La India le pisa los talones a la economía de China, pero algo la está frenando en su ambicioso objetivo para 2047
NUEVA DELHI.- La economía de la India vive un verdadero boom: el precio de las acciones vuela y las ubica entre las de mejor rendimiento del mundo, la inversión pública del gobierno en aeropuertos, puentes, rutas e infraestructura de energías renovables es visible en todas partes, y se pronostica que este nuevo año el PBI indio crezca un 6%, más que el de Estados Unidos y el de China.
Pero hay una complicación: la inversión de las empresas no crece al mismo ritmo. Lo que gastan las empresas en renovar sus máquinas y ampliar sus instalaciones está estancado, y su participación en el total de la economía india se está achicando. Y si bien los capitales vuelan en masa hacia el mercado bursátil de la India, la inversión extranjera a largo plazo viene en caída.
Hay luces rojas y luces verdes parpadeando al mismo tiempo. Tarde o temprano, el gobierno tendrá que reducir el extraordinario gasto público, que podría complicar la economía si la inversión del sector privado no acompaña.
Nadie cree que el crecimiento de la India vaya a frenarse, pero un aumento del 6% del PBI no alcanza para satisfacer las ambiciones del país. La población india, la más grande del mundo, sigue creciendo, y su gobierno ha establecido un objetivo nacional: alcanzar a China y convertirse en una nación desarrollada para el año 2047. Según los economistas, para dar un salto semejante, la economía de la India tendrá que mantener un crecimiento sostenido más cercano al 8% o 9% anual.
La falta de inversiones también podría convertirse en un problema para Narendra Modi, primer ministro desde 2014, que se ha enfocado en hacer de la India un lugar más fácil para los negocios.
Ahora Modi está en modo campaña y trata de entusiasmar al país con sus éxitos antes de las elecciones. Por temor a quedar como negadores de esos éxitos, ni los ejecutivos ni los banqueros o los diplomáticos extranjeros quieren hablar demasiado de la lentitud de las inversiones, pero lo cierto es que ante las señales contradictorias de fortaleza y debilidad de la economía, los inversores apuestan a lo seguro.
En lo que todos parecen estar de acuerdo es en que la India debería sacar provecho de la desaceleración de China, fogoneada por la actual crisis de su mercado inmobiliario. Las tensiones geopolíticas de China con Occidente representan otra oportunidad única para la India, ya que empuja a las empresas extranjeras a trasladar su producción en China a otros países.
Sriram Viswanathan, nacido en la India y socio director del fondo de capital de riesgo Celesta, de Silicon Valley, señala que los inversores “buscan llenar los vacíos que se generaron en la cadena de suministros”.
“Creo que la gran oportunidad para la India es esa”, apunta Viswanathan.
El Banco Mundial (BM) ha celebrado el compromiso de la India con el gasto público en infraestructura, que rescato al sector privado durante la pandemia. Desde entonces, el gobierno ha redoblado la apuesta, costeando mejoras en las deterioradas rutas, puertos y redes de energía que antes desalentaban la inversión de las empresas.
Pero el BM, cuya misión es impulsar a las economías emergentes, dice que es fundamental que esos miles de millones de inversión pública redunden en una explosión de la inversión corporativa. Los economistas del BM hablan de un “efecto de atracción”, que ocurre, por ejemplo, cuando un nuevo puerto junto a un flamante parque industrial atrae a las empresas para construir plantas y contratar trabajadores. El año pasado, el BM anticipó una inminente aglomeración, como lo venía haciendo durante casi tres años consecutivos.
“Para acelerar la confianza de las empresas, con la inversión pública no alcanza”, dijo en abril Auguste Tano Kouamé, director para la India del Banco Mundial. “Para que el sector privado se decida a invertir hacen falta reformas más profundas”.
Y una de las razones por las que las empresas miran y esperan antes de realizar inversiones es el poderoso gobierno de Modi.
Por un lado, las empresas siempre buscan estabilidad en el liderazgo político, y la India rara vez, o nunca, ha tenido un líder tan consolidado. Modi aplastó al principal partido opositor en tres importantes elecciones que se celebraron en diciembre en el corazón del país y parece candidato seguro a alzarse con la reelección. Y Modi es un abierto defensor de las empresas.
Pero en la gestión de la economía su gobierno es marcadamente intervencionista, y sus medidas siembran dudas en las empresas.
En agosto, por ejemplo, el gobierno repentinamente anunció restricciones a la importación de computadoras portátiles para estimular la producción nacional. Las empresas que vivían de esas importaciones cayeron en picada, y la medida fue retirada casi con la misma premura. Lo mismo pasó en julio, cuando el gobierno castigó a las empresas de apuestas en línea con un impuesto retroactivo del 28%, destruyendo de la noche a la mañana una industria valuada en 1500 millones de dólares.
Poder de mercado gigantesco
A las empresas cercanas a Modi y su círculo político les ha ido especialmente bien. Los ejemplos más destacados son Reliance Industries, del empresario Mukesh Ambani, y el Grupo Adani, conglomerados imbricados en numerosos aspectos de la vida cotidiana de la población india. En los últimos años, el poder de mercado combinado de esas empresas se ha vuelto gigantesco: las acciones estrella de cada una de ellas valen alrededor de seis veces más que cuando Modi llegó a su cargo.
Por el contrario, algunas empresas más pequeñas han sido objeto de allanamientos de alto perfil por parte de los organismos de control impositivo.
“Para los que no son ni Adani ni Ambani, atravesar los meandros regulatorios de la India puede ser traicionero”, apunta Arvind Subramanian, economista de la Universidad de Brown que fue principal asesor económico del gobierno de Modi entre 2014 y 2018. “Los inversores se sienten un poco vulnerables”.
En sus nueve años de gobierno, Modi mejoró muchos aspectos del clima de negocios para todos. Los principales sistemas de gestión funcionan mejor, muchos aspectos de la corrupción han sido controlados, y la digitalización del comercio abrió nuevos espacios para el crecimiento.
“Lo realmente complejo e interesante del fenómeno Modi es que hay mucha exageración, fanfarronería y manipulación de la opinión pública”, dice Subramanian. “Pero lo cierto es que ese discurso se basa en un núcleo de logros reales”.
Aún así, los funcionarios extranjeros encargados de atraer miles de millones de dólares en inversiones a la India se quejan y dicen de que gran parte de las históricas trabas para hacer negocios en la India persisten. Y todos apuntan contra la burocracia, con demasiados funcionarios que participan de cada nivel de aprobación. También se quejan de la penosa lentitud de las sentencias judiciales, y cuando llegan, de la imposibilidad de hacerlas cumplir.
La mayor incógnita es si la India es capaz de arrebatarle a China una porción significativa del comercio global. El ejemplo más notable es Apple, la megaempresa de tres billones de dólares que poco a poco está alejando parte de su cadena de suministro de China. Su costoso iPhone apenas tiene el 5% del mercado de celulares de la India. Pero actualmente alrededor del 7% de los iPhone del mundo se fabrican en la India, y el banco de inversiones JPMorgan Chase estima que Apple se ha propuesto llegar al 25% para 2025. Llegado ese punto, las posibilidades que se abrirían para la India son infinitas.
“Debemos mantener la mente abierta”, señala Subramanian.
Alex Travelli
Traducción de Jaime Arrambide