Intervención militar en Venezuela: con cara pierde Colombia y con sello también

AFP/EFE
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Por Jaime Gabriel Abozaglo M./Especial para Yahoo

La última edición de la revista Semana, uno de los medios más influyentes colombianos, con clara tendencia liberal, en la tapa de su última edición advierte claramente una situación que, si acaba mal, puede terminar quemando. “Jugando con candela”, titula, al tiempo que en el destacado del artículo central deja claro que “(…) una intervención militar en Venezuela sería catastrófica. Colombia tiene que asumir una posición categórica en contra”.

A ese semanario se han sumado otras voces mediáticas que, en conjunto, aunque con matices, opinan similar para así presionar al gobierno liderado por Iván Duque no vaya y termine cometiendo errores que afecten vidas y economías, en un vecindario que parece predecir que el régimen venezolano ¿por fin? está cerca del colapso.

Y no es para menos. En los últimos años un millón de venezolanos se han venido para Colombia de una migración que suma 2,3 millones de ellos desde 2014, lo que también afecta a otros países de la zona como Perú, Ecuador, Brasil, Chile y Argentina, principalmente. Ello ha desbordado a varias ciudades y sus sistemas de integración migratoria, además de generar en brotes de xenofobia con agresiones que, entre otras cosas incluyen violencia sexual en contra de las mujeres.

La situación humanitaria que ha generado el éxodo masivo de venezolanos empujados por una vida cada vez más precaria donde se extraña hasta la esperanza, con escenas dantescas como decenas de familias con niños pequeños caminando durante días por la cordillera y sus páramos para buscar una mejor vida, se ha visto agudizada por las confusas medidas económicas del régimen de Maduro que hace poco le quitaron cinco ceros a su moneda, luego de que el FMI vaticinara que a finales de 2018 la inflación de Venezuela se disparará hasta el millón por ciento.

En planta blanca, ello significa que el Fondo Monetario Internacional sabe que el gobierno chavista imprime dinero a diestra y siniestra, con poco soporte y sin reglas de juego claras. Ello, sumado a una baja en la producción petrolera que ya parece endémica desde los tiempos de Chávez, se espera una contracción del 18% del PIB del país para este año. Venezuela está quebrada, los productos básicos escasean, el salario mínimo alcanza apenas algunos víveres y muchas zonas del país ya se acostumbraron a los apagones de energía eléctrica.

¿Tambores de guerra?

Desde los tiempos de Hugo Chávez Venezuela invirtió más de 20 mil millones de dólares para fortalecer su aparato militar y así dar un claro mensaje de poderío que de paso ayude a proteger al régimen. Ello ha implicado que miles de civiles (se estima que 200 mil hombres y mujeres), camuflados en los famosos ‘círculos bolivarianos’ también estén armados y listos para proteger el legado ‘revolucionario’ de un gobierno que los chavistas han demostrado que ni fácil, ni democráticamente entregarán.

Ha sonado que el presidente Trump cada vez que hay reuniones sobre Latinoamérica les pregunte a sus asesores “¿Y porqué no invadir Venezuela?”, un cuestionamiento que aún para el país más poderoso del mundo es bastante complejo de responder ya que entraña un riesgo profundo que una acción en ese sentido termine desestabilizando la región.

Lo primero es que un ataque militar debe estar autorizado por el Congreso estadounidense, cuya bancada mayoritaria, la republicana, estos días se ha visto fragmentada por los escándalos de injerencia rusa en las elecciones. Y lo natural es hacerlo bajo el acompañamiento de las Naciones Unidas, en cuyo Consejo de Seguridad China y Rusia (claramente aliados de Venezuela y acreedores de muchas de sus deudas) ya dijeron que vetarán cualquier aventura militar que busque derrocar el gobierno encabezado por Nicolás Maduro.

Lo que sigue tiene que ver con la propia Venezuela, que como indica el manual del buen dictador, buscaría, o ya lo está haciendo, entrar en una confrontación armada con Colombia para fortalecer su permanencia en el poder al tiempo que logra solidificar un enemigo en común que una a todo el pueblo con fervor nacionalista. Ejemplo de ello son las frecuentes escaramuzas en la frontera, en las que helicópteros y miembros de la Guardia Nacional han llegado hasta suelo colombiano con el ánimo de provocar miedo en la población y de paso confundir a las autoridades locales.

Baterías antiaéreas, radares tridimensionales, cientos de tanques, algunos de ellos rusos de última tecnología; miles de misiles y decenas de aviones, incluidos 24 Sukhoi de combate están listos para embestir militarmente a Colombia. Analistas militares venezolanos dicen que su país está listo para llegar a Bogotá en cuestión de minutos, y que, con derribar puentes estratégicos, atacar algunas bases militares y aeropuertos, además de centrales térmicas, de comunicación y acueductos, en un par de horas el país esquina de Suramérica prácticamente entraría a la lucha casi que noqueado.

“Además una posible acción militar llevaría a Colombia a un grave riesgo en cuanto a la estabilidad institucional ya que el conflicto armado interno no ha finalizado y estos grupos al margen de la ley aprovecharían el desorden para abrirle otro campo de batalla al Gobierno de Duque”, explica Felipe Mendoza, politólogo de la universidad Javeriana, y analista en temas de seguridad.

En el caso colombiano, no obstante, el mandatario colombiano aclaro que “no soy belicista”, su embajador en Estados Unidos, Francisco Santos, y su canciller Carlos Holmes sí han dejado claro que la opción militar está sobre la mesa. Ello quedó patente con la carta en la que el Grupo de Lima se opone de forma contundente a una acción militar para sacar a Maduro y a su régimen del poder, firmada por 11 de los 14 países que componen el Grupo creado en 2017 para buscar una salida a la crisis venezolana, y a la que extrañamente Colombia se abstuvo de firmar.

Otro punto que genera dudas y ambigüedades tiene que ver con que las fuerzas militares estarían tras la meta de comprar misiles tierra-aire para defender una soberanía fronteriza que Venezuela ha violado al menos 15 veces durante el último cuarto de siglo. Colombia cuenta con buen arsenal para guerras internas fruto de tantos años contra grupos subversivos, pero está claramente en desventaja a la hora del armamento pesado que implica una guerra contra otra nación. En cuanto a aviones y sobre todo tanques, Venezuela ‘barre’ a Colombia en el uno a uno. Donde gana Colombia es en el tamaño de su ejército y la preparación para el combate.

Mendoza no cree que Colombia se embarque en una guerra con Venezuela, pero sí cree que cualquier decisión militar la afectará automáticamente, ya sea porque le toque prestar sus bases militares como plataforma para ataques o porque, como lo dejó claro el diputado chavista Pedro Carreño, si alguien externo dispara en contra del país bolivariano para derrocar a su Gobierno, de inmediato siete aviones Sukhoi se encargarán de derribar igual número de puentes sobre el río Magdalena, el principal afluente nacional, lo que dejaría dividido al país entre norte y sur.

En todo caso las tensiones siguen a la orden del día, miles de venezolanos continúan huyendo a diario de su país, el Gobierno de Maduro luce cada vez luce más radical y Donald Trump quiere un golpe de efecto antes de las elecciones de Senado en noviembre. Un coctel que puede terminar incendiando la región y al que ahora parece solo le queda una herramienta, muy poderosa, por cierto, para desactivarlo: la diplomacia.