia de guerra con una iniciativa que le permitiera ganar algo de tiempo, legitimidad y recursos para eliminar a Hamas, Netanyahu se negó a ofrecer cualquier horizonte político o estrategia de salida, y por orden de los supremacistas judíos en su coalición de gobierno, descartó taxativamente cualquier colaboración con la ANP.
Se trata de una estrategia totalmente desquiciada que ha encerrado a Israel en una guerra políticamente imposible de ganar y ha terminado aislando a Estados Unidos, poniendo en peligro sus intereses regionales y globales, licuando el apoyo a Israel dentro de Estados Unidos y fracturando a la base electoral del Partido Demócrata del presidente Joe Biden.
Y el momento no podía ser peor. El equipo de política exterior de Biden, encabezado por el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, acaba de terminar de elaborar el borrador de un nuevo acuerdo estratégico con Arabia Saudita, que incluye un programa nuclear civil, armas avanzadas y vínculos de seguridad mucho más estrechos. El acuerdo, según me dijo un alto funcionario de la Casa Blanca, podría cerrarse en cuestión de semanas, salvo por un elemento: depende de que Arabia Saudita normalice las relaciones con Israel a cambio de que Israel ponga fin a la guerra en Gaza, se retire de la Franja y acepte un “camino” definido para llegar a la solución de dos Estados, con reglas claras en cuanto a lo que tanto Israel como la ANP tendrían que hacer y en qué plazos.
Estamos hablando de un acuerdo que cambiará las reglas del juego, precisamente el acuerdo que Hamas, respaldado por Irán, se propuso dinamitar cuando lanzó esta guerra el 7 de octubre. Pero para la firma del pacto, primero tiene que terminar la guerra en Gaza, y en Israel tiene que haber un gobierno dispuesto a abrazar la solución de los dos Estados.
Cambio de rumbo
Lo que nos lleva a la actual bifurcación del camino. Preferiría que Israel cambie inmediatamente de rumbo. Vale decir, unirse a la administración de Biden para emprender el camino hacia los dos Estados, lo que abriría el camino para la normalización con los sauditas y también les daría cobertura a la Autoridad Palestina y a los Estados árabes moderados para tratar de establecer un gobierno de Gaza que no sea ni el de Hamas ni el de Israel. Y por supuesto, tal como se lo enfatizó en privado a Netanyahu el equipo de Biden, olvidarse por completo de invadir Rafah, y pensar un enfoque específico para eliminar al resto de los dirigentes de Hamas.
Incluso si Israel desoye el consejo de Estados Unidos, ruego que no intente invadir Rafah y rechace la participación de la Autoridad Palestina en el futuro de Gaza. Porque eso sería abrirle la puerta a una ocupación israelí permanente de Gaza y a una insurgencia permanente de Hamas, que desangraría a Israel económica, militar y diplomáticamente.
Tan peligroso sería ese camino que hasta creo que a Israel le iría mejor si aceptara la demanda de Hamas de que se retire totalmente de Gaza, con un alto el fuego y un acuerdo de “todos por todos”: todos los rehenes israelíes a cambio de todos los prisioneros palestinos detenidos en Israel. En otras palabras, si no piensa asociarse con la Autoridad Palestina y los Estados árabes moderados para generar un modo diferente de gobernar Gaza y crear condiciones para normalizar sus relaciones con Arabia Saudita, Israel tiene que recuperar a sus rehenes y poner fin a la crisis humanitaria en Gaza, retirarse de la franja, celebrar nuevas elecciones y replantearse todo a fondo.
Por favor, Israel, no quedes atrapado en Rafah y en una ocupación permanente de Gaza: será un desastre…
“Friedman, ¿usted está diciendo que dejaría que un Hamas militarmente diezmado y su líder asesino, Yahya Sinwar, gobiernen Gaza nuevamente?”.
A corto plazo, sí. Como ya dije, no es la opción que prefiero, pero Netanyahu ha dejado a Israel sin ninguna otra alternativa. Se niega a que las tropas israelíes gobiernen Gaza, pero tampoco quiere incorporar a la ANP. Eso deja sólo dos opciones: que Gaza se convierta en una mafia al estilo somalí, pero en el Mediterráneo, o dejar en el poder a un gobierno endeble de Hamas que al menos evite que Gaza se atomice.
En el lugar de Israel, preferiría a un Hamas debilitado que un futuro como el de Somalia, y por dos razones. No me hago ilusiones y sé que no bien comience el eventual alto el fuego y Sinwar salga de su escondite, algunos lo aplaudirán rabiosamente por el daño que le infligió a Israel. Pero a la mañana siguiente, Sinwar enfrentará un brutal interrogatorio por parte de los gazatíes: ¿dónde está mi casa, dónde quedó mi trabajo, quién les dio el derecho a exponer a mis hijos a la muerte y la devastación?
El mejor castigo
Es el mejor castigo que puedo imaginar para Sinwar. Que sea él, y no Israel, quien tenga que hacerse cargo de todos los problemas de Gaza que tan inconscientemente exacerbó. Sólo los palestinos pueden desacreditar a Hamas, y aunque no será fácil y sabemos que Hamas matará a quien sea para aferrarse al poder, y esta vez ya no hablamos de un puñado de disidentes.
Por el momento, y en caso de que Israel se retire de Gaza y recupere a sus rehenes, el equipo de Biden ya está en conversaciones con Egipto para trabajar en estrecha colaboración con Estados Unidos e Israel y así asegurarse de que Hamas nunca más pueda contrabandear armas por la frontera entre Egipto y la franja. Israel podría garantizar que se entregará cada gramo de alimentos y medicinas que los gazatíes necesitan, así como el cemento y los materiales de reconstrucción enviados por los países que quieran ayudar. Pero si se descubre que un solo gramo de cemento se destina a cavar nuevos túneles, reconstruir fábricas de cohetes o reiniciar los ataques contra Israel, las fronteras se cerrarán. Una vez más, dejemos que Sinwar se ocupe de ese dilema: volver a las viejas costumbres de Hamas y matar de hambre a su pueblo o mantener el alto el fuego.
La segunda razón es que no sólo los palestinos de Gaza harán responsable a Sinwar y a Hamas. Muchos palestinos consideran que Sinwar lanzó cínicamente esta guerra porque estaba perdiendo influencia, tanto frente a las facciones más moderadas de Hamas como frente a su archienemigo, el movimiento político Al-Fatah, que dirige la ANP en Ramallah. Sinwar también temía el posible acuerdo entre Israel, Arabia Saudita y los palestinos.
Biden tiene un plan: lograr un alto el fuego de seis semanas y la liberación de los rehenes. Después de lo cual, como parte del paquete de normalización con Arabia Saudita, el presidente presentará una audaz iniciativa de paz, lo que el experto en procesos de paz israelí Gidi Grinstein ha llamado “más por más”: más seguridad y normalización con los Estados árabes de la que jamás se le ofreció a Israel, y más ayuda árabe y estadounidense que nunca para que los palestinos alcancen la condición de Estado. Es de esperar que una iniciativa de este tipo convenza a las partes a comprometerse con el mantenimiento del alto el fuego y con marginar aún más a Irán y Hamas.
He leído todos los artículos que dicen que la solución de los dos Estados ahora es imposible. Creo que tienen un 95% de razón, pero prefiero enfocarme en el 5% de posibilidades de que estén equivocados y en la posibilidad de que un liderazgo valiente les demuestre que estaban equivocados. Porque la alternativa es una guerra para siempre 100% garantizada, con armas más grandes y precisas que terminarán destruyendo a ambos pueblos.
Traducción de Jaime Arrambide