La hora de los patriotas


Llegan los momentos de definición en la defensa de la República. Pronto se verá quién está comprometido con las instituciones nacionales y quiénes trafican con el hambre. Partamos de un hecho: nuestras fuerzas armadas se distinguen de sus pares de Latinoamérica, por su invariable respeto a la constitución. Son ya 107 años de resistir a las presiones de civiles insensatos, más de uno, que coquetean con ideas como «la reelección» o «el golpe de Estado».

Es pues prudente destacar que el Título Séptimo del Código de Justicia Militar se intitula acertadamente «Delitos contra la Seguridad Interior de la Nación». Se enfoca en dos tipos penales: la rebelión y la sedición militares. La fracción II del numeral 218, por ejemplo, describe: «Se comete el delito de rebelión militar, cuando se alzan en armas elementos del ejército contra el gobierno de la República, para […] impedir la elección de los Supremos Poderes de la Federación, su integración, o el libre ejercicio de sus funciones, o usurpar éstas». Esta hipótesis normativa atenta directamente en contra del régimen republicano establecido en el artículo 40 de la carta magna. Recordemos: «Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos […], unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental». Otro ejemplo, la fracción IV del numeral 218 del citado código, también reputa rebelión militar el acto de: «abolir o reformar la Constitución Política […], las instituciones que de ella emanen, impedir la integración de éstas o la elección correspondiente […]». Claramente, la trasmisión pacífica del poder es un interés permanente de la Nación. Es un asunto de seguridad nacional, con toda obviedad. Intentar impedirlo con apoyo en una fracción de las estructuras militares o navales, es atroz. Así lo aprendieron los ciudadanos de Brasil, Chile, Argentina, Panamá y más recientemente Venezuela, solo por citar algunos casos inquietantemente cercanos. Estas conductas ameritan, en México, prisión de treinta a sesenta años según el numeral 219 del código multicitado.

Por otra parte, la fracción II del numeral 224 estipula: «Cometen el delito de sedición los que, reunidos tumultuariamente, en número de diez o más, resistan a una autoridad o la ataquen con alguno de los objetos siguientes […] impedir el libre ejercicio de sus funciones, o el cumplimiento de una providencia judicial o administrativa». El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es un ejemplo muy adecuado en este entorno de incertidumbre, intolerancia y polarización. Una conducta como la descrita, amerita cuatro años de prisión.

El constituyente de 1917 estaba consciente de las consecuencias desastrosas del rompimiento del orden constitucional. Por ello, el artículo 136 de nuestra carta magna ordena: «Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que, por cualquier trastorno público, se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta».

Pretender desconocer los resultados electorales por la vía de las armas o de un «mega plantón», ahora apoyado por recursos federales, son ideas exactas del «trastorno público» a que se refiere el 136. Por ello, es toral que la Nación cuente con un Poder Judicial Federal independiente que la defienda de los sediciosos y de los rebeldes, máxime si son reincidentes y contumaces.

Los altos mandos militares tienen claro los conceptos de «rebelión» y de «sedición». Forma parte central de su doctrina institucional y la saben de memoria desde cadetes. Aquí no se trata de chapucerías electorales o de líderes nacional-populistas coyunturales. Se trata de evitar activamente, traicionar la memoria de tantos buenos marinos y soldados que ofrendaron y están entregando su vida por la Nación. La idea fuerza es: toda veleidad y debilidad será juzgada. Está llegando la hora de los verdaderos patriotas.

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