El “interregno” cultural de Cuba | Opinión
En la ciencia política el término “interregno” se utiliza para nombrar el intervalo de discontinuidad entre un gobierno y otro. Históricamente “interregno” define el lapso entre el reinado de un monarca y el siguiente. A menudo los interregnos crean un vacío de poder que ocasionan disturbios civiles masivos.
En la actualidad, “interregno” se emplea mayormente en referencia al periodo de transición durante el cual un país realiza cambios estructurales en su sistema político y económico.
Aquí utilizo el término para referirme concretamente a los cambios culturales que deben acompañar a los cambios políticos y económicos, en el interregno durante el cual un futuro liderazgo cubano trate de implementar cambios políticos y económicos en pos de una economía de mercado y una gobernanza democrática.
Podemos concebir la cultura como el conjunto de valores y conductas que determinan la marcha de una sociedad. Es decir, un interregno cultural es el tiempo que transcurre entre un viejo y un nuevo conjunto de valores.
En nuestro contexto, durante ese interregno cultural, la sociedad deberá comenzar a cuestionar los valores e ideas del pasado y a experimentar con nuevos enfoques socioeconómicos. Entonces, la cuestión de fondo es: ¿en qué medida influyen los factores culturales en la elaboración de políticas sociales, económicas y políticas?
Un viejo chiste ruso lo explica sucintamente, lo cubanizo aquí: Pepe está celoso de su vecino Juan porque este tiene un cerdo. Llega un hada madrina y le ofrece a Pepe un único deseo. ¿Desea Pepe un cerdo propio? No, desea que el cerdo de Juan muera. La cuestión es que nuestro comportamiento en una sociedad está íntimamente relacionado con los incentivos existentes en el sistema económico de esa sociedad.
Cuando nos guiamos por teorías erróneas, como es el caso de las sociedades socialistas, estas teorías moldean nuestras actitudes y valores.
En Cuba, como en la mayor parte de América Latina, se nos enseña que el desarrollo económico depende del control de los recursos de un país.
También se nos hace creer que, dado que los recursos son limitados, la atención debe centrarse en la redistribución de la riqueza y no en su creación. Estas falsedades impiden el desarrollo de una cultura que enfatice la productividad individual.
El sociólogo y economista político Max Weber sostenía que la cultura marca casi toda la diferencia. Pero esta explicación no aborda algunas paradojas del desarrollo económico.
Por ejemplo, ¿por qué algunas culturas, como la china, la vietnamita, la cubana o la venezolana, son improductivas en su país y emprendedoras en un entorno cultural diferente?
Lamentablemente, los cubanos han vivido con una cultura sociopolítica que ha limitado la capacidad de la sociedad para imaginar la libertad. Después de casi siete décadas viviendo en una cultura antimercado, es probable que sientan aprensión por las incertidumbres del libre mercado y anhelen la seguridad de un empleo estatal.
Cuando los cubanos emprendan la transición de una economía planificada y un sistema político autoritario hacia una economía de mercado y una democracia, deben, en ese interregno, cuestionar severamente su pasado y provocar nuevas formas de pensar en libertad y sobre la libertad.
Los estudiosos señalan que las culturas son “dependientes del camino”. Es decir, las culturas tienden a seguir su historia e idiosincrasia.
Además, las culturas son duraderas y moldean el comportamiento político y socioeconómico de una sociedad. La gobernanza democrática no moldea la sociedad, sino lo más probable es que la cultura moldee la gobernanza democrática.
Es decir, si los gobiernos son sistemas que organizan la sociedad de acuerdo con los valores de su pueblo, entonces una sociedad acostumbrada a un gran gobierno intrusivo no cuestionaría las premisas del colectivismo.
Sospecho que los cubanos sufren hoy de indiferencia e insensibilidad civil, debido a la cual no pueden ver con claridad su futuro como nación. Una solución obvia es fomentar un interregno de “cambio cultural”. Pero, la idea de promover un cambio cultural es impensable e innombrable en los círculos intelectuales y políticos.
La realidad práctica es que, como señaló Abraham Lincoln, “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Y la mejor manera de promover un cambio real es dejar que la gente imaginé un futuro mejor que su pasado.
El último libro de José Azel es Sobre la libertad.