Iquique, asediada por temblores, miedo y el fantasma de la escasez

Sin luz, sin agua, y con sueño, José Gutiérrez, dice que aún no está al borde de la desesperación, pero confiesa que el pánico invadió a sus hijos cuando sintieron crujir el suelo por el sismo de 8,2 grados que el martes sacudió el norte de Chile. Este jueves, algo más tranquilo, esperaba en una fila que crecía por minutos frente a un surtidor de agua para llenar dos bidones, en Iquique, la ciudad más cercana al epicentro del terremoto, que se encuentra semiparalizada a consecuencia del terremoto. "Es muy difícil esta situación por la que estamos pasando. Dos noches seguidas hemos tenido que salir rápidamente de nuestras casas para llegar a las zonas altas por la alerta de tsunami", afirma a la AFP. A diferencia de muchos habitantes que prefieren dormir en las calles, automóviles y sobre la berma central de una avenida en zonas fuera de peligro, Gutiérrez ha decidido pernoctar en su casa del barrio Huaracino, pese a que no tiene luz. Su esposa Jackeline Yáñez asiente y afirma que "casi no hemos dormido porque nuestra casa está a unos 200 metros del mar y tenemos un ojo abierto". El martes, tras un terremoto de 8,2, grados en la escala de Richter, casi un millón de personas fueron evacuadas de las costas de Chile por el riesgo de un tsunami, que finalmente fue de baja intensidad. Gutiérrez, quien trabaja en una empresa minera en la cercana localidad de Pozo Almonte, recuerda que al momento del terremoto estaba trotando con su esposa en la playa. "De pronto empezó el sacudón que casi nos hizo caer, pero aún así, en lo primero que pensamos fue en nuestros tres hijos de 27, 26 y 22 años", asegura. "Recién después de una hora me volvió el alma al cuerpo luego de que mis hijos se comunicaron por mensajes de texto mediante celulares", rememora Jackeline. - Código familiar para evacuar- La familia siguió un código familiar acordado entre ellos, por el que cada uno debe comunicacarse brevemente con los teléfonos móviles para luego encontrarse en un punto de reunión en el cruce de dos calles céntricas de Iquique, en zonas consideradas libres del alcance de un tsunami. Este jueves, a dos días del sismo, y luego de volver a pasar la noche pendientes de un alerta de tsunami por una réplica de 7,6 grados, la familia trata de ajustarse a su rutina diaria pese a que el trabajo está suspendido temporalmente para el jefe de familia y sus hijos. Como todos los días, José y Jackeline salieron temprano este jueves a comprar el pan, pero se dieron con la sorpresa de que había aumentado su precio. De un valor normal de 900 pesos (1,8 dolares) el kilo, el precio había saltado a un promedio de 5.000 pesos (10 dólares) por kilo. Y comienza a acabarse rápido en las tiendas. Sin embargo, la pareja parece no preocuparse porque, afirman, hay suficiente harina en casa, lo que permite a la esposa preparar ella misma el pan. "Tengo el hábito de hornear pan y eso de alguna manera es una previsión ante un terremoto", dice la mujer. "Es como tener una minipanadería en casa, que además es para estar preparados para cuando llega el chaparrón", añade. - Miedo a la escasez - El agua también comienza a subir de precio. De un valor de 1.600 pesos (3,2 dólares) el bidón de seis litros, ahora está costando 5.000 pesos (10 dólares. La pareja opta entonces por esperar pacientemente que avance la cola para surtirse de agua de una cañería pública por la que nadie paga nada. Para no desperdiciar el agua dulce, la familia acude al agua de mar para utilizarla en los servicios higiénicos.Hacia el mediodía del jueves, numerosas personas se acercaban a las playas para hacer lo mismo.Gutiérrez no cree que se produzca una escasez de alimentos en la ciudad, aunque este jueves, miles de iquiqueños hacían fila ansiosos frente a supermercados para abastecerse ante la incertidumbre de cuando se normalizará esta ciudad de unos 180.000 habitantes.Aldo Vento, un profesor de escuela, se lleva varias carretillas de provisiones en su automóvil porque considera que en dos o tres días puede comenzar a faltar la comida.Según Vento, los camiones que reponen los supermercados tienen dificultad para llegar a Iquique por los constantes derrumbes en la carretera, que obligan a los conductores a detenerse por horas y zigzaguear entre grandes rocas.Él, por si acaso, prefiere llenar su despensa.