Frente a una revuelta de los aficionados, el fútbol alemán rechaza una inversión de 1000 millones de dólares

Los aficionados al fútbol en Alemania han echado toda la carne al asador para solucionar el problema y a menudo han lanzado otras cosas: en varios momentos de las últimas semanas, protestaron contra la amenaza de que un gigante del capital privado obtuviera una participación en la liga nacional haciendo llover pelotas de tenis, monedas de chocolate e incluso canicas sobre las canchas de todo el país.

Las manifestaciones forzaron el retraso de los partidos, avergonzaron a las autoridades y tal vez hayan ayudado a persuadir a una de las mayores empresas financieras del mundo de no buscar un acuerdo. Sin embargo, gracias a una escalada tecnológica se aseguró la victoria final. En cuanto se desplegaron los autos a control remoto que arrojaban humo e interrumpieron un partido más, la liga cedió.

El final llegó en una reunión de emergencia de la junta directiva, en la que los clubes que constituyen la liga votaron a favor de abandonar las conversaciones con CVC Capital Partners, una firma de capital privado registrada en Luxemburgo, en torno a un acuerdo que les habría dado una inyección de efectivo de 1000 millones de dólares a los equipos a cambio de una parte de los ingresos por transmisiones de la liga durante las próximas dos décadas.

“Debido a los acontecimientos actuales, ya no parece posible una continuación satisfactoria del proceso”, declaró el miércoles Hans-Joachim Watzke, presidente del consejo de supervisión de la liga.

La votación fue una victoria cabal de los intereses de los aficionados —aunque una cada vez menos común— en un momento en que el deporte se ha mostrado incapaz de resistir las propuestas de inversionistas con mucho dinero. El hecho de que los hinchas de unas cuantas docenas de clubes del fútbol alemán parecieran haber ganado la discusión mediante una mezcla de furia e ingenio de alguna manera logró que su triunfo pareciera todavía más extraordinario.

En años recientes, CVC Partners ha cerrado acuerdos similares a la propuesta alemana con varios equipos y competencias. La empresa ya tiene participaciones en LaLiga, la liga de fútbol de élite en España, y en la Ligue 1, su equivalente en Francia, así como en el circuito WTA Tour y en la prestigiosa competencia de rugby de las Seis Naciones.

En un inicio, la DFL, el órgano que supervisa las dos divisiones superiores del fútbol alemán, había votado por hacer lo propio en diciembre, al respaldar por un estrecho margen una moción que le iba a permitir a la liga investigar una “sociedad estratégica” con CVC o Blackstone, uno de los mayores fondos de capital privado del mundo. Blackstone se retiró del proceso este mes, por lo que CVC quedó como el único contendiente.

La mayoría coincidió en que el punto de inflexión para la propuesta de inversión alemana se produjo el domingo, cuando dejaron sueltos dos autos a control remoto durante un partido de segunda división entre el Hansa Rostock y el Hamburgo. Cada uno de ellos tenía una bomba de humo en la parte trasera que expulsó humo azul y blanco al aire. El partido se detuvo durante varios minutos mientras los comisarios intentaban alcanzar los autos.

Para ese momento, las protestas y el furor posterior estaban poniendo en tela de juicio “los procedimientos para el día de los partidos, los partidos mismos y la integridad de la competencia”, mencionó Watzke.

La posibilidad de una inversión privada incluso indirecta en una liga en la que los clubes deben, por ley, estar bajo el control mayoritario de los aficionados demostró ser tóxica.

Las protestas estallaron casi inmediatamente después de que en diciembre se hizo pública la intención de la liga de buscar un acuerdo y cuando los aficionados dejaron claro que no querían seguir el camino de la Liga Premier de Inglaterra, donde los magnates del petróleo, capitalistas de riesgo y Estados nación compran los clubes.

Algunos partidos comenzaron con un silencio inquietante de telón de fondo pues los aficionados se rehusaban a alentar. En otros, se desplegaron pancartas en las gradas, a menudo en términos explícitos, en las que se exponía la postura de los aficionados. Se lanzaron diversos objetos al campo para interrumpir el juego.

Thomas Kessen, vocero de Unsere Kurve, una organización paraguas que aboga en nombre de los aficionados, describió las protestas como “extendidas, creativas y pacíficas”.

A final de cuentas, las protestas demostraron ser tan frecuentes y fervientes que a la DFL no le quedó mucho de otra más que dar marcha atrás.

“Para todos los aficionados activos al fútbol y todos los miembros de los clubes, es un gran éxito que prueba que el fútbol alemán está basado en sus miembros y es democrático”, declaró Kessen. “Estos mismos miembros deben involucrarse en decisiones tan trascendentales”.

c.2024 The New York Times Company