‘Gritos sin palabras’: Cómo Hamás convirtió la violencia sexual en un arma el 7 de octubre

Una vista aérea del campamento del festival de música que fue invadido por hombres armados de Hamás cerca de la frontera de Gaza en Israel, el 11 de octubre de 2023. (Sergey Ponomarev/The New York Times)
Una vista aérea del campamento del festival de música que fue invadido por hombres armados de Hamás cerca de la frontera de Gaza en Israel, el 11 de octubre de 2023. (Sergey Ponomarev/The New York Times)

Al principio, se le conocía simplemente como “la mujer del vestido negro”.

En un video granulado, se le puede ver acostada bocarriba, con el vestido roto, las piernas abiertas y la vagina expuesta. Su rostro está quemado hasta quedar irreconocible y su mano derecha cubre sus ojos.

El video fue grabado en las primeras horas del 8 de octubre por una mujer que buscaba a una amiga desaparecida en el lugar de la fiesta rave en el sur de Israel donde, el día anterior, terroristas de Hamás habían masacrado a cientos de jóvenes israelíes.

El video se volvió viral y miles de personas respondieron, desesperadas por saber si la mujer del vestido negro era su amiga, hermana o hija desaparecida.

Una familia sabía exactamente quién era ella: Gal Abdush, madre de dos hijos de un pueblo de clase trabajadora en el centro de Israel, que desapareció de la fiesta rave esa noche con su marido.

Mientras los terroristas se le acercaban, atrapada en una carretera en una fila de autos de personas que intentaban huir de la fiesta, Abdush envió un último mensaje de WhatsApp a su familia: “No lo entienden”.

Basándose en gran medida en la evidencia en video —la cual fue verificada por The New York Times— los funcionarios de la policía israelí dijeron que creían que Abdush había sido violada y ella se ha convertido en un símbolo de los horrores sufridos por las mujeres y niñas israelíes durante los ataques del 7 de octubre.

Los funcionarios israelíes afirman que en todos los lugares donde atacaron los terroristas de Hamás —la fiesta rave, las bases militares a lo largo de la frontera de la Franja de Gaza y los kibutz— agredieron de manera brutal a las mujeres.

Una investigación de dos meses realizada por el Times descubrió nuevos y dolorosos detalles y estableció que los ataques contra las mujeres no fueron eventos aislados sino parte de un patrón más amplio de violencia de género perpetrado el 7 de octubre.

Basándose en imágenes de video, fotografías, datos de GPS de teléfonos y entrevistas con más de 150 personas, incluidos testigos, personal médico, soldados y consejeros de agresiones sexuales, el Times identificó al menos siete lugares donde mujeres y niñas israelíes al parecer fueron agredidas o mutiladas sexualmente.

Cuatro testigos describieron con detalles explícitos haber visto a mujeres ser violadas y asesinadas en dos lugares diferentes a lo largo de la Ruta 232, la misma carretera donde se encontró el cuerpo semidesnudo de Abdush tirado en el pavimento en un tercer lugar.
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Además, el Times entrevistó a varios soldados y médicos voluntarios que juntos describieron haber encontrado más de 30 cuerpos de mujeres y niñas en el lugar de la fiesta rave y sus alrededores y en dos kibutz en un estado similar al de Abdush: piernas abiertas, ropa arrancada, señales de abuso en sus zonas genitales.

Hamás ha negado las acusaciones de violencia sexual de Israel. Los activistas israelíes mostraron su indignación porque el secretario general de la ONU, António Guterres, y la agencia ONU Mujeres no reconocieron las numerosas acusaciones hasta semanas después de los ataques.

Los investigadores de la principal unidad de la policía nacional de Israel, Lahav 433, han estado reuniendo pruebas constantemente, pero no han dado una cifra sobre cuántas mujeres fueron violadas, pues afirman que la mayoría están muertas —y sepultadas— y por ende nunca lo sabrán. Ninguna superviviente ha hablado públicamente.

La policía israelí ha reconocido que durante la conmoción y la confusión del 7 de octubre, el día más mortífero en la historia de Israel, no se concentraron en recolectar muestras de semen de los cuerpos de las mujeres, solicitar autopsias o examinar de cerca las escenas del crimen. En ese momento, dijeron las autoridades, estuvieron enfocados en repeler a Hamás e identificar a los muertos.

Una combinación de caos, enorme dolor y deberes religiosos judíos hizo que muchos cuerpos fueran sepultados lo más rápido posible. La mayoría nunca fueron examinados y, en algunos casos, como en el lugar de la fiesta rave, donde más de 360 personas fueron masacradas en unas pocas horas, los cuerpos fueron retirados en camiones.

Esto ha dejado a las autoridades israelíes sin poder explicar completamente a las familias lo que les sucedió a sus seres queridos en sus momentos finales. Por ejemplo, los familiares de Abdush nunca recibieron un certificado de defunción. Todavía están buscando respuestas.

‘Gritos sin palabras’

(Sergey Ponomarev/The New York Times)
(Sergey Ponomarev/The New York Times)

Sapir, una contadora de 24 años, se ha convertido en una de los testigos clave de la policía israelí. No quiere ser identificada plenamente, pues afirma que sería perseguida por el resto de su vida si se revelara su apellido.

Sapir asistió a la fiesta rave con varios amigos. En una entrevista de dos horas frente a un café en el sur de Israel, relató haber visto grupos de hombres fuertemente armados violar y matar al menos a cinco mujeres.

Contó que a las 8 a. m. del 7 de octubre, estaba escondida bajo las ramas bajas de un tupido árbol de taray, justo al lado de la Ruta 232, a unos 6,4 kilómetros al suroeste de la fiesta. Le habían disparado en la espalda. Se sentía débil. Se cubrió con hierba seca y se quedó tan quieta como pudo.

A unos 15 metros de su escondite, dijo, vio motocicletas, automóviles y camiones deteniéndose. Dijo que vio a “unos 100 hombres”, la mayoría vestidos con uniforme militar y botas de combate, algunos con sudaderas oscuras, entrar y salir de los vehículos. Dijo que los hombres se congregaron a lo largo del camino y se pasaron entre ellos rifles de asalto, granadas, pequeños misiles y mujeres gravemente heridas.

La primera víctima que dijo haber visto fue una mujer joven con cabello color cobrizo, sangre corriendo por su espalda y pantalones bajados hasta las rodillas. Un hombre le jaló el cabello y la obligó a inclinarse. Otro la penetró, dijo Sapir, y cada vez que ella se estremecía, el hombre le hundía un cuchillo en la espalda.

Sapir dijo que luego vio a otra mujer “desmenuzada en pedazos”. Mientras un terrorista la violaba, dijo, otro sacó un cúter y le cortó un seno.

“Uno continuó violándola y el otro le lanzó el seno a otra persona, y jugaron con él, lo tiraron y cayó en el pavimento”, dijo Sapir.

Sapir dijo que los hombres le cortaron la cara a la mujer y, luego, esta desapareció de la vista. Casi al mismo tiempo, dijo, vio a otras tres mujeres violadas y a terroristas cargando las cabezas decapitadas de otras tres mujeres.

Sapir proporcionó fotografías de su escondite y sus heridas, y los agentes de policía respaldaron su testimonio y publicaron un video de ella, con el rostro borroso, contando parte de lo que vio.

Esa misma mañana, a lo largo de la Ruta 232, pero en un lugar diferente, aproximadamente a 1,6 kilómetros al suroeste del área de la fiesta, Raz Cohen —un joven israelí que también había asistido a la fiesta rave— dijo que se había escondido en el lecho de un arroyo seco. Le proporcionó cierta protección contra los agresores que peinaban el área y disparaban a cualquiera que encontraran, dijo en una entrevista de hora y media.

Recordó que a unos 36 metros delante de él, una furgoneta blanca se detuvo y sus puertas se abrieron de golpe.

Cohen afirmó que acto seguido vio a cinco hombres, vestidos de civil, todos con cuchillos y uno con un martillo, arrastrando a una mujer por el suelo. Era joven, estaba desnuda y gritaba.

“Todos la rodearon”, dijo Cohen. “Ella estaba de pie. Empezaron a violarla. Vi a los hombres parados formando un semicírculo a su alrededor. Uno la penetró. Ella gritó. Todavía recuerdo su voz, gritos sin palabras”.

“Entonces, uno de ellos levantó un cuchillo”, dijo, “y simplemente procedieron a masacrarla”.

Horas más tarde, la primera oleada de técnicos de emergencias médicas voluntarios llegó al lugar de la fiesta rave. En entrevistas, cuatro de ellos dijeron que descubrieron cuerpos de mujeres muertas con las piernas abiertas y sin ropa interior —algunas con las manos atadas con cuerdas y bridas— en el área de fiesta, a lo largo de la carretera, en el estacionamiento y en los campos abiertos alrededor del sitio de la fiesta rave.

Se hicieron descubrimientos similares en dos kibutz, Be'eri y Kfar Aza. Ocho médicos voluntarios y dos soldados israelíes le dijeron al Times que en al menos seis casas habían encontrado un total de al menos 24 cuerpos de mujeres y niñas desnudas o semidesnudas, algunas mutiladas, otras atadas y, a menudo, solas.

La mujer del vestido negro

Una de las últimas imágenes de Abdush con vida —capturada por una cámara de seguridad montada en la puerta de su casa— la muestra saliendo de su casa con su esposo, Nagi, a las 2:30 a. m. del 7 de octubre rumbo a la fiesta rave.

Al amanecer, cientos de terroristas rodearon la fiesta desde varias direcciones, bloqueando las carreteras de salida. La pareja se subió a su Audi y envió una serie de mensajes mientras avanzaban.

“Estamos en la frontera”, le escribió Abdush a su familia. “Nos vamos”.

“Explosiones”.

Su esposo hizo sus propias llamadas a su familia y dejó un mensaje de audio final para su hermano, Nissim, a las 7:44 a. m. “Cuida a los niños”, dijo. “Te amo”.

Se escucharon disparos y el mensaje terminó.

Una semana después de que se encontrara el cuerpo de Gal Abdush, tres trabajadores sociales del gobierno aparecieron en la puerta de la casa de su familia en Kiryat Ekron, un pequeño pueblo en el centro de Israel. Dieron la noticia de que habían encontrado muerta a Abdush, de 34 años.

Pero el único documento que recibió la familia fue una carta de una página del presidente israelí, Isaac Herzog, expresando sus condolencias y enviándoles un abrazo. El cuerpo del marido de Abdush, de 35 años, fue identificado dos días después del de su esposa. Estaba gravemente quemado y los investigadores determinaron quién era basándose en una muestra de ADN y su anillo de bodas.

La pareja había estado junta desde que eran adolescentes. Para la familia, parece que fue ayer cuando Nagi Abdush se dirigía a trabajar para arreglar calentadores de agua, con una mochila de herramientas al hombro, y Gal Abdush cocinaba puré de papas y schnitzel para sus dos hijos, Eliav, de 10 años, y Rafael, de 7.

Los niños ahora son huérfanos. Estaban durmiendo en casa de una tía la noche que mataron a sus padres. La madre y el padre de Gal Abdush han solicitado la custodia permanente.

Noche tras noche, la madre de Gal Abdush, Eti Bracha, se acuesta en la cama con los niños hasta que se quedan dormidos. Hace unas semanas, contó que intentó salir silenciosamente de la habitación cuando el niño más pequeño la detuvo.

“Abuela”, dijo, “quiero hacerte una pregunta”.

“Cariño”, dijo, “puedes preguntar lo que quieras”.

“Abuela, ¿cómo murió mamá?”.

c.2023 The New York Times Company

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