#HolaPutero: la campaña viral que enfurece a algunos hombres.

“Hola putero, voy a contarte un secreto: ninguna de las mujeres a las que has pagado quería estar contigo. Ninguna parte de su piel quería que las tocaras. Lo han hecho por dinero”. Así empieza la brutal campaña viral de @TowandaRebels contra los clientes de la prostitución, los hombres que engrasan y permiten un sistema de explotación y esclavismo. Casi la mitad de los hombres españoles, cuatro de cada diez, ha pagado por sexo en algún momento de su vida, según datos del Ministerio de Sanidad y APRAMP, la Asociación Española de Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituída.

España es el primer país de la Unión Europea en consumo de prostitución.

Hombres como cualquiera de los que tienes a tu alrededor. Llamémosle ÉL. Él llama al timbre de un piso de Madrid. Entra, escoge una chica y paga. La somete, tiene que hacer lo que él quiera, porque por algo ha pagado. A veces la insulta, le tira del pelo, incluso la golpea. La usa como una muñeca porque para él esa prostituta no es una persona, sólo una cosa que usar para su placer. Apenas unos minutos después sale de la casa. Se siente mejor. Nada más importa y nada más quiere ver. Mientras tanto, ella espera –dolorida, resignada, aturdida- a que otro hombre cruce la puerta de su habitación. Tiene apenas 19 años. Es china. Y es una esclava. Sexual. Veinticuatro horas al día, siete días a la semana, sin descanso. Un hombre tras otro. Y una pastilla de ketamina tras otra. Barra libre de un potente anestésico veterinario, a cuenta de sus explotadores, para no protestar, para no sentir. Para aguantar sin descanso un cuerpo tras otro.

“Ahora mismo salimos a la calle y aquí, en el centro de Madrid, encuentro para tí a un montón de esclavos”. Me contó hace unos años la actriz Julia Ormond, una de las más comprometidas activistas en la lucha contra el tráfico de personas. Pero, ¿qué es un esclavo hoy?, le preguntaba yo “Es cuando una persona controla completamente a otra, usa violencia para mantener ese control, la explota económicamente y le paga prácticamente nada”. La policía calcula que ocho de cada diez prostitutas que ejercen en España encajan en este perfil. No hablo de las que se definen como trabajadoras del sexo, -aunque pocas veces en la pobreza hay libertad-, sino de las que caen en las redes de trata de blancas, el segundo negocio ilegal más lucrativo del mundo, entre las armas y las drogas.

“Chinitas. 40 € y 60 €. 24 horas. Calientes. Nuevas en la ciudad”, debería poner: “Esclavas del sexo. Trabajadoras sin sueldo. Drogadas para rendir más. Importadas para su placer por una red de traficantes de personas”. Cuarenta millones de euros anuales ingresa la prensa por publicarlos. Pero ¿y si en vez de prostitutas anunciaran trabajadores sin papeles para la construcción? Si un empresario contrata a alguien sin papeles, se enfrenta a una altísima multa. ¿Por qué no pasa lo mismo con el que contrata el servicio de una prostituta ilegal? Es decir, con el putero.

Imposible obtener cifras oficiales, pero un informe de expertos presentado en el Congreso de los Diputados calcula que los españoles se gastan 50 millones de euros diarios en las 300.000 mujeres se prostituyen en nuestro país. A tres clientes por jornada, sale casi un millón de servicios –clientes- al día. Uno de cada cuatro hombres españoles confiesa haber contratado alguna vez a una prostituta.

Si yo pago, yo mando, me decía una vez un asiduo putero. Y mejor no preguntar. No ver. No ser conscientes. ¿Esa mujer ejercerá la prostitución en libertad? ¿Será esclava de una red de traficantes de personas? Da igual. Yo, a lo mío. Pago. Uso. Y me voy.

Y no crean que es algo de señores de cierta edad. Chicos de catorce años están convirtiéndose ya en puteros. Utilizan lo que les sobra del bote para botellón un sábado por la noche para ir a buscar a una prostituta, regatear con ella –a veces sólo les quedan diez o quince euros- y echar a suertes quién la utiliza.

Las mujeres se convierten para ellos en objetos que comprar, a los que decirles qué quieren, dónde, y cómo. Agujeros de placer sexual a las órdenes del macho.

¿Cómo van a poder establecer esos chicos una relación normal con una mujer?