Para hacer frente a la amenaza nuclear de Putin, Biden recurre a lo aprendido en la crisis de los misiles de Cuba

El presidente Joe Biden desembarca del helicóptero presidencial en la Base de la Fuerza Aérea Andrews, en Maryland, el jueves 6 de octubre de 2022. (Erin Schaff/The New York Times)
El presidente Joe Biden desembarca del helicóptero presidencial en la Base de la Fuerza Aérea Andrews, en Maryland, el jueves 6 de octubre de 2022. (Erin Schaff/The New York Times)

La declaración del jueves en la noche del presidente Joe Biden de que el mundo podría estar frente a “la posibilidad de un Armagedón nuclear” si el presidente Vladimir Putin usa un arma nuclear estratégica en Ucrania incluyó una reveladora nota al margen: que Biden ha estado tratando de ayudar al presidente ruso a encontrar una “rampa de salida” que evite el peor de los resultados.

Su lógica provino directamente de la crisis de los misiles de Cuba, a la cual Biden se refirió dos veces en sus comentarios durante un evento de los demócratas para recaudar fondos en Nueva York, lo cual nos da una buena idea de lo que está pensando. En ese célebre caso (lo más cerca que ha estado el mundo de un verdadero combate nuclear y que este mes cumple 60 años), el presidente John F. Kennedy llegó a un acuerdo secreto con el dirigente soviético Nikita Khrushchev para retirar de Turquía los misiles estadounidenses.

Gracias a ese acuerdo, que se dio a conocer años más tarde, se pudo evitar un desastre en el que habrían muerto decenas de millones de estadounidenses y un número indeterminado de ciudadanos soviéticos.

Los asesores de Biden han estado debatiendo durante semanas sobre la posibilidad de un acuerdo análogo, una forma en que el golpeado dirigente ruso pueda encontrar alguna escapatoria. No se han proporcionado detalles porque se sabe que la discreción puede ser el elemento fundamental para encontrar alguna salida exitosa y evitar que se den las condiciones en las que un Putin acorralado pudiera recurrir a sus armas nucleares en el campo de batalla. El viernes, Karine Jean-Pierre, secretaria de prensa de la Casa Blanca, reiteró que Biden no contaba con ninguna información nueva de inteligencia sobre el uso de armas nucleares y que ella “no veía señales” de que los rusos “estuvieran preparándose para usarlas”.

“Estamos tratando de averiguar cuál es la rampa de salida de Putin”, señaló Biden en un discurso que abordó principalmente iniciativas internas, la revocación del caso Roe contra Wade por parte de la Corte Suprema y otros temas importantes para las elecciones intermedias.

“¿Cómo puede salir de esto? ¿Dónde hallará una salida? ¿Cómo hallar una posición en la que no quede mal ni pierda mucho poder dentro de Rusia?”.

Biden no respondió sus propias preguntas, que reflejan las que han estado planteando sus asesores. Tampoco está muy claro que Putin esté buscando alguna salida, al menos todavía no. En los últimos siete meses, en casi todos los momentos cruciales de la guerra ha reaccionado a las derrotas de sus soldados con escaladas cada vez mayores, convocando a reclutas sin entrenamiento, llevando a cabo más ataques indiscriminados en ciudades, disminuyendo el flujo de gas y, desde luego, amenazando con usar sus armas más sofisticadas.

Lección aprendida

Las amenazas más recientes de Putin fueron hace una semana cuando declaró que la decisión de Estados Unidos de soltar bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki en 1945 sentó un precedente y que, de ser necesario, él haría lo mismo.

No obstante, el principal mensaje que, al parecer, quería transmitir Biden es que estaba tomando en consideración una de las lecciones esenciales de la crisis de los misiles de Cuba, la cual tuvo lugar cuando Biden estaba a solo un mes de cumplir 20 años. Según él, esa lección es que Estados Unidos y sus aliados tienen que evitar poner a Putin contra la pared y provocar que embista.

“Es parte de la doctrina rusa”, explicó a la multitud de personas adineradas que podrían ser donadores para las campañas senatoriales de los demócratas, que “si la patria se ve amenazada, usarán todo el poderío que sea necesario, incluso las armas nucleares”.

No es fácil traducir la explicación que dio Biden sobre los riesgos en una estrategia adecuada para este momento. Nadie del gobierno pretende insinuar, ni en público ni en privado, que el gobierno del presidente Volodímir Zelenski no deba seguir sacando a los soldados rusos de todos los rincones de Ucrania para restablecer las fronteras que había el 23 de febrero, un día antes de que comenzara la invasión.

Pero, según algunos diplomáticos y militares de Occidente, a puerta cerrada, esa es precisamente la conversación que habrá que tener si el objetivo es encontrar un equilibrio entre recuperar territorio y evitar que Putin ataque. William Burns, quien es el actual director de la CIA y fue embajador de Estados Unidos en Moscú durante el ascenso de Putin, dijo a la agencia de noticias CBS esta semana que el líder ruso puede ser “bastante peligroso y temerario” cuando siente que está acorralado o “contra la pared”.

Vladimir Putin sostiene unos binoculares al observar maniobras militares conjuntas de Rusia y Bielorrusia en Nizhny Novgorod (Rusia) el 13 de septiembre del 2022. El presidente ruso no tuvo mucho que festejar al cumplir 70 años el 7 de octubre. (Sergei Savostyanov, Sputnik, Kremlin Pool Photo via AP, File)
Vladimir Putin sostiene unos binoculares al observar maniobras militares conjuntas de Rusia y Bielorrusia en Nizhny Novgorod (Rusia) el 13 de septiembre del 2022. El presidente ruso no tuvo mucho que festejar al cumplir 70 años el 7 de octubre. (Sergei Savostyanov, Sputnik, Kremlin Pool Photo via AP, File)

Desde luego, ese es precisamente el tipo de valoración que Putin está tratando de fomentar; según los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos, tiene la esperanza de que Europa se divida entre confrontar a Moscú o apaciguarlo.

Evitar la escalada

Putin todavía cuenta con muchos recursos de escalada: podría llevar a cabo ejercicios con los soldados que están preparados para ataques nucleares; podría intensificar los ataques cibernéticos fuera de las fronteras de Ucrania, y podría usar armas químicas contra disidentes y otros objetivos, tal como lo ha hecho en el pasado. También, por supuesto, existe la posibilidad de que ataque la infraestructura de energía, quizás en forma similar a lo que, de manera misteriosa, les ocurrió la semana pasada a los gasoductos Nord Stream I y II.

Pero lo que el gobierno dice que está buscando son incentivos para que Putin frene la escalada, una búsqueda que parece tensa.

Una de las continuas exigencias de Putin es que la OTAN retire sus fuerzas de los antiguos países soviéticos y no lleve a cabo en sus fronteras lo que él denomina ejercicios desafiantes. A principios de este año, exigió que la OTAN firmara un tratado que habría restablecido lo que era la alianza a finales de la década de 1990.

Muchos funcionarios de Europa oriental, preocupados por la próxima aspiración territorial de Putin, afirman que, ahora más que nunca, desean que la OTAN esté en sus países. Para ellos, es momento de fortalecer las defensas, no de retirarlas. Pero algunos funcionarios de Europa occidental señalan que podrían pensar en disminuir los ejercicios o el evidente refuerzo de soldados, incluso de modo provisional. Durante el verano, el gobierno de Biden también aplazó algunas pruebas de misiles para evitar provocaciones innecesarias.

Todas esas maniobras serían temporales y es evidente que Putin está buscando un cambio permanente de la postura de la OTAN. Además, muchos funcionarios sostienen que no es probable que deje de amenazar con su arsenal nuclear mientras sus tropas terrestres estén en problemas.

© 2022 The New York Times Company

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