Hans-Ruedi Bortis: “Con educación y cultura del trabajo se podrán encontrar muchas oportunidades en este hermoso país”

Hans-Ruedi Bortis, embajador de Suiza en la Argentina
Hans-Ruedi Bortis, embajador de Suiza en la Argentina - Créditos: @Alejandro Guyot

Hans-Ruedi Bortis ocupa el sillón de embajador de Suiza en la Argentina desde hace un año. Dice estar enamorado de nuestra nación y se siente muy a gusto con la gran comunidad de suizos que hay en el país. Pero no es la primera vez que vive en la Argentina: en 2003 ocupó el cargo de jefe de Misión adjunto hasta 2007, cuando fue trasladado para cumplir este mismo rol en Moscú.

La Argentina es un país con unos paisajes magníficos, desde Iguazú hasta el Perito Moreno, desde la península Valdés hasta Salta. Mientras que Buenos Aires es para mí unas de las ciudades más lindas del mundo, con rincones emblemáticos para europeos y latinos y con una oferta cultural impresionante”, sostiene.

En una entrevista con LA NACION en la Embajada de Suiza, ubicada sobre la avenida Santa Fe, a metros de la Plaza San Martín, en el barrio porteño de Retiro, Hans-Ruedi Bortis habla sobre la importante comunidad suiza que aún reside en el país, sus raíces, su influencia, y sobre las perspectivas de la Argentina.

—¿Cuándo se produjeron las olas migratorias más importantes de suizos en la Argentina?

—La migración de ciudadanos suizos en la Argentina es muy importante. La primera ola llegó a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Llegaron a partir de 1856 y formaron la primera colonia agraria organizada en Baradero, provincia de Buenos Aires. Más tarde, en 1858 desembarcaron otros compatriotas y se ubicaron en la provincia de Santa Fe. Nosotros decimos que las colonias madres de la migración Suiza son las ciudades santafesinas de Esperanza, San Jerónimo Norte, San Carlos y Humboldt. Lo interesante es que muchos llegaron desde el Cantón del Valais, que es un cantón donde se hablan dos idiomas: francés y alemán. La mayoría de los que hablaban en alemán se quedaron en la provincia de Santa Fe; mientras que aquellos que hablaban francés cruzaron el río Paraná y se asentaron en Entre Ríos. Esas fueron las olas más importantes antes de la Guerra Mundial. Luego, entre las dos guerras mundiales vinieron nuevas olas migratorias, pero en este caso la mayoría de los suizos se fueron a Misiones. La diferencia fue que, en esa oportunidad, vinieron empresarios de la parte francesa de Suiza, para trabajar en el desarrollo de la yerba mate. Allí fundaron una cooperativa llamada Piporé.

—¿Se sabe cuántos suizos llegaron en esas olas migratorias?

—Tener un número exacto es difícil. De mi cantón o provincia, que es Valais, una cuarta parte emigraron y muchos de ellos fueron a Estados Unidos, pero otros tantos fueron a América Latina, y la mayoría de los que llegaron a América Latina vinieron a la Argentina, porque había agencias como Beck & Herzog que reclutaron migrantes en Suiza y organizaron estas migraciones. Por otro lado, a nivel local la Constitución de 1853 hizo un llamado a la migración y luego la ley de Avellaneda del 1876 abrió más aún la recepción masiva de extranjeros. Esta ley permitió recibir olas migratorias masivas de europeos.

—¿Qué era la agencia Beck & Herzog?

—La agencia Beck & Herzog de Basilea se encargaba de reclutar migrantes y facilitaron la migración de Suiza hacia la Argentina. Organizaban los viajes.

—¿Cuántos suizos viven actualmente en la Argentina?

—Se estima que hay cerca de 300.000 descendientes de suizos; pero con pasaporte suizo, es decir gente inscripta en el consulado de la embajada, son cerca de 15.000. Para Suiza es una gran comunidad si tenemos en cuenta que Brasil tiene más o menos la misma cantidad. Es la colonia más importante en este continente después de Estados Unidos y Canadá. Es la tercera en importancia.

—¿Los 285.000 que restan son descendientes que no tienen la ciudadanía suiza?

—Sí, son generaciones pasadas. Nuestra ley establece que solo dos generaciones reciben la ciudadanía, es decir, hasta el nieto del ciudadano suizo. Muchos ya la han perdido. Por otro lado, Suiza tenía hasta 1988 una ley muy particular, porque muchas mujeres que se casaron con extranjeros tomaron la nacionalidad extranjera y perdieron la suya. Además, si se olvidaban de inscribir a sus hijos antes de los 21 años ellos también perdían la nacionalidad. Eso ha cambiado, a partir de la nueva ley la mujer puede conservar su ciudadanía al casarse con alguien extranjero y por eso surgieron muchos casos de “nacionalización facilitada” a aquellos que la habían perdido por la ley anterior. Otro punto importante es que hasta 1988 un ciudadano debía elegir por una nacionalidad, pero hoy se pueden tener hasta tres nacionalidades. De hecho, en Suiza como tenemos muchos extranjeros, una tercera parte del país tiene dos pasaportes. Es interesante tener en cuenta que Suiza tiene un principio que establece que ninguna persona puede estar sin nacionalidad y en esos casos puede recibir la suiza.

—¿Qué actividades realizaron, principalmente, los inmigrantes suizos al llegar a nuestro país?

—Las primeras colonias eran agrícolas y fueron las que se ubicaron en los pueblos santafecinos. Por ejemplo, en Frank, provincia de Santa Fe, fundaron una cooperativa para fabricar lácteos: Milkaut. Recién en 2011 pasó a manos de la compañía francesa Savencia. Mientras que, en Rafaela, la familia Williner, fundó Ilolay, hoy también en manos de la misma compañía francesa.

—Y los que se instalaron en Misiones se dedicaron a la yerba mate, ¿no? ¿Se consumía en Suiza?

—No, pero eran empresarios e hicieron una inversión en ese producto. Colaboraron mucho para el desarrollo de la yerba mate en Misiones.

—¿Y cómo fue evolucionando la comunidad suiza en el país?

—Para los que vinieron en el año 1856 en barco fue muy difícil porque tuvieron que dejar todo atrás. Dejaron sus raíces y vendieron lo poco que tenían. Se enfrentaron con un gran cambio, desde el clima que era totalmente diferente, hasta el cultural. Muchos no lo soportaron y se volvieron. Pero la mayoría se quedó. Es que Suiza hasta 1880 era un país agrícola y pobre. Tenía muchos desafíos; por eso la mayoría de los que llegaron entre 1856 y 1890 emigraron por razones económicas, no por crisis política.

—¿La comunidad suiza en la Argentina sigue en las mismas zonas?

—No, hoy cerca de 5000 viven en Buenos Aires y alrededores. El resto está distribuido en Santa Fe; en diversas ciudades como Santo Tomé, San Carlos, Esperanza, Santa Fe. Y también en Misiones. Es interesante tener en cuenta que los empresarios que vinieron en la segunda ola migratoria, además de los negocios que abrieron, llegaron con profesores para sus hijos. Y esa fue la base de la fundación del Colegio Línea Cuchilla, una escuela técnica que fomenta la formación técnica, agrotécnica y turismo de la región. Este instituto, que fue fundado por la Iglesia Evangélica Suiza, todavía existe en Ruiz Montoya, provincia de Misiones. Con esto quiero ejemplificar que el legado de los inmigrantes suizos es muy fuerte, más que nada para el sector agrario. Con respecto de los suizos que viven acá puedo decir que hoy la mayoría están bien, económicamente hablando.

Hans-Ruedi Bortis en su oficina de la Embajada, ubicada a metros de la Plaza San Martín
Hans-Ruedi Bortis en su oficina de la Embajada, ubicada a metros de la Plaza San Martín - Créditos: @Alejandro Guyot

—¿Reciben consultas de suizos que quieren volver a su país?

—Hay casos aislados, que quieren volver por diferentes razones como cuestiones familiares, la formación de los hijos o por seguridad. Pero la verdad no es una situación masiva. Hace unas semanas estuve en San Jerónimo Norte, en la provincia de Santa Fe, y participé de la edición número 32 de la Fiesta Nacional y provincial del Folklore Suizo. Fue impresionante la cantidad de personas que participaron. Llegaron de varias ciudades de la Argentina. Fue un testimonio impresionante de la presencia suiza en la Argentina, aún después de 165 años. Además, hace unos días hicimos una celebración que introduje hace 15 años, cuando fui embajador en Uruguay. Celebramos la entrada al mundo adulto de los jóvenes, al cumplir 18 años. Tuvimos, en la embajada de Buenos Aires, la presencia de 40 jóvenes en los que sus abuelos, que son suizos, le entregaron un diploma donde certificamos que ya son mayores y pueden ejercer sus derechos políticos, también en Suiza. Esto es muy importante para los suizos.

—¿Por qué lo dice?

—Porque tenemos cuatro fechas por año que votamos sobre asuntos diferentes, a nivel federal, cantonal y municipal. Como nuestro sistema de Gobierno es de democracia directa tenemos tres herramientas muy importantes. Una es la iniciativa popular que sirve para cambiar artículos de la Constitución; otra es el referéndum obligatorio, que sirve para cambiar leyes importantes o internacionales; y luego el referéndum facultativo. El referéndum facultativo es cuando 50.000 ciudadanos suizos piden que una ley que fue realizada por el parlamento sea votada a nivel nacional. De esta manera la actividad del Parlamento está controlada por la ciudadanía. Si se consiguen 50.000 firmas de ciudadanos dentro de los 100 días esta ley antes de poder entrar en vigor tiene que ser votada a nivel nacional. Es importante porque Suiza, por ejemplo, no puede entrar en el Consejo de Europa u otro organismo internacional sin la votación positiva de la doble mayoría. Es decir que los ciudadanos que participan deben decir que sí y, además, los cantones o provincias también deben votar positivamente. A este mecanismo se lo llama doble mayoría. También contamos con la asamblea popular. Este es el verdadero instrumento de la democracia directa donde la gente en una Asamblea pública, en la Plaza Mayor del pueblo, detalla varios temas y leyes; y los ciudadanos votan de manera directa y visible, levantando la mano. Pero esto, actualmente, solo existe en dos cantones muy chicos.

—Eso es verdadera democracia.

—Sí, pero no es del todo bueno porque termina retrasando algunos temas muy importantes. Por ejemplo, las mujeres suizas recién pudieron ejercer el voto a partir de 1971. Aunque en los años 50 comenzaron los movimientos feministas para poder lograr la participación femenina en la política, recién consiguieron que se aprobara en la década del 70.

—Considerando que Suiza era un país sumamente pobre hace 150 años y hoy es uno de los países más ricos del mundo, ¿qué podría decirnos a los argentinos?

—Creo que la clave está en el legado que han dejado los suizos que viven aquí: formación o educación y cultura de trabajo. Creo que si se tiene perseverancia, disciplina, puntualidad, recursos y ganas de trabajar se podrán encontrar muchas oportunidades en este hermoso país. Otro tema interesante que viene del medioevo de los países germánicos (Alemania, Austria y Suiza) es que ya por aquel entonces las cooperativas de trabajo eran las responsables de la formación de la gente, no el Estado. Se trata de una formación dual: por ejemplo, para ser un carpintero o mecánico, es el Estado quien permite que se formen en el Instituto Técnico, pero al mismo tiempo este chico por cuatro días trabaja en la empresa como empleado, en la plantilla y con un sueldo. Este sistema dual, que existe en la actualidad, viene desde el 1200, es una tradición que se implementa desde entonces en Alemania, Austria y Suiza. Por eso hoy entre el 60 y 65% de los jóvenes que han terminado el colegio obligatorio, que es hasta los 16 años, optan por la formación profesional básica. Es decir, aprenden un oficio y van a trabajar. Desde esa edad ya son parte del mercado laboral, son empleados de la empresa y cuatro días trabajan en la empresa y un día estudian la teoría de lo que van a implementar en su trabajo. Por eso un buen técnico en Suiza tiene el mismo prestigio que un académico. Su trabajo es apreciado y está muy bien remunerado. Un mecánico gana lo que gana un profesor universitario. Además, es valorado socialmente. Por otro lado, las asociaciones que son integradas por la mayoría de los ciudadanos también facilitan la democratización y provocan que no haya estratos sociales diferentes. En las ciudades se pierden un poco, pero en el campo se mantienen. Por eso creo que el modelo de estos tres países es difícil de exportar, porque en estas naciones son sumamente importantes los tres pilares: la sociedad como tal que aprecia y valora a un técnico; las empresas públicas y privadas que contratan a un chico de 16 años en su plantilla y le dan el marco de la formación práctica; y luego los institutos públicos que están a disposición para la formación técnica/teórica.

—¿La educación es pública o privada?

—Es pública pero no federal, con excepción de dos universidades: la Escuela Politécnica de Zurich. El resto son públicas, pero son provinciales o cantonales. Hay educación privada, pero más que nada para personas que viajan mucho o son extranjeras. Es que el 30% de la población económicamente activa en Suiza no tiene pasaporte suizo, son extranjeros, y el 35% de la población tiene un background migratorio, porque sus padres son extranjeros. En Suiza viven muchos extranjeros.

—¿Qué le gusta de la Argentina y en qué cuestiones aún le cuesta adaptarse?

—La Argentina es un país con unos paisajes magníficos, desde Iguazú hasta el Perito Moreno, desde la península Valdés hasta Salta. Mientras que Buenos Aires es para mí unas de las ciudades más lindas del mundo, con rincones emblemáticos para europeos y latinos y con una oferta cultural impresionante. Me gusta mucho este país. La gente es muy abierta para charlas amenas, encuentros informales, fiestas alegres y asados muy ricos. Eso sí, es una nación llena de sorpresas y desafíos. Uno nunca se aburre en este hermoso país, que ofreció y sigue ofreciendo a migrantes de todo el mundo oportunidades importantes.