La Heráldica, una disciplina poco conocida

Es raro encontrar a alguien especializado en temas de Heráldica cubana, una disciplina que atañe un sistema emblemático europeo que comienza con los el escudos de armas hacia la Alta Edad Media, y del que pocos tienen conocimiento. Sin embargo, blasones y escudos no son solo pruebas de linaje, sino que son símbolos que enaltecen a países, ciudades, regiones e instituciones.

Escudo del Municipio de Marianao, La Habana.
Escudo del Municipio de Marianao, La Habana.

Maikel Arista-Salado, a quien hace poco entrevisté para este diario, es un exilado cubanoamericano nacido en La Habana en 1986 y residente en Chicago (Estados Unidos). Cuando conversé con él sobre temas relativos a la nacionalidad española para cubanos y puertorriqueños me comentó también su pasión por la Heráldica, en particular cubana. “Desde muy niño ya intuía algún interés por identificar patrones, y ya de adolescente, un tío, a quien me parezco mucho física e intelectualmente, me comentó que había hallado los escudos de mis apellidos”, me dice cuando indago por su afición.

Escudo de la antigua villa cubana de Remedios.
Escudo de la antigua villa cubana de Remedios.

Poco tiempo después descubrió que los escudos de armas no representaban apellidos, sino familias, es decir, el linaje, la sangre, con lo cual, entendió que los escudos que le mostró su tío no eran los de él. “La Heráldica, como se le llama a la disciplina que estudia los escudos de armas, también se usa para representar ciudades, municipios, y hasta Estados, y a pesar de ser una tradición milenaria no pude encontrar en Cuba ningún libro que tuviese, por ejemplo, todos los escudos de armas de las ciudades de la Isla”, afirma.

Escudo del Cardenal cubano Manuel Arteaga y Betancourt.
Escudo del Cardenal cubano Manuel Arteaga y Betancourt.

“La heráldica parte de un conjunto de símbolos y prácticas anteriores muy difícil de determinar, pero que giran en torno a la posición del caballero en la sociedad medieval”. Y aclara que “si entendemos que la función del escudo es la de representar al caballero, esta se perfecciona cuando se combinan esos símbolos pre-heráldicos en el espacio de la bloca del escudo. En menos de un siglo, esa combinación simbológica quedó indisolublemente atada al individuo, y como representación no sólo del individuo y el linaje, sino de la corporación, la familia y la sangre, en un medio de bajísima alfabetización, la heráldica era una forma de identificación muy efectiva”. Una razón para no creer en esos sitios que nos venden los “escudos” de nuestros apellidos, “ya que los apellidos no tienen escudos, sino los linajes”.

Escudo del Ayuntamiento de Sagua de Tanamo, Oriente.
Escudo del Ayuntamiento de Sagua de Tanamo, Oriente.

Cuando indago sobre las influencias que lo impulsaron a especializarse en este poco corriente tema me comenta que la única persona que lo influyó entonces fue el antropólogo y amigo Avelino Couceiro, quien fue el autor del prólogo de Los escudos cívicos de Cuba, primer libro publicado por él sobre el tema, y primera obra cubana dedicada exclusivamente al estudio de las armerías de las ciudades, municipios y provincias cubanas.

Escudo de Puerto Padre.
Escudo de Puerto Padre.

“La producción bibliográfica sobre heráldica cubana es casi inexistente. Aparecen ocasionalmente algunas reseñas históricas sobre algún escudo de una ciudad, pero no se inserta en sus relaciones diacrónicas con otros escudos, y tampoco de hace un análisis crítico porque no se somete a las leyes heráldicas”, añade.

Escudo de Alquízar, pueblo de La Habana.
Escudo de Alquízar, pueblo de La Habana.

Según Arista-Salado, hubo tradición en Cuba de encargar la realización de los escudos a excelentes pintores que eran pésimos heraldistas, desde Hurtado de Mendoza, Valderrama (escudo de la provincia de Matanzas) o Alcorta (de la de Pinar del Rio), hasta Prieto Maestre con su escudo de Guane, y todos violaron las leyes heráldicas.

Escudo del linaje Tamayo en Cuba.
Escudo del linaje Tamayo en Cuba.

Para el especialista “hubo algunos antecedentes en cuanto a libros y cita el libro de Enrique Gay-Calbó, publicado en 1945 y reimpreso varias veces, la última de ellas por la editorial Boloña, en 1999. También la colección de escudos que en 1959 y por encargo del Archivo Nacional, pintó Hurtado de Mendoza, así como el opúsculo de Domingo Figarola-Caneda (1910), monografías locales, y la legislación, con todos sus errores y despropósitos, desde una ley de 1906 que ordena cambiar el azul celeste por el turquí en la bandera y escudo, hasta una ‘ley de los símbolos nacionales’, de 2019 que repite ‘respeto debido’ hasta el paroxismo, como si supiéramos lo que significa”.

Escudo de la Universidad de La Habana.
Escudo de la Universidad de La Habana.

¿Cuáles son esas inamovibles leyes heráldicas? “En realidad, son más bien pautas del diseño. Pensemos que, si estamos en el siglo XII y nos encargan un escudo, se trata de aplicar sentido común: 1º: la llamada ley fundamental, que busca el contraste y, por lo tanto, mayor visibilidad del escudo en la distancia. Un color solo contrasta en dependencia de aquel que tenga de fondo, ergo: no poner color sobre color, ni metal sobre metal. Recordemos que estamos en el siglo XII, los colores son rojo, azul, verde, negro y violeta, que en heráldica se llaman gules, azur, sinople, sable y púrpura, respectivamente, y los metales, amarillo y blanco (oro y plata)”, afirma.

Y añade que las figuras dentro del escudo deberán ocupar la mayor cantidad de espacio posible y siempre se orientan a la derecha del escudo, o izquierda del observador, porque si se orienta hacia la izquierda parecería que estaría huyendo, es decir, caminando en el sentido contrario al de quien la porta. Muy sucintamente esas son en breve las leyes heráldicas que informan el diseño hace mil años.

William Navarrete es escritor establecido en París.