Cómo saber si tu mala racha se ha convertido en un problema de salud mental
Todos hemos tenido una mala racha. Un día oscuro en el que hacemos un movimiento en falso y tumbamos la primera carta de un castillo de naipes que habíamos tardado mucho en construir.
Ese instante puede convertirse en una temporada en la que nos sentimos anímica y físicamente fatal.
¿Pero cómo sabemos si la tristeza profunda de un despecho o un duelo se ha transformado en un problema de salud mental?
Los expertos aseguran que una persona con buena salud mental es capaz de adaptarse para resolver los desafíos que nos presenta la vida sin llegar al sufrimiento.
Eso no significa que pasaremos la vida riendo, inmunes a los problemas y al dolor, en una burbuja emocional. El bienestar no nos evitará el sufrimiento, pero al sentir emociones fuertes sabremos qué hacer con ellas.
Por ejemplo, ¿qué pasa si vamos con retraso en el auto a una reunión importante y se nos poncha una llanta? Seguro que todos primero diremos algunas palabrotas. Pero luego del impacto inicial, una persona sana evaluará las opciones que tiene para llegar a la cita, mientras que una con algún trastorno sentirá tanta rabia o tanta angustia que no pensará con claridad, se dará por vencida o tomará decisiones que empeorarán aún más su situación.
La psicóloga Noemí Guillamón explica que si tenemos salud mental sentiremos todo un abanico de emociones al toparnos de frente con un conflicto, pero no nos paralizará.
El primer paso para saber si tenemos un problema es escucharnos a nosotros mismos.
En ese proceso de "darnos cuenta" apelamos a una especie de diálogo interior para preguntarnos. ¿Me siento mal? ¿Cómo están mis relaciones con mis amigos, mi pareja, mis hijos? ¿Estoy peleando? ¿No quiero interactuar? ¿Quiero estar todo el tiempo ocupado o aturdido? ¿Estoy consumiendo mucho alcohol?
"Si uno se sincera y se escucha por un momento, nos damos cuenta de que hay algo que no está bien", señala la psiquiatra y analista de orientación junguiana Ingrid Sánchez.
Y ese sería el momento ideal de pedir ayuda.
Pero la mente nos tiende trampas y aunque sabemos que algo nos molesta en ocasiones tardamos bastante en reconocerlo. También nos suele ocurrir con las muelas. Comenzamos a sentir molestias pero aguantamos con la fantasía de que el dolor se esfumará.
El problema es que no solo no desaparecerá sino empeorará. Y al final acudimos al dentista (y a terapia) cuando el sufrimiento es insoportable o cuando llegamos a situaciones límite que nos impiden convivir con los otros.
El termómetro emocional
No hay fórmulas exactas cuando se trata del cuidado de la salud emocional, pero existen tres criterios generales para determinar si una persona necesita ayuda profesional.
1. La frecuencia
No pasa nada si nos sentimos tristes un día o una semana, a veces sin una razón aparente. Pero si esa tristeza nos dura meses o años es conveniente consultar con un profesional de la salud mental.
2. La intensidad
Una persona tímida posiblemente siempre se sentirá nerviosa o incómoda cuando asista a una reunión, a una fiesta o de compras. Pero si la emoción es tan fuerte que siente sudoración o taquicardia es una señal de que la situación está afectando su salud.
3. El grado de interferencia
Si el sueño de un estudiante era ingresar a la universidad y reprobó la prueba de admisión es lógico que haya sentido frustración y abatimiento. Pero si las semanas pasan y esa sensación de decepción no cesa e interfiere en su funcionamiento cotidiano, como dejar de salir con los amigos, falta o exceso de apetito, o mirar un hoyo negro cuando piensa en su futuro, es hora de buscar ayuda.
El miedo a la locura y la normalización del sufrimiento
Uno de los motivos de la resistencia a buscar ayuda de un profesional de la salud mental es el miedo a ser etiquetados de locos.
Sánchez cree que los psicólogos y psiquiatras deberían reservar su vocabulario técnico sobre las enfermedades mentales para sus investigaciones y reuniones profesionales. Porque en la práctica, las etiquetas asociadas a la locura no ayudan a aliviar el sufrimiento.
Es muy distinto decir a un paciente que está tristísimo que decir que tiene una depresión mayor. Cuando hablamos de las emociones en términos coloquiales es más sencillo que quien atraviesa un problema emocional lo reconozca. "El paciente te puede decir: claro que he estado triste, pero deprimido no", cuenta Sánchez.
Otro problema es que algunas personas pasan tanto tiempo sufriendo que les cuesta recordar que no están bien.
"Para ellos lo normal es sentirse mal. Se normaliza el sufrimiento. Un amigo decía que es como acostumbrarse a tener una piedrita en el zapato. Con el tiempo no la percibes pero está allí". dijo Sánchez. Y ocurre porque las personas no saben qué hacer con ello.
Otro obstáculo para ir a terapia es que las personas temen asumir la responsabilidad de lo que les pasa. No se trata de culpabilidad sino de preguntarnos hasta qué punto hemos contribuido en los que nos sucede en el trabajo, con los amigos, en la familia.
No siempre es fácil detectar cuándo hay un trastorno
En ese proceso de reconocimiento también influye el nivel de madurez del individuo. En el caso de los niños, son los padres o los familiares cercanos los que perciben que las dificultades de sus hijos se salen de su control. Y los adultos, a partir de la treintena, han acumulado suficientes vivencias y conocimiento de sí mismos como para advertir un malestar.
Para Guillamón el gran reto está en los adolescentes y los jóvenes que comienzan la vida adulta, entre los 15 y los 25 años, que no escuchan a sus padres, ni a sus jefes ni maestros. Pero sí a sus compañeros y a sus parejas. Es más probable que un joven busque ayuda emocional si un amigo le dice: "Estás mal".
Los pacientes entre 20 y 25 años la consultan principalmente por la dificultad para transitar su paso a la vida adulta, la dificultad de tomar decisiones, conformar una identidad única y diferenciada de sus padres. En el caso de las mujeres jóvenes es frecuente la baja autoestima y la dependencia emocional.
Entre los 45 y los 55 años, Guillamón atiende a más pacientes distímicos, que es una depresión de baja intensidad que se prolonga en el tiempo. "Los malestares tienen más que ver con la mochila de la vida".
En busca del bienestar
No hay un sólo camino para mantener o recuperar la salud mental. Pero un buen comienzo es cuidar de nuestra salud integral, con una buena alimentación y ejercicio físico.
Otra buena práctica es recuperar los espacios sociales de reflexión y desahogo que son cada vez más escasos en las grandes ciudades en tiempos de pandemia.
En Occidente no tenemos el consejo de ancianos de las sociedades tribales pero es sano socializar con los amigos, los vecinos, o con personas con las que compartamos algún interés. La buena noticia es que la aceptación de las emociones y sentimientos está comenzando a cambiar.
Existe la tendencia a tener una mayor apertura a encontrarnos con nosotros mismos y a explorar nuestro espacio interior con la popularidad del yoga y el mindfullness. Y el paso más difícil y necesario para sanar una dolencia emocional es buscar ayuda de un profesional de la salud mental.
Recuerda que no es sano ser esclavo de las emociones. Un psicólogo o psiquiatra no es una persona a la que acudimos para aconsejarnos lo que debemos hacer con nuestra vida. Es un profesional que nos acompañará a atravesar una parte borrascosa del camino. Es una persona entrenada para identificar la causa de nuestro malestar y para ayudarnos a buscarle solución.
"Cuando la gente se siente mal va al médico. Lo mismo debería ocurrir cuando sentimos un malestar emocional. Ir al terapeuta es como ir a cualquier médico", recuerda Sánchez. Es una persona especializada en aliviar el sufrimiento emocional y tratar los trastornos mentales.
Reconocer que nos sentimos derrotados, enfadados o angustiados es el primer paso para recuperarnos y hacernos cargo de nuestra vida.
Este artículo es parte de una serie de Yahoo sobre salud mental que se propone a ayudar a quienes hoy viven en las sombras a transitar el camino hacia la recuperación
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Si tú o alguien que conoces está considerando quitarse la vida, contacta inmediatamente con tu Línea Nacional de Prevención al Suicidio:
México: (55) 5259-8121, o visita http://www.saptel.org.mx/
EEUU: 1-800-273-TALK (8255), o visita suicidepreventionlifeline.org
Argentina: 135 (línea gratuita) (011)5275-1135 o visita https://www.casbuenosaires.org.ar/
España: 911 385 385 o visita https://www.telefonocontraelsuicidio.org/ También 717 003 717 o visita https://telefonodelaesperanza.org/
Colombia: Bogotá 106, Cali 106, Medellín 125, Cundinamarca 123, Cartagena 125, Boyacá 106