La historia de Jeidy, joven indígena que sufrió un ataque transfóbico en Tehuacán, Puebla
A Jeidy le gusta lucir su cabello largo, pintarse sus labios y ojos, tomarse fotos; pero no podía ser Jeidy todo el tiempo, se lo impedían los ojos de extraños, en su trabajo y las miradas reprobatorias de la gente que transitaba a su lado en las calles de Tehuacán, Puebla.
Ya había recibido agresiones, pero no cómo la que vivió el pasado sábado 4 de julio cuando recibió dos disparos de tres mecánicos que la persiguieron gritándole “pinche puto”, “hija de la chingada”.
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Un disparo en el pie, otro en la cabeza. Jeidy se desmayó a unos pasos de llegar a la pequeña casa que renta junto con su sobrina Yuridia. Ella escuchó los disparos y salió, se dio cuenta de que era su tía que antes de desmayarse le dijo “fueron los mecánicos”.
Jeidy despertó en la cama del Hospital Municipal después de dos días con un tratamiento médico al que se encuentra sometida y que involucra muchas medicinas que no ha podido costear, pero le han dicho que no se preocupe, que todo está pagado por el gobierno municipal de Tehuacán. La agresión transfóbica que sufrió mediatizó su caso.
El alcalde suplente de Tehuacán, Andrés Artemio Caballero López, y el de Zoquitlán, Claudio Hernández Cabanzo, la apoyaron económicamente tanto en el tratamiento médico como en la atención hospitalaria.
Jeidy ha perdido la cuenta de cuántos medicamentos tiene que tomar, sólo ve entrar y salir a tres doctores que han dado a su caso prioridad, al grado que después de dos días de la agresión, la Fiscalía de Puebla logró la detención de los tres presuntos agresores.
Jeidy se encuentra estable, pero triste y con miedo. Su sobrina Yuridia Hernández Rivera compartió que aún no han podido retirarle las esquirlas de las balas por el riesgo que representa para su vida.
El día de la agresión salió a las 5 de la tarde de su casa. Avisó que iría al centro, después de cinco horas ya iba de regreso. Eran las 9 de la noche. “Escuché los balazos, mis vecinos comenzaron a gritar; nunca pensé que fuera mi tía. Lo único que me dijo es que fueron los mecánicos y se desmayó. Me dio miedo, mis vecinos le hablaron a la ambulancia y a la patrulla. Yo no pude por los nervios”, relató Yuridia.
Ella es la única familia que tiene Jeidy en Tehuacán. La agresión y posterior hospitalización de Jeidy la ha obligado a pedir permiso en el trabajo, como empleada en una tienda de conveniencia, para atender a su tía; lleva tres días faltando, teme que pierda su empleo.
Ambos han vivido agresiones de los mecánicos que trabajan en un taller en avenida del Trabajo, cerca del fraccionamiento Puertas del Sol. Para llegar a la casa que rentan, tienen que caminar obligados frente al taller.
“Eres puto”, “eres choto”, “hija de la chingada”, eran insultos comunes para Jeidy, que sólo se agachaba y seguía caminando acelerando el paso.
A Yuridia, ser mujer, la colocaba en una posición diferente, de acoso: “te puedo acompañar”, “a dónde vas”. Los chiflidos eran constantes.
Ser indígena y gay en México
Jeidy dejó su pueblo a los 22 años de edad, solo con estudios de primaria, hablante indígena de náhuatl y con la certeza de sentirse mujer. Pero entendía las normas sociales que le exigían ser hombre y portar ropa varonil si quería trabajar, y así lo hizo, generalmente trabajando como mesero o encargado de bares.
Hace 10 años llegó a Tehuacán procedente de Tepexilotla, junta auxiliar de Tepepa de Zaragoza en Zoquitlán, municipio de la Sierra Norte de Puebla, comunidad de alta pobreza y rezago, donde gran parte de la población habla náhuatl.
Acceder a la educación y a servicios de salud en Tepexilotla, es complicado. Son comunidades de menos de 500 habitantes y la mayoría no concluyó la educación básica. La única oportunidad de ayudar a la economía del hogar es salir de ahí e ir a la ciudad más cercana (seis horas) que es Tehuacán.
En 2010 llegó a Tehuacán y en 2015 invitó a su sobrina a vivir juntas, desde entonces Yuridia vive con su tía. A sus 32 años, Jeidy planeaba ser mujer transgénero y ya sostenía acercamientos con grupos activistas que apoyan a las mujeres trasgénero en Tehuacán, aspiraba a vivir todos los días como Jeidy.
Jeidy trabaja desde temprana edad con la finalidad de tener su propio negocio, ese es su sueño: ser propietaria de su propia marisquería o bar, los años de trabajo en estos lugares lo ha llevado a pensar que puede concretar este proyecto.
Pero el coronavirus la dejó sin empleo, el bar donde trabajaba tuvo que cerrar desde hace tres meses obligado por la pandemia. Los ahorros que en algún momento se imaginó serían para su negocio, le han permitido sobrevivir en el desempleo.
“Vamos a buscar otro cuarto”
Tanto a Jeidy como a Yuridia no les interesa saber qué pasará con los mecánicos, solo quieren buscar un nuevo departamento para rentar en otro lugar. Aún no saben si Jeidy presentará daños permanentes por los balazos, tema que les preocupa, pues si requiere de terapias no cuentan con el dinero para pagarlas.
Aun viniendo de una comunidad indígena, la familia de Jeidy la ha aceptado sin discriminarla, solo le quedan tres hermanos, pues sus papás fallecieron. Su familia está enterada de lo que le pasó y solo piden que sean los propios mecánicos quienes paguen la compra de medicamentos, “pero eso lo dejamos con las autoridades, no nos queremos meter en problemas”.
La joven indígena solo piensa que en cuanto se recupere se cambiará de lugar para vivir. Sabe del comunicado que la familia de los mecánicos dirigieron al gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, para pedir que no los detuvieran. Le da temor una nueva agresión en su contra, o en contra de su sobrina de 24 años de edad.
67 crímenes de odio en 20 años
Desde que empezó el actual gobierno federal con Andrés Manuel López Obrador, suman 117 crímenes de odio contra la comunidad LGBTTIQ, esto es un homicidio en contra de personas homosexuales cada tres días en el país, de acuerdo con un seguimiento de casos que registra la organización civil Letra Ese.
En Puebla de 1996 a 2019, la organización civil Vida Plena Puebla ha documentado 64 crímenes de odio por homo-lesbo-bi-transfobia, aún y cuando en la entidad, el“crimen de odio” se encuentra penalizado en el artículo 330 Bis, no así en el Código Penal Federal, donde no considera el crimen de odio en razón de la “preferencia u orientación sexual” de la víctima, y tampoco figura el término “identidad de género”.
De los 217 municipios de Puebla, la capital encabeza el listado de agresiones a personas de la comunidad LGBTTIQ con 33 de los 64 casos, seguido de Tehuacán con 12.
En lo que va del año 2020, suman tres crímenes de odio en Puebla, dos contra jóvenes homosexuales y uno con una mujer transgénero que atropellaron.
Las leyes mexicanas sí consideran protección constitucional contra la discriminación por orientación sexual establecida en el artículo 1 de la Constitución, así como en las constituciones estatales de Campeche, Chihuahua, Coahuila, Colima, Durango, Guanajuato, Michoacán, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala, Veracruz y Puebla, este último establecido en el artículo 11.
Rezago en la resolución de crímenes de odio
Ante los vacíos legales, Onán Vázquez Chávez, representante de la organización Vida Plena, aseguró que lo peor sería que el intento de asesinato en contra de Jeidy quede impune, “tememos que la fiscalía no haya integrado bien la averiguación, queremos saber a qué juez lo van a turnar para que ojalá lleven el debido proceso y hagan uso de los protocolos en materia de diversidad sexual que existen”.
En 2019, Vida Plena A.C. envió solicitudes de reunión a la Fiscalía de Puebla para conocer el panorama real de los crímenes de odio, pues la organización realiza un registro vía hemerográfica y les gustaría coincidir con información oficial, además de conocer cuántos casos se han resuelto con número de sentencias. A la fecha no han recibido respuesta.
Pero la organización lleva su propio registro y así saben que de los 67 crímenes de odio ocurridos en 23 años, solo cinco han sido resueltos y cumplido con sentencias, aunque en su mayoría por homicidio y robo. Hay 40 averiguaciones previas en curso.
Las personas homosexuales son las más agredidas, revelan las estadísticas de Vida Plena, acumulan 37 casos a la fecha. Los travestis siguen con 24 casos y transexuales con cuatro.
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