Esta es la imagen más antigua de un fantasma
Irving Finkel tiene la fortuna de trabajar en el Museo Británico, lo cual es una suerte si te dedicas a la tarea de conservar patrimonio histórico. Se me ocurren pocos lugares más interesantes en el mundo, la verdad. Bien, pues como digo Finkel ha tenido recientemente la suerte de ver un fantasma, y no cualquier fantasma no… uno babilónico, probablemente el más antiguo del que se tenga constancia.
Tranquilos, no es un caso de esos que podríais ver en un programa de Iker Jiménez, sino de historia de la buena. El fantasma en cuestión se le apareció a Finkel en una tablilla de arcilla de 3.500 años de antigüedad mientras exploraba los miles de objetos archivados, lejos de los ojos de los visitantes. Podéis ver la imagen sobre estas líneas, aunque para ayudar a divisar las figuras (muy desgastadas por el tiempo) se ha añadido informáticamente un reborde blanco.
¿Qué es lo que estamos viendo? Básicamente vemos la figura de un espíritu alto y demacrado, con las manos atadas, del tipo “que se apodera de una persona y la persigue, incapaz de soltarse”. El entrecomillado es lo que puede leerse en el texto de la tablilla (en el reverso de la tablilla, no se ve en la imagen) que básicamente contiene un ritual de exorcismo destinado a desterrar a este tipo de fantasma.
Irving Finkel, que es un veterano especialista en escritura cuneiforme (el sistema de escritura angular de la antigua civilización babilónica), ha traducido recientemente el texto del ritual, que había permanecido sin leer e ignorado desde que el Museo Británico adquirió la tablilla en el siglo XIX. Si habéis visitado este vasto museo, famoso entre otras cosas por albergar la Piedra Roseta, un Moái sagrado para los Rapa Nui, o los mármoles del friso de Partenón (obra de Fidias), es posible que hayáis llegado a sentir que el imperio abusó de su posición de poder para esquilmar el patrimonio artístico de medio mundo. ¿O me pasó solo a mi?
Bien, el caso de la tablilla “fantasma” no es diferente. En el siglo XIX el Museo Británico (y también muchos otros en Europa) pagaban muy a menudo a los habitantes locales - de lo que hoy es Irak - para saquear toda clase de artefactos babilónicos en lugares de interés arqueológico. Todo aquel material acabó almacenado en muchos de esos museos, sin contener apenas información relevante sobre su contexto.
Al margen de la total ausencia de ética de aquellos comportamientos de la época colonial, para alguien como Irving Finkel el hecho en sí es de lo más interesante, ya que ahora existe una plétora de material “virgen” a disposición de un experto en cultura babilónica como él. La tablilla fantasma, por ejemplo, nunca se había mostrado al público y nadie había traducido su texto. Tampoco nadie había notado la imagen fantasmal oculta en el reverso de la tablilla de arcilla. De hecho ese lado aparece en blanco hasta que se ve bajo una luz en el ángulo correcto. Es entonces cuando la imagen del fantasma parece saltar hacia el espectador.
Si os preguntáis quién es la mujer con un vestido largo que aparece delante del fantasma, podríamos decir que es la “médium” que le lleva al más allá. Como digo, el ritual descrito en el lado opuesto de la tablilla estaba destinado a desterrar al fantasma y a mitigar la soledad que lo mantenía atado al mundo de los vivos.
En declaraciones de Irving Finkel a The Guardian: “Puedes imaginar que un fantasma alto, delgado y barbudo merodeando por la casa ponía de los nervios a la gente. El análisis final de la tablilla sostiene que lo que el fantasma necesitaba era alguien que lo amara”.
Con suerte, Finkel se saldrá con la suya y muy pronto podremos ver la tablilla expuesta al público. En cuanto al ritual de exorcismo, el conservador cree que ayuda a entender lo poco que ha cambiado la naturaleza humana en estos últimos tres milenios, y espera a que sirva para arrojar algo de luz sobre esta civilización antigua, que a menudo pasamos por alto fascinados por – por ejemplo – todo lo egipcio.
En cuanto al ritual, dado que el fantasma era hombre, los autores de la tablilla asumieron que hacía falta una mujer para guiarlo al otro lado. Está claro que hace 3.000 años la heteronormatividad era, valga la redundancia, la norma. El texto de la tablilla indicaba que había que usar dos figuritas, una representando al hombre y la otra a la mujer. Luego había que hacer esto:
“Viste al hombre con una muda diaria y equípalo con provisiones para el viaje. Envuelve a la mujer en cuatro vestidos rojos y vístela con un paño de púrpura. Dale un broche de oro y dótala completamente con cama, silla, colchoneta y toalla; dale un peine y una petaca”.
Luego la cosa sigue, y una vez tengas listas las figuritas es momento de prepararse para el ritual, que debe hacerse al amanecer y orientado hacia el sol. Al parecer también se necesitaban dos vasijas de piedra cornalina para cerveza, un incensario con enebro y demás parafernalia. Una vez todo estuviera en su lugar había que invocar al dios babilónico que representaba al Sol ya que este era el encargado de regir el inframundo. Bastaba con decir su nombre “Shamash”.
Estoy convencido de que la última instrucción del ritual hará las delicias de los amantes del cine de terror. Simplemente decía: “No mires detrás de ti”.
Me enteré leyendo Ars Technica