'Hicimos exactamente lo correcto', dice nuestro glorioso líder

Caminando por el Sendero del Noroeste del Pacífico en Montana. (Nicholas Kristof/The New York Times)
Caminando por el Sendero del Noroeste del Pacífico en Montana. (Nicholas Kristof/The New York Times)
El presidente Donald Trump en el escenario de la Convención Nacional Republicana en Charlotte, Carolina del Norte, el 24 de agosto de 2020. (Doug Mills/The New York Times)
El presidente Donald Trump en el escenario de la Convención Nacional Republicana en Charlotte, Carolina del Norte, el 24 de agosto de 2020. (Doug Mills/The New York Times)

¡Qué alivio!

Temía por el coronavirus, pero, ¡estamos bien! He estado viendo la Convención Nacional Republicana y resulta ser que mientras todos los demás se quedaron paralizados e indefensos ante la pandemia, nuestra estrella guía nacional, el presidente Donald Trump, dio un paso al frente y salvó millones de vidas. ¡Menos mal!

“Desde el principio, los demócratas, los medios y la Organización Mundial de la Salud entendieron mal el coronavirus”, según una propaganda audiovisual del Partido Republicano que se mostró en la convención. Afortunadamente, “un líder tomó medidas decisivas para salvar vidas: el presidente Donald Trump”.

“Hicimos exactamente lo correcto”, aseguró Trump en su discurso del 24 de agosto. “Salvamos a millones”. Al parecer ha pasado de la fantasía de que el virus “desaparecerá”, como ha dicho unas 31 veces, a la fantasía de que ya resolvió la situación.

Me siento bien capacitado para escribir sobre la convención republicana, tras haber dado cobertura a cultos a la personalidad en China, Irak y Corea del Norte. Sin embargo, esta manipulación grotesca merece una respuesta, ya que deshonra y borra a los 180.000 estadounidenses que han fallecido por el COVID-19.

“El gobierno de Trump es responsable del peor fracaso en salud pública de los últimos 100 años”, me dijo Peter Hotez, un experto en salud mundial y decano de la Escuela de Medicina de Baylor.

Devi Sridhar, profesora estadounidense de Salud Pública Mundial de la Universidad de Edimburgo en Escocia, afirmó que había sido “impactante” ver la narrativa de Trump desde lejos. En Escocia, señaló, los niños ya están de vuelta en sus colegios porque el gobierno allí sí se comprometió a frenar el virus.

“El mayor obstáculo para una respuesta efectiva al COVID-19 es el presidente Donald Trump”, me dijo Sridhar. “Hay un camino para superar esta crisis, pero requiere de un liderazgo fuerte, transparencia y permitir que los científicos encabecen la respuesta”.

Ese es el problema en Estados Unidos: Trump se resistió a la ciencia, el virus ganó y la población perdió.

El consenso entre los expertos en salud es que, si bien las autoridades locales y los ciudadanos se equivocan en ocasiones, y la suerte influye junto con otros factores aleatorios que todavía no entendemos por completo, una enorme responsabilidad recae en ese “líder único”.

A diario se reportan cerca de 40.000 infecciones confirmadas en Estados Unidos. Y todavía un estadounidense muere cada 90 segundos a causa del virus. El modelo de la Universidad de Washington proyecta que alrededor de 310.000 personas habrán fallecido para el 1 de diciembre, una cifra mayor que el número de estadounidenses muertos en combate durante la Segunda Guerra Mundial.

Así que mostrar este saldo como un tributo al liderazgo de Trump requiere de un descaro inmenso.

Al principio Trump desestimó al coronavirus como un virus similar a la influenza, dijo de forma burlona que estaba “completamente bajo control” e insistió en que desaparecería “como un milagro”. Impuso algunas restricciones de viaje a China (con enormes excepciones), lo que pudo haber sido una modesta ayuda a la situación, pero falló por completo con el proceso de aplicación de pruebas, no garantizó equipos de protección adecuados y no hizo sino ofrecer mensajes confusos.

El presidente se resistió al uso de cubrebocas y fomentó curas milagrosas, algunas incluso peligrosas, como inyectarse desinfectantes para el hogar. Exhortó a sus seguidores a “liberar” los estados con cuarentenas, y su gobierno presionó a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para que cambiaran los lineamientos de las pruebas para excluir a las personas que no tuvieran síntomas. Ha indicado que su objetivo es “frenar las pruebas” para que menos personas den positivo. Eso es como intentar reducir las muertes por cáncer eliminando sus procesos de detección.

Trump todavía no tiene una estrategia nacional contra el COVID-19, así como tampoco tiene una plataforma de campaña para 2020.

Estados Unidos no tiene, como creen muchos críticos de Trump, el mayor número de muertes por coronavirus per cápita: las muertes por millón han sido más elevadas en Bélgica, Perú, España, Reino Unido, Italia, Suecia, Chile y Brasil.

Sin embargo, aunque otros países cometieron errores terribles, —en especial al principio de la pandemia— aprendieron de ellos. China primero le dedicó más esfuerzo a reprimir las advertencias sobre el virus que a reprimir el virus mismo. Italia pospuso una cuarentena. El Reino Unido tampoco tomó en serio los riesgos al comienzo.

Sin embargo, esos países fueron capaces de autocorregirse y reducir las infecciones, aunque de modo imperfecto y con riesgos de recaídas. Italia redujo las infecciones y las muertes, y en los últimos siete días ha tenido una tasa de mortalidad de apenas 1/32 de la de Estados Unidos. En contraste, Trump nunca aprendió y todavía aborda el virus con pensamientos mágicos, y se resiste a aplicar una estrategia nacional coherente dirigida por la ciencia.

El control de una pandemia no se basa en una sola herramienta, sino en un amplio conjunto de habilidades, por lo que constituye un baremo para medir una buena gestión. No es de sorprender que a Alemania —liderada por una científica disciplinada, Angela Merkel— le esté yendo particularmente bien, con una tasa de mortalidad actual de solo 1/48 de la de Estados Unidos.

Si Trump hubiera abordado la pandemia tan bien como Merkel, se podrían haber salvado unas 143.000 vidas estadounidenses.

Pensemos en las vidas de esas personas cuando veamos a Trump intentar reescribir la historia esta semana. La verdad indiscutible es esta: Estados Unidos tiene el 4 por ciento de la población mundial y el 22 por ciento de las muertes confirmadas por coronavirus a nivel global.

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This article originally appeared in The New York Times.

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