Una hermosa función donde lo contemporáneo se mostró lleno de sugerencias y posibilidades

El XXVIII Festival Internacional de Ballet de Miami (IBFM, por sus siglas en inglés) presentó el segundo programa preparado expresamente para la ocasión que, identificado como “IBFM Contemporary”, agrupó a cuatro compañías.

Tres agrupaciones extranjeras ya conocidas en el sur de la Florida por sus actuaciones anteriores en el festival, que estuvieron acompañadas por el Cuban Classical Ballet of Miami (CCBM), bajo la dirección artística de Eriberto Jiménez, al que hay que agradecer también la realización de todas las actividades de IBFM en su XXVIII edición.

Los bailarines de Arles Youth Ballet Company (Francia), Ballet Nacional Dominicano (República Dominicana), Compañía Colombiana de Danza Contemporánea (Colombia) y CCBM, ofrecieron lo mejor de sí en lugares tan diferentes como el Euclid Circle de Lincoln Road en Miami Beach -o sea, al aire libre- el jueves 3 de agosto y el Lehman Theatre de Miami-Dade College North Campus al dia siguiente.

El sábado 5, actuaron en el Dennis C. Moss Cultural Arts Center, de Cutler Bay -la función que aquí reseñamos- y el domingo 6, en el Amaturo Theater de Fort Lauderdale.

Los jóvenes bailarines de Arles Youth Ballet Company (Francia) en “Shimmer Simmer”, coreografía de Kinsun Chan.
Los jóvenes bailarines de Arles Youth Ballet Company (Francia) en “Shimmer Simmer”, coreografía de Kinsun Chan.

La noche en el Moss abrió con los 14 bailarines de Arles Youth Ballet Company (AYBC) en una obra con coreografía de Craig Davidson titulada “Lacuna”, que utiliza música de Peter Gregson, Phillip Glass, Sebastián Plano y Nicholas Thayer.

AYBC es, en esencia, una compañía creada para que los alumnos del programa pre-profesional de la escuela de danza fundada en 2020 en Arles -al sur de Francia- por Norton Ramos Fantinel y su esposa Karina Moreira puedan mostrar la excelencia adquirida en su preparación como ejecutantes de alto rendimiento, condición fundamental para audicionar de manera exitosa a nivel internacional.

Tanto “Lacuna”, como “Shimmer Simmer”, con coreografía de Kinsun Chan y música de Antonio Vivaldi -en arreglos de Max Richter- que se presentó en la segunda parte, son obras de grupo con oportunidades de lucimiento para cada uno de ellos. Todos derrochan carisma y quedan en la memoria como individualidades muy prometedoras.

Cora Collado y Alexander Duval, del Ballet Nacional Dominicano (República Dominicana), en “Cigua”, coreografía de Stephanie Bauger.
Cora Collado y Alexander Duval, del Ballet Nacional Dominicano (República Dominicana), en “Cigua”, coreografía de Stephanie Bauger.

A continuación, los espectaculares Cora Collado y Alexander Duval, del Ballet Nacional Dominicano -fundado en 1981- bailaron “Cigua”, una coreografía de Stephanie Bauger (también directora artística de la compañía) con música de Henrik Schwarz. Este dueto es identificado en el programa como un “homenaje al ave nacional dominicana, La Cigua Palmera” y un “enfoque abstracto de su trabajo conjunto, su diligencia y su capacidad de adaptación a diferentes entornos”.

Después del intermedio, ellos regresaron con “Agua Viva”, con coreografía de Annabelle López Ochoa, “expresión del sentimiento dominicano, su inquietud y su cultura del mar”. Este segundo dueto parece haber sido extraído de una obra para 14 bailarines y una duración de 30 minutos titulada “Aguas Vivas”, creada en 2012 para el Ballet Nacional Dominicano.

Cora Collado y Alexander Duval, de Ballet Nacional Dominicano (República Dominicana), en “Agua Viva”, coreografía de Annabelle López Ochoa.
Cora Collado y Alexander Duval, de Ballet Nacional Dominicano (República Dominicana), en “Agua Viva”, coreografía de Annabelle López Ochoa.

“Cigua” y “Agua Viva” son trabajos concebidos e interpretados con autoridad deslumbrante y fueron muy bien recibidos por el público.

CCBM -que acabaría ofreciendo los dos mejores trabajos de la noche- presentó primero una obra de Eriberto Jiménez titulada “Nosotros”, sin nada que ver con el famoso bolero de Pedrito Junco, aunque las situaciones por las que pasan las dos parejas que la interpretan (Eleni Galas y Rafael Ruiz, Beatriz García y Armando Brydson) parecen murmurar “no es falta de cariño, te quiero con el alma”, una y otra vez.

De izquierda a derecha: Armando Brydson, Beatriz García, Rafael Ruiz y Eleny Gialas en “Nosotros”, coreografía de Eriberto Jiménez, presentada por el Cuban Classical Ballet of Miami.
De izquierda a derecha: Armando Brydson, Beatriz García, Rafael Ruiz y Eleny Gialas en “Nosotros”, coreografía de Eriberto Jiménez, presentada por el Cuban Classical Ballet of Miami.

Como la música de Phillip Glass que utiliza, la coreografía tiene un aura meditativa muy efectiva. Se trata de un hermoso ejercicio iterativo bailado con asombrosa humanidad por bailarines extraordinarios a los que un coreógrafo inspirado y benevolente les permite ser ellos mismos. Jiménez nos deja verlos desde su punto de vista y la candidez de su mirada desarma a los espectadores.

Pero es “Ser” (Being), de Beatriz García, el momento culminante de la noche. Una coreografía alucinante para tres bailarines, que dura unos 12 minutos y cuenta con música de Ezio Bosso, un notable compositor italiano que falleció en mayo de 2020 a los 48 años de edad.

Beatriz García (al frente), Daniela Cepero y Armando Brydson en “Ser”, coreografía de Beatriz García, presentada por el Cuban Classical Ballet of Miami.
Beatriz García (al frente), Daniela Cepero y Armando Brydson en “Ser”, coreografía de Beatriz García, presentada por el Cuban Classical Ballet of Miami.

Bosso afirmó alguna vez que “la música es como la vida, solo se puede hacer de una manera: juntos”, y la pieza de Beatriz, interpretada en estado de gracia por ella misma, Daniela Cepero, y Armando Brydson, sobresale por la apropiación de ese principio existencial como subtexto de un lenguaje coreográfico que se caracteriza por la fluidez de su discurso.

“Ser”, que data de 2018, fue uno de los primeros proyectos de Beatriz García como coreógrafa, cuando todavía era miembro del grupo cubano Malpaso y su estreno en Norteamérica tuvo lugar en The Joyce Theatre. Entonces, en su reseña para Critical Dance, Jerry Hochman la describió como “un trabajo excelente para un coreógrafo de cualquier nivel de experiencia, pero particularmente excepcional para un primer esfuerzo”.

El sueño de una danza contemporánea infinitamente expresiva en su gentileza se ha hecho realidad en las coreografías de Beatriz García.

A la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea, bajo la dirección general de Beatriz Delgado M. y la dirección artística de José Manuel Ghiso, le tocó cerrar la primera parte con “La Hora Azul” de Mathieu Gilhaumon y despedir el programa, con “O’Clock” de Juan Felipe Nuñez.

“La Hora Azul” original dura casi una hora y lo que trajeron a Miami fue solo un fragmento interpretado por ocho bailarines. Las notas al programa contienen un aviso, “la hora azul es ese preciso momento del día en que no es de día pero tampoco de noche, un mundo desaparece para permitir el nacimiento de otro, todo cambia, todo es posible”. Esta es una propuesta con aciertos aislados pero que no convence del todo, aunque es bailada con un nivel de compromiso que se agradece por Martha Cecilia Peña, Kelly Viviana Díaz, Cindy Tatiana Lugo, Stephanie Bejarano, Oscar Iván Cruz, Christian Fabián González, Juan Felipe Nuñez y Laura Herrera.

De izquierda a derecha: Juan Felipe Núñez, Oscar Iván Cruz, Martha Cecilia Peña y Christian Fabián González, bailarines de la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea (Colombia), en “O’Clock”, coreografía de Juan Felipe Núñez.
De izquierda a derecha: Juan Felipe Núñez, Oscar Iván Cruz, Martha Cecilia Peña y Christian Fabián González, bailarines de la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea (Colombia), en “O’Clock”, coreografía de Juan Felipe Núñez.

Por su parte, “O’Clock” (“En punto”) es la historia de cuatro jóvenes presionados por los plazos impuestos propios de la vida urbana. Son interpretados con mucho entusiasmo por Martha Cecilia, Oscar Iván, Christian Fabián y Juan Felipe, también autor de la coreografía, pero “O’Clock” termina más de una vez. De todas formas, el público premia a los bailarines al final con una ruidosa ovación.

Así las cosas, es posible reseñar que la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea se mostró mucho más consolidada en esta ocasión y reafirmó ser un colectivo en la búsqueda de un repertorio que le permitirá alcanzar logros mayores.

En resumen, esta fue una hermosa función donde lo contemporáneo se mostró lleno de sugerencias y posibilidades. Tal vez debíamos ser más específicos y decir, el ballet contemporáneo, pero esa es otra historia.

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