Green Day sube el volumen de nuevo

Una imagen de Emmie America muestra, de izquierda a derecha a Tré Cool, Billie Joe Armstrong y Mike Dirnt de Green Day. (Emmie America vía The New York Times)
Una imagen de Emmie America muestra, de izquierda a derecha a Tré Cool, Billie Joe Armstrong y Mike Dirnt de Green Day. (Emmie America vía The New York Times)

Elogiar a alguien porque volvió a ser bueno es, en el mejor de los casos, un cumplido mordaz. Implica un paso en falso reciente, un declive, la degradación de la inspiración juvenil, el peaje de una larga carrera, quizá todo esto a la vez. Y sugiere que lo más sensato es dar marcha atrás. Aun así, “Saviors”, el nuevo álbum de Green Day, es un regreso decisivo a la calidad, aunque planificado en exceso.

Desde sus comienzos a finales de la década de 1980, Green Day no ha dejado de ser polémico. Billie Joe Armstrong ha cantado sobre agravios personales —incluidas las luchas consigo mismo— y sobre las maneras en que se entrecruzan con corrientes políticas más amplias, de modo más ambicioso en el álbum conceptual de la banda de 2004, “American Idiot”, que fue adaptado como un musical de Broadway.

La banda sigue causando revuelo. En los últimos años, Armstrong ha interpretado la canción “American Idiot” cambiando la frase “No soy parte de una agenda ‘redneck’” para terminar diciendo “la agenda de Trump” en su lugar. Pero cuando cantó esa frase en televisión la pasada Nochevieja, los medios de comunicación de derecha aprovecharon la frase para armar un escándalo.

“Saviors” encuentra objetivos contemporáneos. Inicia con “The American Dream Is Killing Me”, que avanza a toda velocidad mientras Armstrong se burla de las teorías conspirativas y las actitudes antinmigrantes, toca el tema de las personas sin hogar y la explotación inmobiliaria y declara que, como nación, “No estamos bien”.

En “Living in the ‘20s”, Armstrong se enfrenta a una década que ha traído tiroteos en supermercados y avispones asesinos. En “Strange Days Are Here to Stay”, de rápido ritmo, trata sobre las sombrías expectativas: “No veo que esto acabe bien / Ahora que es demasiado tarde”.

Green Day ha luchado contra las estructuras de poder, pero también ha honrado las musicales. Con Armstrong encargado de la guitarra y la voz, Tré Cool en la batería y Mike Dirnt en el bajo, siempre ha habido una pulcritud virtuosa tras el estruendo de Green Day.

Green Day llegó como orgulloso heredero del punk rápido, contundente, afinado, a veces sarcástico, a veces cándido que los Ramones habían formulado en la década de 1970. A medida que el catálogo de Green Day crecía, quedaba más claro que la banda conocía bien las generaciones de bandas de guitarras, desde sus contemporáneos del “grunge” hasta los Who y los Beatles, pasando por Van Halen, Cheap Trick, Boston y Aerosmith.

Green Day ofrece invariablemente canciones compuestas con precisión, con estrofas, estribillos y puentes bien definidos. Su álbum de 1994, “Dookie”, con éxitos como “Basket Case” y “Welcome to Paradise”, supuso la irrupción comercial de un punk-pop estridente y brillante a la vez.

“Saviors” pregona sus conexiones con el pasado de Green Day. Para su gira internacional de este año, a la que se unirán bandas como Smashing Pumpkins, Rancid y The Hives, Green Day ha anunciado que tocará “Dookie” y “American Idiot”, coincidiendo con sus aniversarios 30 y 20. Green Day hizo “Saviors” con Rob Cavallo, coproductor de ambos álbumes, que trabajó por última vez en los tres álbumes austeros de Green Day de 2012: “¡Uno!”, “¡Dos!” y “¡Tré!”.

Los álbumes más recientes de Green Day se habían esforzado por ser diferentes: más ruidosos, más turbios y a menudo utilizando todos sus recursos para simular una grabación de baja fidelidad. “Saviors”, por el contrario, es francamente suntuoso. Las guitarras y las voces tienen varias capas, y el sonido de la batería es gigantesco; los arreglos orquestales aparecen de la nada. La banda vuelve a explotar de orgullo en canciones como la más destacada, “Dilemma”, en la que Armstrong —que entró en rehabilitación tras una diatriba sobre el escenario en 2012— lucha por mantenerse sobrio. “No quiero ser un zombi”, proclama sobre los acordes de guitarra que sacuden el estadio.

“Saviors” revisa el criterio de producción de la llamada “guerra del volumen” de las décadas de 1990 y 2000, cuando parecía que los estudios buscaban hacer, como cantaba Meat Loaf, “todo con más volumen que todo lo demás”. Las formas de onda de casi todas las canciones de “Saviors” miden lo que los ingenieros de grabación llaman “brickwalled”, es decir, empujadas a un pico constante y aplanado. En una lista de reproducción junto a temas que incluyen más altibajos, se supone que esa sonoridad debe resultar excitante. Pero en un álbum completo de quince pistas, se vuelve agotador.

Tal vez sea inevitable que, en el catorceavo álbum de estudio de Green Day, algunas de las canciones tengan ritmos y progresiones de acordes que pueden parecer reciclados. En “Saviors”, la producción a menudo aspira a compensar la familiaridad con el impacto. Sin embargo, “Father to a Son”, en la que un padre inseguro jura esforzarse al máximo, es un eco inconfundible de “Wake Me Up When September Ends”, incluso con una orquesta que complementa los acordes potentes.

En cuanto a la variedad sonora, Green Day hace alarde de su erudición rockera. “Bobby Sox” —con Armstrong, que canta sobre las comodidades hogareñas que ofrecería a una novia, un novio o un mejor amigo— es un homenaje directo a Pixies, pues explotan desde un verso tranquilo hasta un estribillo estruendoso. Y la depresiva pero obstinada “Goodnight Adeline” casi podría haber sido una melodía de estadio de Oasis.

“Saviors” no oculta su artesanía ni su autoconciencia, pero son medios para un fin. Green Day sigue enfadado, asqueado, preocupado y ya no tan divertido por el estado del mundo. Esta vez, la banda ha decidido gritarlo.

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Green Day, “Saviors” (Reprise/Warner)

c.2024 The New York Times Company