La identidad sexual de las células, la revolucionaria investigación de una genetista española

La genetista Irene Miguel Aliaga, investigadora del Imperial College de Londres (Reino Unido).
IMPERIAL COLLEGE
La genetista Irene Miguel Aliaga, investigadora del Imperial College de Londres

Hace poco más de una década se presentó al mundo una criatura casi fantásticaSam, un animal que era un gallo en su mitad izquierda y una gallina en su mitad derecha. Los científicos que lo investigaron, de la Universidad de Edimburgo, lo bautizaron Sam porque era Samantha y Samuel a la vez. La genetista Irene Miguel Aliaga, nacida en Barcelona hace 49 años, suele mostrar una fotografía de esa quimera gallinácea en sus charlas. Sam demostró que las células, por lo menos las de ave, tenían una identidad sexual intrínseca. Una célula es macho o hembra.

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Las revolucionarias investigaciones de Miguel Aliaga han revelado desconocidas diferencias entre los sexos, con implicaciones en la alimentación, la fertilidad y la susceptibilidad al cáncer. La genetista, del Imperial College de Londres, ha iluminado estos enigmáticos mecanismos con audaces experimentos en moscas, sobre todo los intestinos, donde afirma que hay “un segundo cerebro”, diferente entre machos y hembras. Los resultados de Miguel Aliaga son tan potentes que, el 15 de julio próximo, ella y la también genetista Carola García de Vinuesa se convertirán en las primeras científicas españolas que ingresan en la Royal Society del Reino Unido, un exclusivo club fundado en 1660 al que pertenecieron genios como Isaac Newton, Charles Darwin, Albert Einstein y Rita Levi-Montalcini.

–¿Qué nos dice ese animal que es mitad gallo y mitad gallina?

Esos experimentos fueron bastante reveladores. Cuando pensamos en diferencias entre sexos siempre pensamos en los ovarios y los testículos: yo tengo estrógenos, tú tienes testosterona y por eso somos diferentes. Lo que mostraron esos experimentos es que el tamaño de la mitad macho era totalmente diferente al de la mitad hembra. Si todo dependiera de las hormonas, que están flotando por todas partes, ¿por qué sería una parte más pequeña que la otra? Esos experimentos demostraron que en el sexo hay más factores, además de las hormonas. Es lo que nosotros estamos investigando: el sexo de los órganos, el sexo de las células. Hay un componente intrínseco de identidad sexual en las células.

–En cualquier libro de biología, los únicos órganos que aparecen diferenciados por sexos son el pene y los testículos, en machos, y la vulva y los ovarios, en hembras, pero usted muestra que todos los órganos son diferentes por sexos.

–Sí, nosotros trabajamos con el intestino, pero también se ve en el páncreas, el hígado… Hay un montón de diferencias sexuales y también pueden cambiar durante la vida adulta. La plasticidad de los órganos adultos no está muy investigada.

–Usted en sus charlas suele mostrar la imagen de una serpiente pitón que se come un cocodrilo, un caso exagerado que ilustra la capacidad de los órganos para cambiar de forma y de volumen.

–Es un caso extremo de hasta qué nivel pueden cambiar órganos adultos. Tú naces con un intestino y piensas: “Este es mi intestino para toda la vida”. Pero lo que ilustra la pitón es que el intestino puede crecer un montón y luego encogerse en la vida adulta. Y tú piensas: “Bueno, esto es una cosa de la pitón que se acaba de comer un cocodrilo enorme”. Pero, en realidad, esto pasa en todos los animales que estamos investigando. Inicialmente, lo vimos en moscas, pero el intestino de las ratonas también crece un montón durante el embarazo y la lactancia. Y ahora estamos empezando a escanear humanos y parece que también pasa. Los órganos cambian en nuestro interior, crecen y se encogen, y eso importa.

–¿Puede poner algún ejemplo?

–En moscas y ratones, la longitud del intestino crece hasta un 20%. Y la capacidad de reproducción baja si tú interfieres en ese proceso y no dejas que el intestino de la madre crezca durante el embarazo y la lactancia, o, en el caso de las moscas, cuando están poniendo huevos. Es importante que el intestino crezca para que estas especies se puedan reproducir. En humanos estamos mirando ahora y parece que también crece un poco durante el embarazo y la lactancia. Aún no sabemos si es importante.

–Usted lamenta la confusión entre sexo y género. ¿Qué es uno y qué es el otro?

El sexo es una variable biológica: puedes ser macho, hembra o intersexual. El género es un constructo social: como sociedad asignamos valores de hombre, de mujer… Ahora hay varias categorías, porque al ser un constructo social no es una cosa fija. Yo soy mujer y hembra, pero no siempre coinciden el sexo y el género. Potencialmente, tanto los factores biológicos como este constructo social pueden tener un impacto en la fisiología y en la fisiopatología: si desarrollas un cierto cáncer, por ejemplo. El constructo social puede estar asociado a que un género tienda a tomar más una cierta dieta, y eso puede influir en el cáncer que acabas desarrollando.

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También se investigan las diferencias por sexos en el cerebro humano.

–Sí, es un tema complicado. Si yo cojo una mosca o un ratón, no hay género, solo hay sexo. A mucha gente le cuesta ver la diferencia entre el sexo y el género, incluso a muchos científicos. En mis moscas o en mis ratones el género no importa. Yo puedo decir que siempre hay una diferencia entre la mosca macho y la mosca hembra. Y esa diferencia es de sexo, claramente. En humanos hay muchas diferencias entre machos y hembras, entre hombres y mujeres, pero es más difícil averiguar si se deben a diferencias de sexo (biológicas) o de género (sociales). Ahí está la complicación, pero la gente es bastante dogmática. Normalmente, tienes gente que cree que todo es sexo y gente que cree que todo es género. Y la realidad es que es difícil separarlos.

– ¿Usted dónde se sitúa?

–Yo lo que puedo decir es que, en cualquier animal que he mirado, hay diferencias por el sexo. En cualquiera. Entonces, no me puedo creer que en los humanos no haya diferencias de sexos. En cualquier tejido, en cualquier órgano que he mirado, hay diferencias evidentes de sexo. A veces estas diferencias se ven como un ataque a la igualdad, pero que haya diferencias no quiere decir que un sexo sea mejor y el otro sea peor.

Si le pongo un cerebro de mujer y un cerebro de hombre, ¿sabría cuál es cuál?

–Si te fijas en los genes que se activan, mires donde mires, vas a ver diferencias entre sexos. ¿De dónde vienen esas diferencias y qué significan? No lo sé. El cerebro es el caso más controvertido, evidentemente.

Sea un cerebro o un hígado, usted toma una célula cualquiera y sabe si es masculino o femenino.

– Evidentemente, sí.

–Eso no puede ser controvertido.

–No, eso no se puede cuestionar. Es un hecho. Si miro qué genes se activan o miro los cromosomas puedo decir si la célula es macho o hembra.

–¿En qué se nota el sexo biológico de una célula humana, además de en los cromosomas sexuales XX o XY?

–Los cromosomas sexuales, por ejemplo, dictarán el tipo de genes que se activan en la célula. Y la activación de los genes también dependerá del entorno en que se encuentre la célula: hormonas, nutrientes…

–Y una célula macho o hembra no es ni mejor ni peor.

–Exacto. En una charla estaba mostrando que las células madre del intestino de la mosca hembra proliferan más, y expliqué que esto es importante para la mosca madre cuando se reproduce, porque necesita que el intestino crezca. Cuando el intestino crece, eso ayuda a la fertilidad, a la fecundidad de la mosca. Y un chico del público se enfadó y me dijo: “¿Pero cómo puedes decir que el intestino de las hembras es mejor?”. Y yo le respondí: “No, yo no te digo que es mejor, solo te estoy diciendo que sus células madre proliferan más”. La mosca es un buen ejemplo de que una cosa puede ser buena en un contexto, pero mala en otro contexto. Por ejemplo, las células madre del intestino que proliferan más en la mosca hembra son una cosa buena durante la reproducción, pero, si tú induces genéticamente tumores, la mosca hembra desarrolla tumores más grandes, porque esas células proliferan mucho más. Nunca hay un mejor y un peor. Es siempre una cuestión del yin y el yang, de alguna manera.

Sus investigaciones con intestinos han revelado que los órganos de machos y hembras son más diferentes de lo que pensábamos.

–Sí, no esperábamos encontrar tantas diferencias. Estamos viendo que son muy distintos y que también es muy diferente cómo se comunican con otros órganos. Por ejemplo, la comunicación entre el intestino y el cerebro puede ser bastante diferente entre machos y hembras. Es una cosa sorprendente.

–¿Qué implicaciones tienen estas diferencias?

Nos han hecho conscientes de que tenemos que considerar el sexo en todas las investigaciones. No debemos asumir que la fisiología y la fisiopatología de los animales, o de los humanos, va a ser la misma. Por ejemplo, en humanos, la susceptibilidad al cáncer es diferente en hombres y mujeres. Seguramente es por una combinación de muchos factores: la dieta, el entorno, variantes genéticas. Pero nuestra investigación está diciendo que también tienes que considerar el sexo intrínseco de las células. Antes se asumía que las diferencias por sexos en el cáncer se debían a las hormonas masculinas o femeninas. Nosotros hemos visto que también hay un componente intrínseco de la célula, del sexo de la célula, al menos en la mosca.

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 Sí, las moscas son muy poderosas para descubrir procesos nuevos, porque te permiten hacer experimentos sin necesariamente tener una hipótesis a priori. Si quieres ver qué genes controlan un proceso, puedes quitar distintos genes en diferentes moscas. Para ver diferencias entre sexos, puedes coger las células madre del intestino de una mosca hembra adulta y hacerlas macho. Y lo puedes hacer muy rápido. En la mosca todas estas pruebas se pueden hacer en un par de meses, mientras que en ratones tardas un año o dos.

–¿Qué pasa al masculinizar las células madre del intestino de una hembra?

 Las células madre son las que hacen que el intestino crezca normalmente y se vaya regenerando. Cuando las masculinizamos en una mosca hembra, vemos que el intestino de las madres mosca no crece tanto como debería. Con otros experimentos hemos revelado que hay un vínculo entre el intestino y la reproducción. No se sabía que el sexo del intestino controla la capacidad de una mosca para reproducirse. Lo hemos visto en hembras y también hemos visto que el intestino tiene que ser macho en los machos para que tengan fertilidad de macho.

–¿Qué cree que pasaría si le masculiniza el intestino a una mujer?

No tengo ni idea. En los humanos estamos empezando a investigar si durante el embarazo y la lactancia el intestino crece. Y parece que sí.

–¿Y en ratones?

–En ratones estamos empezando a ver que sí que importa. No les hemos cambiado todavía el sexo del intestino, pero sabemos que, si no dejamos al intestino crecer durante el embarazo y la lactancia, parece que hay un efecto pequeñito en la capacidad de la hembra para tener bebés. Es interesante, porque las mujeres y las hembras de ratón tienen un órgano creado específicamente para la reproducción: la placenta. Nuestra duda era si el intestino es tan importante en las moscas porque no tienen placenta y el intestino asume sus funciones durante la reproducción. A lo mejor si mirábamos en ratones o en humanos el intestino no crecería o no importaría, porque ya tienen la placenta, que es la que le da todos los nutrientes al bebé. Parece ser que no es el caso. En los ratones, el intestino crece igual o casi más que en las moscas. Y parece que sí importa.

–¿Tenemos un segundo cerebro en el intestino?

–Sí, tenemos muchas neuronas en el intestino, y el intestino está conectado con el cerebro por neuronas que parece que pueden detectar nutrientes y afectar a la fisiología y al comportamiento, al menos en organismos modelo, como el ratón. Además, estamos viendo que hasta las células digestivas, no neuronales, del intestino pueden detectar nutrientes, por ejemplo, el zinc. Así que lo de los sentimientos viscerales está justificado.

–¿Qué tiene que hacer la sociedad con estas diferencias entre los sexos?

–En ecología, la diversidad de un ecosistema es importante para que sobreviva a cualquier desafío externo. Yo veo la sociedad de la misma manera. La sociedad diversa —a nivel de sexo, de género, de etnias o de cualquier cosa— es la que puede sobrevivir mejor a los desafíos. Somos más fuertes así. Yo no veo que las diferencias de sexo y de género, o las diferentes necesidades, sean un problema. Yo siempre lo veo como una cosa buena. No hay nada malo en admitir estas diferencias.

Por Manuel Ansede

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