¿Imaginas un mundo en el que la naturaleza tenga tus mismos derechos?

Paisaje tropical. (Jean-Marc LECERF/Gamma-Rapho via Getty Images)
Paisaje tropical. (Jean-Marc LECERF/Gamma-Rapho via Getty Images)

El Lago Erie está ubicado entre Canadá y Estados Unidos y su orilla abarca los estados de Michigan, Ohio, Pensilvania y Nueva York. Su extensión es enorme y, aunque es simplemente el cuarto con más superficie de los Grandes Lagos, hay vistas desde donde Erie parece un océano. Durante años, este regalo de la naturaleza vivió una crisis ecológica que amenazó su biodiversidad profundamente. El florecimiento de algas invasivas generó una toxinas que tuvieron una consecuencia directa para los habitantes de Toledo, Ohio, una bonita ciudad de alrededor de 28 mil habitantes bañada por Erie: en agosto de 2014, cuando los meses de verano azotaron con un calor insoportable, sus habitantes no tuvieron agua de grifo durante tres días.

Ante la falta de cuidados que los Gobiernos federales y estatales le brindaron a este maltrecho lago, los legisladores de Toledo tuvieron una brillante idea: elaborar una propuesta para dotar de derechos a Erie como si de un humano se tratara. Es decir, convertirlo en persona legal y garante de derechos fundamentales garantizados para cualquier ciudadano, como los de existir, crecer y evolucionar de manera natural. Pretendieron que precisamente la palabra “naturaleza” no estuviera relacionada con la inacción de los políticos y así darle prioridad a este importante ecosistema; personificarlo. Contaminar o mirar hacia otro lado sería una suerte de ‘genocidio’.

La prosopopeya es la figura literaria que atribuye humanidad a los animales, a las ciudades, a la naturaleza o a las cosas; pero en esta ocasión, este precepto no estaba plasmado en letras de ficción, e pura literatura, sino en frases hechas realidad. Las ánimas del Lago Erie alcanzaron derechos de individuos después de que los habitantes de Toledo aprobaran en un referéndum realizado en febrero de este año el cambio de estatus. Como en todo tipo de votaciones, están los que ganan (61 por ciento en este caso) y los que pierden. Entre el 39 por ciento restante hubo un sentimiento de frustración por “el nivel de estupidez” de un concepto tan poco habitual como el de calificar a Erie como una persona legal. Percibieron que esa idea estaba llena de contradicciones.

Algas tóxicas en el Lago Erie, 2014. (Aaron P. Bernstein/Getty Images)
Algas tóxicas en el Lago Erie, 2014. (Aaron P. Bernstein/Getty Images)

Algunos de los argumentos esgrimidos por el investigador, Robert Macfarlane, quien está ahondando en lo que él ha catalogado como “nuevo animismo”, son los de aquellos que defienden la idea de denunciar a un río cuando las inundaciones de sus aguas afecten a seres humanos, o a un árbol que cae sobre una vivienda. Afirman que ya existen medidas legales para proteger a la naturaleza y que no hace falta catalogar a estos elementos naturales como seres legales.

“Hay muchas críticas a la idea de que un lago tenga derechos. Lo ven objetable dados los escasos derechos que se extienden a muchos grupos humanos subyugados. También al agrupar las cosmovisiones indígenas en los marcos de derecho de las leyes occidentales hace inevitable una distorsión colonial, por muy bien intencionado que sea el motivo”, afirmó Macfarlane. “El antropomorfismo también es torpemente central para el movimiento de los derechos naturales. Los lagos y los bosques deben transformarse en ‘personas jurídicas’, en lugar de ser reconocidos como ‘lagos legales’ o ‘bosques legales’. Debido a que un río no puede resistir en la corte, un poder humano inevitablemente debe llevar a cabo una acción, determinar el resultado óptimo y hacer que el río hable por él mismo”.

Lo que viene a decir el autor es que, aunque sea interesante el concepto de otorgar derechos humanos a la naturaleza, éste también cuenta con cierto sinsentido cuando se aplica en la realidad. Es una contradicción en sí mismo el extrapolar la prosopopeya al ámbito jurídico, el colmar de magia lo que debería ser realismo.

El Río Whanganui de Nueva Zelanda tiene derechos similares a los de las personas. (Getty Images)
El Río Whanganui de Nueva Zelanda tiene derechos similares a los de las personas. (Getty Images)

¿Acaso no es esta una manera desesperada de buscar soluciones ante la falta de responsabilidad humana? En el caso los habitantes de Toledo, ¿cuál hubiera sido su alternativa ante la inacción a la hora de reparar y prevenir una catástrofe todavía mayor en el Lago Erin? No es la incoherencia de darle derechos de persona jurídica a la naturaleza sino el espíritu de esta norma lo que importa. En esta pequeña ciudad bañada por Erin, esta iniciativa sirvió para denunciar a los responsables de contaminarlo. Desde su aprobación, el lago y los ciudadanos que lo protegen formaron parte del llamado Movimiento Legal por los Derechos de la Naturaleza, un concepto que nació en EEUU durante el principio de los años setenta para luchar contra las faltas de respeto a lo que es patrimonio de la humanidad.

Erin no está solo. Whanganui es un río de Nueva Zelanda a quien también se le otorgaron derechos legales en 2017, considerado como un “ente vivo e indivisible” por el propio Parlamento neozelandés. Los ríos Ganges y Yamuna en la India vivieron la misma suerte, aunque pocos meses después fue revocada por la corte suprema de la nación. El activismo en Chile clama por los mismos derechos en sus ríos. Incluso Ecuador y Bolivia, honoraron a Pachamama - madre naturaleza - en sus Constituciones. Alguna razón de peso debe haber detrás de estas iniciativas cuando es necesario llegar a este punto. Algo debe estar pasando cuando no es suficiente con tener normas convencionales de protección de la naturaleza.

Quizás si los océanos contaran con ese estatus, los responsables de contaminarlos serían juzgados como ‘genocidas’ dentro de esta realidad mágica creada a raíz de la incapacidad de la cruda realidad. Si en la actualidad nadie está pagando las consecuencias de la falta de sostenibilidad, de la saturación de productos y materiales nocivos para el medio ambiente y, a la postre, para los humanos, ¿cuál es la solución? ¿De qué manera se frenará la deforestación? ¿Quién pondrá límites reales a los poderes económicos que campan a sus anchas y apenas se preocupan por el rastro medioambiental que dejan tras de sí?

Puede que no sea suficiente con personificar a la naturaleza y parte de este contexto utópico pase por cosificar a ciertos seres humanos. También lo merecen.