Ir a la escuela en Cisjordania, un camino lleno de obstáculos y miedos

Unos escolares palestinos salen al patio de una escuela en la localidad cisjordana de Urif el 23 de mayo de 2024 (Jaafar Ashtiyeh)
Unos escolares palestinos salen al patio de una escuela en la localidad cisjordana de Urif el 23 de mayo de 2024 (Jaafar Ashtiyeh)

Unas vallas oxidadas y un muro con dibujos descoloridos de los Pitufos rodean la escuela de secundaria de Urif, en Cisjordania. El "miedo a ser atacado" se respira en el recinto, a los pies de una colina dominada por un asentamiento israelí.

"Todos los días inspeccionamos los alrededores de la escuela por miedo a que haya artefactos explosivos", explica el director adjunto de la escuela, Mazin Shehadeh, quien recuerda un día en que encontraron "una bomba entre los árboles".

Los responsables del centro se pasan el día dando "instrucciones" a los alumnos, recomendándoles "ir a la escuela en grupos, no solos, porque los ataques de colonos ocurren a veces al amanecer, otras sobre las seis de la tarde", cuenta Shehadeh.

La localidad se encuentra a pocos kilómetros al sur de la ciudad de Naplusa, recurrente foco de tensiones entre grupos armados palestinos y soldados israelíes.

Con las miradas puestas en la Franja de Gaza y la devastadora guerra entre Israel y Hamás, desencadenada por el ataque del movimiento islamista palestino en el sur de Israel el 7 de octubre, la situación se deteriora también en Cisjordania.

En este territorio ocupado desde 1967, unos 490.000 israelíes viven en colonias que la ONU considera ilegales según el derecho internacional.

Los tres millones de habitantes palestinos de Cisjordania conviven desde hace tiempo con las restricciones de movimiento impuestas por Israel, que se han multiplicado desde el estallido de la guerra en Gaza.

También ha aumentado la violencia en este territorio, con 519 palestinos abatidos por soldados o colonos israelíes y doce israelíes asesinados en ataques o atentados palestinos desde el 7 de octubre, según las autoridades de ambos bandos.

- "Pesadilla" -

En el despacho de Shehadeh, las baldosas están ennegrecidas por las llamas, secuelas de un incendio de origen criminal, según él. En el techo, los paneles solares están rotos.

Solo un camino serpenteante en medio de la colina separa la colonia de Yitzhar de Urif. La localidad palestina saltó a los titulares en 2023 cuando dos habitantes, miembros de la rama armada de Hamás, mataron a cuatro israelíes en un ataque contra una gasolinera de un asentamiento más al sur.

En una de las aulas, Qais, un alumno de 15 años, explica que "al mínimo ruido, al mínimo disparo o a la mínima explosión cerca del pueblo, pensamos que el ejército o los colonos han atacado la escuela".

"A veces el ejército nos acosa, nos lanza bombas lacrimógenas y bombas ensordecedoras y nos impide ir a la escuela", relata Omar, de 12 años.

El año escolar, que culminó el miércoles, fue "una pesadilla", según Unicef. La agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) publicó un estudio según el cual un 27,5% de los alumnos de primaria se sentían inseguros en clase.

Entre el 7 de octubre y el 7 de mayo, 60 alumnos menores fueron asesinados, 345 fueron heridos y 68 escuelas fueron blanco de actos de vandalismo, según el Ministerio palestino de Educación.

Además, 125 alumnos fueron detenidos. Interrogado por estos arrestos, el ejército israelí dijo que se enmarcaban en sus "actividades antiterroristas".

El balance se amplió con la muerte de un alumno de 15 años que escapaba de su escuela en bicicleta y fue alcanzado por una bala el 21 de mayo durante una operación israelí contra grupos armados palestinos en Yenín, en el norte de Cisjordania.

- "En una prisión" -

Los reiterados ataques de los colonos llevaron a los responsables del colegio de Urif a añadir una alambrada de espino a las rejas y a colocar una lona en la entrada, para protegerse de los lanzamientos de piedras. Unas medidas que costaron unos 67.500 dólares.

Las ventanas de las aulas, de doble reja, están tapadas por unas espesas cortinas moradas y a menudo se practican simulacros de evacuación.

Los alumnos tienen la impresión de estar "atrapados", de "entrar en una prisión", lo que "afecta su estado psicológico y sus resultados escolares", dice Shehadeh.

"La mayoría de alumnos trabajadores y brillantes" se fueron de la escuela, asegura.

Otros abandonaron los estudios para ayudar a sus padres, que se quedaron sin ingresos después de que la frontera con Israel se cerrara.

Los pocos que quedan solo van a la escuela tres días a la semana y el resto estudia a distancia debido a la inseguridad y a las precarias finanzas de la Autoridad Palestina, que no puede pagar salarios completos a los profesores.

Pero no todos los alumnos disponen de ordenador ni de conexión a internet para estudiar correctamente, afirma Refat Sabbah, fundador de la oenegé Teacher Creativity Center, quien teme que "las voces de la radicalización" saquen partido de estas brechas educativas.

Ahora, con tres meses de vacaciones por delante, "la verdadera cuestión es saber qué alternativa tienen estos niños que se quedan en la calle y que continúan siendo testigos de este tipo de violencia", señaló no hace mucho el jefe de la UNRWA, Philippe Lazzarini.

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