¿Interferencias del Kremlin? Una mano negra rusa inflama la campaña electoral italiana

El primer ministro italiano, Mario Draghi, mira tras dirigirse a los senadores sobre la crisis de gobierno tras su dimisión la semana pasada, en el Senado en Roma el 20 de julio de 2022.
El primer ministro italiano, Mario Draghi, mira tras dirigirse a los senadores sobre la crisis de gobierno tras su dimisión la semana pasada, en el Senado en Roma el 20 de julio de 2022. - Créditos: @ANDREAS SOLARO

ROMA.- En Italia, la política exterior nunca fue tema de campaña electoral. Pero ahora, con el avispero político en ebullición no tanto por las temperaturas africanas, sino sobre todo en vista de las elecciones anticipadas del 25 de septiembre, sí lo es. Y por un simple motivo: las cada vez más fuertes sospechas de que hubo una mano negra rusa detrás del colapso del gobierno de Mario Draghi, el 20 de julio pasado.

El expresidente del Banco Central Europeo (BCE), figura reconocida en todo el mundo por su seriedad y pragmatismo, que sigue al frente del gobierno por los asuntos corrientes, en los últimos meses tuvo un rol clave para que la Unión Europea (UE) tuviera una respuesta dura y compacta contra Rusia después de su invasión de Ucrania. Aliado desde la primera hora de su presidente, Volodimir Zelensky y alineado con la OTAN y Washington, Draghi nunca dudó a la hora de imponer severas sanciones contra Rusia ni a la hora de decidir el envío de armas italianas para que Ucrania pudiera defenderse de una agresión injustificada.

 El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, junto al ex primer ministro italiano, Mario Draghi
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, junto al ex primer ministro italiano, Mario Draghi

Por todo esto, siempre se supo que la estrepitosa caída de su ejecutivo, el 20 de julio pasado, iba a ser celebrada en Moscú con bombos y platillos. Casualmente, las tres fuerzas políticas que provocaron el fin de uno de los gobiernos más creíbles de los últimos tiempos, al retirar su confianza en el Parlamento, son famosas por sus fuertes lazos con Rusia: el populista Movimiento Cinco Estrellas (M5E) y las derechistas Liga de Matteo Salvini (admirador de Putin y desde siempre contrario a las sanciones contra Rusia y al envío de armas a Ucrania) y Forza Italia, del ex premier, Silvio Berlusconi. Al respecto, todos recuerdan que en los tiempos de fiestas “bunga-bunga” del Cavaliere, hoy de 85 años, su amigo Vladimir Putin le mandó de regalo un suntuoso “lettone” (gran cama camera).

Lo cierto es que la sospecha de interferencias rusas irrumpió en la campaña electoral el jueves pasado, después de que el diario La Stampa, en un artículo que creó gran revuelo, aseguró haber visto “documentos de inteligencia” según los cuales a fines de mayo Oleg Kostyukov, funcionario de la oficina política de la embajada de Rusia en Roma, le preguntó a un emisario de Salvini si sus ministros tenían “intenciones” de abandonar el gobierno de Draghi. El emisario es Antonio Capuano, consejero de Salvini que, siempre a fines de mayo, fue protagonista de otro escándalo cuando salió a la luz que la embajada iba a pagarle los pasajes para que el líder de la Liga realizara una “misión de paz” a Moscú que finalmente quedó en la nada. Kostyukov es hijo del almirante Igor Kostyukov, jefe de los servicios militares de Putin.

La revelación de la presunta injerencia rusa en la caída de Draghi inflamó un clima político ya caldeado por elecciones anticipadas que nadie se esperaba. Es la primera vez que Italia, que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial tuvo 67 gobiernos, va a las urnas a fines de septiembre, después de una campaña electoral en agosto, el mes de las vacaciones por antonomasia y del verano.

Mientras los partidos de centroizquierda filo-Draghi pusieron el grito en el cielo y reclamaron explicaciones sobre las inquietantes relaciones entre el Kremlin y la Liga, Salvini negó todo. Habló de fake news y de una operación de la izquierda, “desesperada” porque, según los sondeos, perdería ante una coalición de derecha.

Matteo Salvini ha sido siempre un admirador de Putin y se ha mostrado contrario a las sanciones contra Rusia y al envío de armas a Ucrania
Matteo Salvini ha sido siempre un admirador de Putin y se ha mostrado contrario a las sanciones contra Rusia y al envío de armas a Ucrania - Créditos: @Gregorio Borgia

Hay que estar atentos a las injerencias rusas en esta campaña electoral”, advirtió el canciller Luigi Di Maio, líder de un nuevo partido de centro, que aprovechó para enviarle un dardo envenenado al expremier, Giuseppe Conte, del M5E, que siempre se opuso al envío de armas a Ucrania, actitud respaldada por el embajador ruso en Italia, Sergey Razov.

Aunque los servicios secretos italianos negaron la información de inteligencia, la cuestión de las interferencias rusas no se placó. Es más, aumentó después de que el diario La Repubblica reveló que la brigada Wagner, formada por mercenarios rusos al servicio del Kremlin, también estaría interfiriendo en la campaña. Como controla algunos puertos de Libia, estaría provocando un aumento del flujo de inmigrantes africanos hacia las costas italianas. ¿El fin? Imponer el tema de la inmigración en el debate electoral, favoreciendo a la Liga de Salvini que siempre tuvo esta cuestión como caballito de batalla.

Como subrayó hoy en un editorial el director de La Repubblica, Maurizio Molinari, para Putin las elecciones del 25 de septiembre podrían representar un antes y un después. Si el nuevo gobierno que saldrá de las urnas decidiera interrumpir el envío de armas a Ucrania o suspender la aplicación de las sanciones a Rusia, se crearía una fractura sin precedentes en el seno de la UE y de la OTAN, que por supuesto favorecería al autócrata ruso.

Pero hay más. La victoria de una coalición de derecha que podría ser “filo Putin” -que es lo que prevén los sondeos- podría hundir definitivamente el proyecto de “reverse flow” puesto en marcha por Draghi para que Europa deje de depender del gas ruso. Dos días antes de renunciar, “Súper Mario” viajó a Argelia para sellar un aumento del suministro de gas desde allí, con la idea de convertir a Italia, a través de una red de acuerdos con socios africanos y mediorientales, en un hub europeo por el cual hacer llegar el gas natural desde el Mediterráneo hasta los países del Norte europeo. Semejante escenario de emancipación, posible gracias a gasoductos que atraviesan Suiza y Austria, se basa en el concepto de “reverse flow”, es decir, el hacer fluir el gas a Europa desde el Sur y no más desde el Norte. Un proyecto que, según Molinari, representa el mayor desafío a la dependencia energética europea de Rusia.

En este marco, no sorprende que, tanto Moscú, como todas las cancillerías europeas estén siguiendo con enorme atención la campaña electoral italiana donde, por primera vez en años, se habla de política exterior. Tanto es así que Giorgia Meloni, líder de Fratelli de Italia, partido de derecha que siempre estuvo en la oposición, se encuentra en la cresta de la ola y que podría ganar las elecciones presentándose en una coalición junto a la Liga y Forza Italia, salió a desmarcarse de ambos y de su ambigua relación con Rusia. Meloni, que sueña con convertirse en la primera mujer jefa de gobierno del país, consciente de que la guerra en curso en el corazón de Europa y la posición internacional de Italia son un tema de campaña, en efecto, anunció claramente que seguirá con su tradición “atlántica” y que sostendrá a Ucrania. Fue un mensaje directo a las cancillerías europeas y a Bruselas, que ven con pavor la llegada de una coalición de derecha pro-rusa, que trastocaría el precario equilibrio actual.