"Un hit ambicioso y valiente": la crítica de la BBC de Maestro, la película biográfica sobre el icónico director de orquesta Leonard Bernstein
La película biográfica de Bradley Cooper sobre el compositor estadounidense Leonard Bernstein gira alrededor de una pregunta: ¿es posible tenerlo todo?
Es decir, ¿puedes ser un director de orquesta clásico de talla mundial y al mismo tiempo un compositor de Hollywood? ¿Puedes ser aceptado por la crema y nata estadounidense con un apellido judío? ¿Puedes estar felizmente casado con una mujer mientras tienes relaciones con hombres?
Una variación también válida de la temática de esta pregunta le debió surgir a Cooper mismo: ¿puedes ser el tipo guapo de The Hangover ("¿Qué pasó ayer?") y a la vez ser tomado en serio como un actor-director-escritor-productor? Al parecer sí.
Toma valentía estrenar en el festival de Venecia una película sobre el mundialmente famoso compositor y director amante de Mahler, justo un año después de que Todd Field hubiera estrenado Tár (a pesar de que Lydia Tár fuera un personaje ficticio).
Y requiere coraje dirigir un proyecto que en varias ocasiones estuvo en manos de Steven Speilberg y Martin Scorsese (ambos se mantuvieron en la película como productores).
Pero Maestro confirma lo que sugirió el debut de Cooper como director, A Star is Born (Nace una Estrella). Tiene ambiciones altísimas y tiene el virtuosismo técnico y la sinceridad pura para alcanzar tales ambiciones con propiedad.
Nace una estrella
Un aspecto arriesgado es que la película se desarrolla durante varias décadas, y Cooper ajusta su estilo para que corresponda con el período.
Comienza en 1943, cuando, a última hora, un Bernstein de 25 años es llamado a remplazar en Carnegie Hall al indispuesto director de la Filarmónica de Nueva York. Sin tiempo para ensayar, Bernstein asume la batuta con tal brillantez que, pues, nace una estrella.
Al poco tiempo ya está ocupado escribiendo la banda sonora de un musical, On The Town (En la ciudad), e intercambiando bromas con Felicia Montealegre (Carey Mulligan) una actriz adinerada que no tiene problema en casarse con él a pesar de conocer de sus relaciones homosexuales.
Los primeros momentos de su romance se presentan como un melodrama en blanco y negro de los años 40, un remolino de diálogos rápidos, ritmo acelerado y secuencias de sueños salvajes.
El guión, de Cooper y Josh Singer, evita tratar de contar todos y cada uno de los triunfos y dificultades de Bernstein.
Más bien, han construido un profundo estudio de un personaje resaltando la personalidad animada de su sujeto, y al mismo tiempo reconociendo lo desesperante y agotador que podía ser.
El homenaje
Bernstein recibe al mundo con ojos bien abiertos y una gran sonrisa y dirige con tal ánimo que pareciera estar cantando y tocando cada nota él mismo.
Expele sabor masculino y Cooper, por su parte, lo deja todo incluso hasta llegar al punto en el que él y Bernstein pueden parecer ridículos y, francamente, bastante irritantes.
No puedes olvidar que estás viendo un actor haciendo una interpretación pero nunca dudas que ama el personaje que interpreta, o que logra entender la tristeza profunda que hay detrás de la briosa alegría de Bernstein.
Maestro es un retrato melancólico de alguien que es el alma y vida de cualquier fiesta no sólo porque ame la compañía, sino porque le da miedo estar solo.
Hay un problema obvio: a Copper se le ha criticado por usar una nariz prostética, una decisión compleja tomada por un actor no judío que interpreta a un personaje judío.
Personalmente, yo diría que las narices prostéticas distraen tanto en la pantalla grande que no deberían usarse a menos de que alguien esté interpretando a Pinocho.
Pero el artista de maquillaje Kazu Hiro hace un trabajo tan maravilloso que es fácil olvidar que esa no es la nariz de Cooper. Y cuando el Bernstein mayor habla con los entrevistadores en las escenas que enmarcan la película, tiene uno de los mejores maquillajes de adulto mayor que haya visto.
Aún así, Maestro no es únicamente el show de Bradley Cooper. En los créditos, se lleva la segunda línea, cediéndole el espacio a Carey Mulligan. La decisión realmente no tiene mucho sentido: Bernstein es sin duda el personaje principal.
Pero la interpretación de Mulligan como la leal pero atormentada Felicia es un gusto para ver, particularmente en las largas y complicadas escenas en las que los diálogos se entremezclan con un naturalismo casi documental, pero con una precisión en la pronunciación tal que pareciera ser la comedia más sofisticada. Nunca la hemos visto mejor.
Aparentemente hay debate sobre si a una mujer se le debe decir “Maestra” o “Maestro”, pero independiente del que prefieras, Mulligan se lo lleva.
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