Hablar español en EEUU: ¿Estigma o prestigio?

“Cuando yo vine de Argentina a Estados Unidos hace años, había 8 millones de hispanohablantes en el país”, recuerda Luis Alberto Ambroggio. Era el año 1967, y la población del país era de 199 millones de personas. Es decir, el 4% de los estadounidenses hablaba español.

En EEUU hay 55 millones de hispanohablantes, de los que 40 millones tienen un dominio de la lengua completo y alrededor de 15 millones tienen un dominio parcial (Foto: Getty)
En EEUU hay 55 millones de hispanohablantes, de los que 40 millones tienen un dominio de la lengua completo y alrededor de 15 millones tienen un dominio parcial (Foto: Getty)

En los 51 años transcurridos desde entonces, las cosas han cambiado mucho. “Hoy, en EEUU hay 55 millones de hispanohablantes, de los que 40 millones tienen un dominio de la lengua completo y alrededor de 15 millones tienen un dominio parcial”, explica Darío Villanueva, presidente de la Real Academia Española de la Lengua.

Si se considera que hoy Estados Unidos tiene 326 millones de habitantes, el modesto 4% de hablantes de español asciende ya, con las cifras de Villanueva, al 16,9%. A eso hay que sumar los hispanohablantes indocumentados que residen en el país. En ese caso, “la cifra supera los 60 millones”, según declara el informe El español en la política de EEUU, realizado por The Hispanic Council, un think tank independiente que promueve las relaciones entre España y la comunidad latina estadounidense.

El castellano se extiende por Estados Unidos, pero con dificultades, opina el presidente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), Luis Alberto Ambroggio (Foto: Getty)
El castellano se extiende por Estados Unidos, pero con dificultades, opina el presidente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), Luis Alberto Ambroggio (Foto: Getty)

Pero, si el castellano se está extendiendo por Estados Unidos, no lo está haciendo sin dificultad. Ésa ha sido una de las ideas que ha permeado el Segundo Congreso de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), una organización que tiene por objeto “fomentar la unidad y la defensa de la lengua española” en ese país, y que Ambroggio preside desde hace una década. La prueba más clara de esa situación es que una de las primeras cosas que hizo la Administración de Donald Trump fue quitar la parte en español de la web de la Casa Blanca. “Es una lástima que en este momento la Presidencia no recuerde la tradición del español en Estados Unidos”, explica Villanueva, que recalca con nostalgia que “sería deseable que el presidente Trump fuera un seguidor de Jefferson, un gran hispanista”.

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Efectivamente, Jefferson, el tercer presidente de Estados Unidos, recomendaba a sus hijas que leyeran al menos diez páginas de El Quijote todos los días. Claro que, en su opinión, no se trata de un mero ataque contra lo hispano, sino de algo más amplio: “Más que hispanofobia, es una xenofobia que se extiende no solo al español sino a otras culturas e idiomas que forman parte de un país tan rico y diverso como Estados Unidos”.

En Estados Unidos es común encontrarse con errores de este tipo cuando alguien que no domina completamente la lengua intenta hacer una traducción literal del inglés al español (Foto; Getty)
En Estados Unidos es común encontrarse con errores de este tipo cuando alguien que no domina completamente la lengua intenta hacer una traducción literal del inglés al español (Foto; Getty)

Paradójicamente, ese ataque al idioma que define en gran medida a la comunidad latina se produce justo en el momento en el que en el resto del mundo hispanohablante se reconoce cada más la importancia del castellano que se habla y se escribe en Estados Unidos.

Han quedado lejos los tiempos en los que la Real Academia Española trataba de imponer su visión del castellano en toda la comunidad hispanohablante, como revela el creciente uso por los lingüistas del término hispanounidense, que se define como “el léxico español que se emplea solamente en Estados Unidos y que es consecuencia del roce diario con el inglés estadounidense”. Villanueva cita como ejemplo del hispanounidense “la palabra ‘aplicación’ en el sentido de “solicitud”, que proviene del inglés ‘application'”.

Muchas familias latinas que viven en EEUU tratan de integrarse a la nueva cultura pero sin descuidar su idioma nativo. Incluso intentan que sus hijos aprendan también castellano en la casa (Foto: Getty)
Muchas familias latinas que viven en EEUU tratan de integrarse a la nueva cultura pero sin descuidar su idioma nativo. Incluso intentan que sus hijos aprendan también castellano en la casa (Foto: Getty)

Es una transformación que no solo se produce en el Diccionario, sino que, como siempre en el lenguaje, hunde sus raíces en la sociedad. “Hace 20 años, los hispanohablantes educados rechazaban ‘aplicación’ como sustituto de ‘solicitud'”, recuerda Ambroggio. Para el presidente de la ANLE, que es además poeta y ensayista, la valoración social del castellano ha cambiado de manera dramática en las cinco décadas que lleva en Estados Unidos.

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“Hasta hace veinte años se daba una situación diglósica, es decir, dos lenguas que cohabitan – el inglés y el español – pero en la que una es la de poder y la otra la subalterna. Ahora se da cada vez más un escenario de bilingüismo, en el que ambas lenguas tienen una misma referencia de prestigio”.

“Por mucho que Trump no quiera verlo, vive en un edificio, la Casa Blanca, cuya primera piedra fue puesta por una persona que tenía el español como lengua materna, un navarro afincado en lo que hoy es el barrio de Georgetown, en Washington, llamado Pedro Casanave” (Foto: Getty)
“Por mucho que Trump no quiera verlo, vive en un edificio, la Casa Blanca, cuya primera piedra fue puesta por una persona que tenía el español como lengua materna, un navarro afincado en lo que hoy es el barrio de Georgetown, en Washington, llamado Pedro Casanave” (Foto: Getty)

Pero la transición se está produciendo de manera desequilibrada, tanto desde el punto de vista geográfico como desde el cultural, económico, y social. En gran parte de Florida, Nuevo México, Nueva York o California, el paso de la diglosia al bilingüismo es un hecho. En otros muchos, la situación es diferente, y hablar español conlleva todavía un estigma.

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Ambroggio declara que “los inmigrantes educados se preocupan de que sus hijos aprendan español”. El incentivo del español, además, tiene una base no solo afectiva o emocional, sino, también, económica. Un estudio de Rodolfo O. de la Garza, Jerónimo Cortina, y Pablo Pinto realizado en 2010 para Fundación Telefónica confirma que el bilingüismo – es decir, la capacidad de una persona de expresarse en español y en inglés – está retribuido con ingresos más altos, aunque ese efecto positivo es pequeño.

De acuerdo a las investigaciones de ANLE, los inmigrantes educados se preocupan mucho de que sus hijos aprendan español bien y sean completamente bilingues (Foto: Getty)
De acuerdo a las investigaciones de ANLE, los inmigrantes educados se preocupan mucho de que sus hijos aprendan español bien y sean completamente bilingues (Foto: Getty)

Pero ¿qué pasa con los latinos que no tienen un nivel educativo alto?

Ahí la cosa cambia. La transmisión del español de una generación a otra es clave para la continuidad del bilingüismo en Estados Unidos, más aún porque, desde 2008, el número de inmigrantes procedentes de países de habla hispana está cayendo, como ha puesto de manifiesto un reciente informe del Centro de Estudios Pew. Otro estudio de la misma organización llevado a cabo en 2007 ponía de manifiesto que el 52% de los inmigrantes de segunda generación solo hablan español en casa. Las proyecciones que apuntan a que un 26,6% de la población estadounidense sea hispana en el año 2050 pueden errar si esa pérdida del idioma castellano de generación en generación no se detiene.

La valoración social del castellano ha cambiado de manera dramática en los últimos 50 años (Foto: Getty)
La valoración social del castellano ha cambiado de manera dramática en los últimos 50 años (Foto: Getty)

O, tal vez, ése solo sea un temor infundado. A fin de cuentas, el castellano y el inglés llevan coexistiendo en Estados Unidos desde, literalmente, el inicio de la Historia del país. Como recuerda Ambroggio, “por mucho que Trump no quiera verlo, vive en un edificio, la Casa Blanca, cuya primera piedra fue puesta por una persona que tenía el español como lengua materna, un navarro afincado en lo que hoy es el barrio de Georgetown, en Washington, llamado Pedro Casanave”. La fuerza del español es lo suficientemente grande como para que haya jugadores anglófonos de béisbol que quieran que sus cuentas en Twitter estén en inglés y en español, para poder conectar con sus fans.

Y nada mejor para ver que el hispanoestadounidense no tiene nada de nuevo que un poema de un autor anónimo californiano que firmó solo con su inicial, V., en 1846, y que recoge porecisamente Ambroggio en su libro Estados Unidos Hispano:

“Conocí aquí en California

Una paisana muy bella

Con dieciocho primaveras

Mas como estaba educada

En la americana escuela

Inglesaba algunas frases

Que olían a gringo a la legua.

Con frecuencia se le oía

Llamar al cesto basqueta,

Cuenta las cuadras por bloques,

A un cerco decirle fensa

Al café llamarlo cofe

A los mercados marqueta

Al bodegón gorsería”.