Las fuentes de Roma, simbólicas y eternas como su ciudad

Todas las grandes ciudades de Europa tienen fuentes que, ya sea por su importancia histórica o magnificencia arquitectónica, se han convertido en verdaderos símbolos urbanos que las identifican. Madrid, por ejemplo, tiene la de Cibeles, madre de los dioses olímpicos, la tierra y la fecundidad. Mandada a construir por el rey Carlos III se levanta imponente en el mismo centro de la ciudad.

París tiene las de la Plaza de la Concordia, llamadas la Fuente Marítima y la Fuente de los Ríos, ambas diseñadas por el arquitecto Jacques Ignace Hittorff. Fueron inauguradas en 1840 durante el reinado del rey Luis Felipe I de Francia.

En la Plaza Trafalgar de Londres y rodeando la estatua del Almirante Nelson, se levantan dos fuentes en las que predominan figuras de delfines, tritones y sirenas. También las hay en Berlín, Viena, Atenas, Budapest, Praga y Lisboa. La lista de ciudades con fuentes icónicas es interminable.

Pero son las de Roma -se calculan en más de dos mil- las que superan, en esplendor y fama, a todas las demás. No en balde, más de 15 millones de turistas se retratan cada año frente a la Fuente de Trevi mientras lanzan unas monedas a sus aguas esperando, como asegura una vieja leyenda, regresar algún día.

Solo los que la visitan acompañados de un guía descubren que es una de las más antiguas de Roma, que fue construida por el escultor y arquitecto Nicola Salvi por encargo del papa Clemente XII, que los trabajos comenzaron en 1732 y que Salvi no pudo ver su obra terminada porque falleció un poco antes de que fuera inaugurada en 1762.

La Fuente de Trevi es considerada las más grande y hermosa de Roma. No hay que ser un experto en arte para advertir la perfección de ese extraordinario conjunto escultórico. El realismo de sus figuras es excepcional. Sobre todo, la que representa a Océano, el Titán de los Mares, según la mitología griega, y a quien muchos confunden con el dios Neptuno romano. El resto de las esculturas es también impresionante, tanto las estatuas de la Abundancia y la Salud, asi como los tritones que guían los caballos que, a su vez, arrastran la concha en la que viaja el dios de los mares.

Pero no es necesario conocer todos estos detalles para disfrutar la visita. Y es que el entusiasmo de los turistas jóvenes que, alegres, despreocupados y felices, se toman selfis, es contagioso. Unos se abrazan y otros se besan mientras los amantes del cine recuerdan, nostálgicos, la famosa escena de la película La dulce vida, de Fellini, en la que Anita Ekberg, en medio de la noche, entra al estanque de la fuente y chapoteando en sus aguas le dice a Mastroianni: “Marcello, come here! Hurry up!”.

En la Plaza de España, justo a los pies de la escalinata que conduce a la iglesia de la Trinidad de los Montes, se encuentra la Fuente de la Barcaza, encargada por el papa Urbano VIII -casi todas las fuentes de Roma fueron encargadas por algún papa- a Pietro Bernini.
En la Plaza de España, justo a los pies de la escalinata que conduce a la iglesia de la Trinidad de los Montes, se encuentra la Fuente de la Barcaza, encargada por el papa Urbano VIII -casi todas las fuentes de Roma fueron encargadas por algún papa- a Pietro Bernini.

No lejos de allí, en la Plaza de España, justo a los pies de la escalinata que conduce a la iglesia de la Trinidad de los Montes, se encuentra la Fuente de la Barcaza, encargada por el papa Urbano VIII -casi todas las fuentes de Roma fueron encargadas por algún papa- a Pietro Bernini. Fue construida entre 1627 y 1629 y su diseño -una barcaza semi hundida- fue inspirado en una embarcación que se dice fue arrastrada hasta la plaza por las aguas del rio Tíber durante la gran crecida de 1598.

Por su sencillez arquitectónica y artística -una bañera ovalada en medio de la cual una pequeña y desarbolada barca parece hundirse- no tiene comparación con la monumental Fuente de Trevi. Sin embargo, es tan famosa y visitada como ella. Todos los días miles de turistas, después de subir y bajar los famosos “spanish steps”, se refrescan bebiendo el agua que brota en su proa y en su popa.

La mayoría de las fuentes romanas están en las plazas, como la Fuente del Delfín, que se alza en el centro de la Plaza de la Rotonda, frente al Panteón de Agripa. Fue diseñada en 1575 por el arquitecto y escultor, Giacomo della Porta, por encargo del papa Gregorio XIII, solo para que más de un siglo después, otro papa, Clemente XI, ordenara al escultor Filippo Barigioni colocar en su centro un obelisco egipcio de mármol rojo de la época del Faraón Ramsés II que había sido traído a Roma en tiempos antiguos desde el Templo de Ra en Heliópis.

En la Plaza Barberini se puede ver la Fuente del Tritón del maestro del barroco italiano, Gian Lorenzo Bernini.
En la Plaza Barberini se puede ver la Fuente del Tritón del maestro del barroco italiano, Gian Lorenzo Bernini.

En la Plaza Barberini hay dos: la Fuente de las Abejas y la Fuente del Tritón, ambas del maestro del barroco italiano, Gian Lorenzo Bernini. Y en la Plaza del Popolo, una de las más grandes de la ciudad, rodeando su obelisco central, se encuentra la Fuente de los Leones, y en sus extremos la Fuente de Neptuno y la de Rómulo y Remo.

Fuente de las Náyades se encuentra en la Plaza de la República.
Fuente de las Náyades se encuentra en la Plaza de la República.

Están también las de la Plaza de la República, llamada Fuente de las Náyades. O la de la Plaza Mattei, en el barrio judío, conocida como la Fuente de las Ranas. Son tantas las fuentes que hay en Roma que es imposible describirlas todas.

En la Plaza Navona se encuentra la Fuente de los Cuatro Ríos, construida en 1651 por Bernini, simbolizando los ríos Ganges, Nilo, Danubio y el de la Plata, representados en las figuras desnudas de cuatro colosos.
En la Plaza Navona se encuentra la Fuente de los Cuatro Ríos, construida en 1651 por Bernini, simbolizando los ríos Ganges, Nilo, Danubio y el de la Plata, representados en las figuras desnudas de cuatro colosos.

Sin embargo, hay tres que no pueden dejar de mencionarse. Son las que están en la Plaza Navona. La principal de ellas es la Fuente de los Cuatro Ríos, construida en 1651 por Bernini, simbolizando los ríos Ganges, Nilo, Danubio y el de la Plata, representados en las figuras desnudas de cuatro colosos sobre los que descansa un obelisco egipcio coronado por la paloma del Espíritu Santo.

En la Plaza Barberini se encuentra la Fuente de las Abejas del maestro del barroco italiano, Gian Lorenzo Bernini.
En la Plaza Barberini se encuentra la Fuente de las Abejas del maestro del barroco italiano, Gian Lorenzo Bernini.

Las otras dos fuentes son las de Neptuno y la del Moro, situadas en los extremos de la plaza. Ambas obras son del arquitecto Giacomo della Porta. En la primera puede verse a Neptuno en el centro de la piscina defendiéndose con su tridente de un pulpo que lo ataca y a su alrededor, en los bordes del estanque, dos nereidas desnudas y un par de caballos desbocados queriendo salir de la fuente. En la segunda, la estatua de un hombre que representa a un moro lucha con un delfín en el centro de la fuente. Lo rodean varias figuras de tritones y dragones. Aunque sin la complejidad escultórica de la de los Cuatro Ríos, esta fuente, junto con la de Neptuno, equilibran armónicamente el conjunto.

Fontana de moro situada a un extremo de la Plaza Navona.
Fontana de moro situada a un extremo de la Plaza Navona.

Las fuentes de Roma son tan antiguas como su misma civilización. Se originaron para acceder al agua que necesitaban sus primeros pobladores y fueron convirtiéndose en punto de reunión de las comunidades. Cuando le fueron incorporando diferentes elementos ornamentales adquirieron, poco a poco, su condición de obra de arte. Sobrevivieron, como la misma ciudad de Roma, a guerras y cataclismos de toda índole. Y como ella, son y serán eternas.