La Habana llega a Kentucky

Yisel Buron Casas, en el centro, productora de televisión, en casa con su familia en Louisville, Kentucky, el 1 de julio de 2023. (David Cabrera/The New York Times)
Yisel Buron Casas, en el centro, productora de televisión, en casa con su familia en Louisville, Kentucky, el 1 de julio de 2023. (David Cabrera/The New York Times)

LOUISVILLE, Kentucky — Una mañana, al sonar los primeros compases de “La vida es un carnaval”, varios octogenarios en un hogar de ancianos dejaron sus juegos de dominó, libros para colorear y crucigramas, para presumir sus pasos de salsa. Al diablo con la artritis. La música hipnótica de su tierra natal seguía haciendo de la vida un carnaval.

Cerca de ahí, en un estudio de baile, niñas y niños pequeños con camisetas que decían: “Que siga la tradicion”, aplaudían mientras daban pasos adelante y atrás a un palpitante ritmo afrocubano. “Uno, dos, tres”, decía su intructora, Selen Wilson Guerra, durante el calentamiento.

Esto no es en La Habana, ni siquiera La Pequeña Habana en Miami.

Estamos en Louisville, Kentucky, una ciudad más conocida por el bourbon, el Derbi de Kentucky y Mohamed Ali, que ahora alberga a la comunidad cubana de más rápido crecimiento de Estados Unidos.

“La salsa es parte de nuestra esencia y bailar es una manera divertida de que nuestros hijos conozcan su herencia”, afirmó Wilson Guerra, de 41 años, una madre de dos que se mudó a esta ciudad en 2015.

Agregó que aquí: “Estamos manteniendo viva la cultura cubana”.

Una estatua de San Lázaro junto a la entrada del supermercado Casa Savers en Louisville, Kentucky, el 29 de junio de 2023. (David Cabrera/The New York Times)
Una estatua de San Lázaro junto a la entrada del supermercado Casa Savers en Louisville, Kentucky, el 29 de junio de 2023. (David Cabrera/The New York Times)

En un estado sin salida al mar y con inviernos fríos y grises, Louisville quizá parezca un destino improbable para los refugiados de una isla tropical. Pero sus abundantes ofertas laborales, el costo de vida relativamente bajo y las agencias sin fines de lucro que apoyan a los recién llegados son poderosos imanes. Por no hablar de las recomendaciones de los residentes cubanos de toda la vida.

Según estimaciones independientes, al menos 30.000 cubanos viven en el condado de Jefferson, en Louisville, y gran parte de ellos han llegado en los dos últimos años, cuando la situación en su país se deterioró. Ahora, representan el mayor grupo de inmigrantes en Louisville y su número, que sigue aumentando, ha ayudado a compensar la disminución de la población en el condado de 770.000 habitantes, según la Oficina del Censo de Estados Unidos, pues los jóvenes estadounidenses se marchan a ciudades más grandes. Muchos trabajan en General Electric, Amazon y United Parcel Service, que tienen grandes operaciones en la zona. Los inmigrantes emprendedores han revitalizado los centros comerciales con nuevas pequeñas empresas.

“Las cifras son enormes y la gente sigue viniendo”, dijo Danny Adam, trabajador social de Kentucky Refugee Ministries, donde los recién llegados cubanos reciben asistencia.

Han transformado la escena gastronómica y de entretenimiento de la ciudad. En La Bodeguita de Mima, en el moderno barrio de NuLu, los amantes de la buena mesa saborean especialidades cubanas como ropa vieja, un jugoso platillo de ternera desmenuzada, y se deleitan con un postre en forma de puro servido dentro de una caja de puros cubanos en un ambiente lujoso que evoca La Habana de los años cincuenta. Prácticamente todas las noches de la semana se puede escuchar música en vivo y bailar salsa.

“La comunidad cubana ha enriquecido mi vida y ha aportado dinamismo a la ciudad”, comentó Debra Wright, logopeda oriunda de Louisville, que asiste a las clases de baile para adultos de Wilson Guerra.

Los cubanos empezaron a llegar al condado de Jefferson en 1995, después de que el gobierno de Clinton y el de Castro firmaran un acuerdo para permitir la entrada de 20.000 cubanos al año a Estados Unidos a través de una lotería. Algunos de los ganadores, que no tenían familia que los recibiera en lugares como Miami, fueron canalizados a ciudades más pequeñas: Búfalo, Nueva York, Lancaster, Pensilvania y Louisville.

“Cuando llegué hace 23 años, no éramos ni 500”, contó Luis David Fuentes, de 52 años, fundador de “El Kentubano”, una revista mensual gratuita en español repleta de anuncios.

En 2010, había casi 6000 cubanos en el condado de Jefferson. En 2021, la población cubana se había duplicado.

Luego, llegaron los efectos de la pandemia de coronavirus en Cuba. La escasez de alimentos, medicinas y electricidad, así como las protestas y las medidas enérgicas contra la disidencia, empujaron a miles de cubanos más a buscar el ingreso a Estados Unidos.

A raíz de la Guerra Fría, los cubanos que llegan a Estados Unidos, incluso de manera ilegal, reciben un trato especial del gobierno, a diferencia de los migrantes de la mayoría de los países. Reciben prestaciones públicas, como ayudas en efectivo, colocación laboral y otros servicios. Los cubanos además pueden solicitar la residencia permanente al cabo de un año.

En total, más de 14.000 nuevos inmigrantes cubanos se han instalado en el área metropolitana en los dos últimos años y un número desconocido se ha trasladado ahí desde Florida y otros estados. Los entrevistados por The New York Times afirman que no han sentido hostilidad alguna por parte de los habitantes de Kentucky, aunque los recién llegados tienden a vivir en enclaves poblados por inmigrantes.

“Nunca había soñado con venir a este país, pero se hizo imposible sobrevivir con nuestros salarios en Cuba, incluso con una educación universitaria”, afirmó Yisel Buron Casas, de 41 años, productora de televisión. Dijo que solo las personas vinculadas al régimen o con familiares en Estados Unidos se las arreglaban y que era menos caro vivir en Louisville que en Miami.

Los nuevos “kentubanos” han traído prosperidad a los veteranos, como Sandra Amador, cuyo pequeño negocio atiende a los practicantes de la santería, una religión que mezcla elementos espirituales afrocubanos con el catolicismo.

En su tienda de Poplar Level Road, llena de cirios para rezar, ungüentos especiales y estatuas de orishas, las deidades veneradas por sus devotos, el negocio va viento en popa.

En Casa Savers, un supermercado donde las estanterías rebozan de pan y café cubanos, tres variedades de un tubérculo llamado malanga y otros productos que a los cubanos les encantan, las ventas se han triplicado y el personal ha crecido de tres a 15 empleados en los últimos tres años.

Los fines de semana, la fila llega hasta la puerta en Sweet Havana, donde Carmen Coro, una cubana venida de Las Vegas, prepara pasteles hojaldrados rellenos de guayaba, coco y dulce de leche, así como productos básicos como sándwiches de cerdo bien servidos.

Tras llegar en 2016, Roberto Quintana, de 34 años, trabajó en un autolavado hasta que ahorró lo suficiente para abrir una barbería hace dos años. Desde entonces, ha comprado una casa de tres recámaras para su joven familia. “He hecho realidad mis sueños en Louisville”, afirmó Quintana, mientras le cortaba las patillas a un cliente.

c.2023 The New York Times Company